Hermosos tiempos en los que la vieja práctica de lamerle el culo al poderoso servía de inspiración para Mozart. La letra dice “Lámeme el culo bien, lámelo hasta que quede limpio, bien limpio, lámeme el culo, es un grasiento deseo bien embadurnado de mantequilla” para, más adelante, dejar claro que “Tres chupan más que dos, vamos, probadlo y lamed, lamed, lamed”. Una música, culta y procaz, que ilustra a las mil maravillas esos tiempos en los que hay que elaborar listas electorales. Todos están prestos a almohadillar rodillas y salivar lenguas, porque el escaño es el olimpo al que la mediocridad ansía llegar al precio que sea. En esta dictadura de la ignorancia y la corrupción, la felación intelectual camina pareja al lametazo denso a las posaderas de quien tiene potestad para designar candidatos que es siempre, a pesar de las primarias, ficción que han inventado como placebo de las bases, quien ostenta la máxima autoridad en el partido.
En Cataluña deberán celebrarse elecciones a corto plazo, y ya hemos iniciado ese momento que describimos. Las Celestinas modernas, encarnadas en los comités de listas, menudean inquietas por aquí y por allá buscando amancebar insignes medianías con partidos políticos. Qué pocas genialidades, qué pocas personas con talento, qué ausencia de ideas y cuan enorme es la ganga de un mineral, el del político de verdad, que escasea como el oro en un cementerio de neveras. Porque, a las autonómicas concurrirán los de siempre, ese pelotón de los torpes que sin la política mal podrían ganarse la vida con cierto decoro. No es fallo de un partido, es el mal endémico que ataca a una sociedad que huye aterrorizada de la meritocracia, acomplejada y cobarde.
Es muy difícil, por no decir que imposible, que el PP pueda zafarse de la losa que pesa encima de su formación
Ciñámonos al terreno mal llamado constitucionalista que será, mucho nos tememos, quien tiene todas las de perder. No hablaré del socialismo, que cifra su defensa de la Constitución en función de los votos que precisa para su propia supervivencia, pactando aquí con Esquerra, allí con los de Puigdemont, allá con los Comuns y en ámbitos superiores con los pro etarras. Nos referiremos a dos partidos que se han mantenido firmes ante el separatismo, Ciudadanos y PP. Tiene este segundo un gran activo con Alejandro Fernández, qué duda cabe, pero con eso no se va demasiado lejos. Es muy difícil, por no decir que imposible, que pueda zafarse de la losa que pesa encima de su formación, estigmatizada por la izquierda caviar y por ese nacionalismo que, siendo más de derechas que los populares, consigue pasar como lo más progresista que hay sobre la capa de la tierra.
Quedaría como alternativa, experimentos de Valls aparte, que nunca se sabe cómo pueden acabar, el partido naranja, que vive una crisis tremenda. Con la pésima costumbre de centrifugar su talento a otras instancias fuera de Cataluña – Rivera, Arrimadas, Girauta, Cañas, Nart – cabe preguntarse quién va a liderar el proyecto que consiguió batir a los separatas en las últimas autonómicas. ¿En qué nicho de mercado van a buscar lo que precisan? ¿Qué nombres con tirón, con capacidad política, con unas convicciones sólidas pueden encontrar los de Rivera? Porque no me dirán que con la señora Lorena Roldán al frente esperan obtener los mismos resultados que Inés o mejorarlos.
Ciudadanos, pionero en defender ideas revolucionarias para el sistema como las listas abiertas, la reforma electoral o el mínimo del tres por ciento para tener representación, debiera abrir un nuevo frente: el concurso de ideas. Para ejercer el servicio público, y si quieren diferenciarse del lametazo al culo del líder, han de elegir entre lo mejor, entre lo más beneficioso para el conjunto de la población, entre quienes puedan aportar talento adquirido en el terreno profesional, intelectual, artístico, científico, social. Alejen de sí las hipérboles y acójanse a la búsqueda de la excelencia, a su ponderación y a su contraste. Solo así encontrarán políticos de verdad y no lameculos que, no por ser algunos de calidad, dejan de hozar en las posaderas del arquetipo más innoble en política. De paso, se quitarán de encima a los despechados de otras formaciones que solo buscan acomodo fácil.
Si otros partidos quieren obrar igual, tanto mejor, aunque lo dudo. Somos tierra de tradiciones y ésta, por desgracia, tiene un arraigo extraordinario.