Opinión

¿Qué hace Felipe VI hoy en Qatar?

Vista la mala imagen que transmite este Mundial, ¿No hubiera sido más razonable reservarle hasta una semifinal que juegue España e ir tirando de ‘banquillo’ con el ministro Iceta o Pedro Sánchez?

No soy tan irresponsable ni tan ingenuo como para instar al Rey Felipe VI a lucir hoy, cuando acuda al palco del estadio en Qatar a ver a nuestra selección, ese brazalete con la bandera arco iris LGTBI que por cobardía ya han decidido no lucir los capitanes de Inglaterra, Gales, Alemania, Holanda, Bélgica, Dinamarca, Suiza, a modo de protesta contra la homofobia y la falta de derechos humanos en el país anfitrión del Mundial de Fútbol; veremos si lo hace el Busquets del locuaz streamer Luis Enrique o también el capitán español se hace el sueco.

Simplemente, me pregunto: ¿Quién de la Casa Real o del Gobierno ha decidido y/o admitido que nuestro Rey sea el único que vaya a acudir a un partido de su equipo -Carlos III de Inglaterra, Guillermo de Holanda y Margarita de Dinamarca han decidido no hacerles el juego ni al emir Tamim bin Hamad Al Thani ni a la FIFA del inefable Gianni Infantino-, y que se deje ver allí nada menos que desde el primer choque frente a Costa Rica?

Que no digo yo que, si España va clasificándose, la presencia del jefe del Estado no acabe estando justificada. Seguro que sí… pero con cuentagotas y toda la distancia y frialdad protocolaria posibles; a partir de una semifinal o en la mismísima final. Hasta entonces, lo razonable hubiera sido ir tirando de banquillo, empezando por el ministro de Cultura, Miquel Iceta, y siguiendo por el propio Pedro Sánchez.

¿De verdad nadie ha calculado que Felipe VI que podría verse abocado a escenas insoportables, como esa de Infantino flanqueado por el heredero saudí, inductor del descuartizamiento del periodista Khassoghi? ¿Tanto debemos a Qatar para pedirle asumir el riesgo?

¿De verdad nadie ha calculado el daño reputacional a un Felipe VI, que podría verse abocado a protagonizar escenas insoportables, como la de ese Infantino cargando en rueda de prensa contra la ”hipocresía” europea y defendiendo lo democrática y civilizada que la Península arábiga, justo antes de sentarse en el partido inaugural flanqueado por el emir qatarí y el príncipe heredero saudí Mohamed Bin Salman inductor del asesinato y descuartizamiento del periodista de su país Yamal Khassoghi? ¿Tanto debemos a Qatar para pedir al Rey que asuma ese riesgo?

Como después de décadas de periodismo conozco de sobra el mecanismo de toma de este tipo de decisiones de Estado, y sé que es moneda común consultarse entre monarquías y gobiernos, mi pregunta sigue siendo: ¿Quién ha decidido exponer innecesariamente al jefe del Estado español a semejante desgaste? ¿Con cuanta anticipación se decidió?

¿Ha sido él mismo quien ha insistido para evitar que la única imagen Real en ese partido contra Costa Rica sea la de su padre exiliado a una hora de vuelo en el emirato de al lado, Abu Dhabi, si decide ir? Y si así fuera, ¿No había nadie en el Palacio de La Zarzuela o en La Moncloa que le hiciera ver algo así: señor, cuidado, mire la cautela de sus pares en Inglaterra, Dinamarca y Holanda?

¿Le merece la pena a él personalmente, y a la imagen de España, que Felipe VI acuda a Doha solo para eclipsar la imagen televisiva de su padre en el estadio animando a los de Luis Enrique? ¿Y, si Juan Carlos I no va a ese encuentro y decidir ir al posterior España-Japón, o al siguiente España-Alemania, también va a viajar su hijo una segunda o una tercera vez a Doha, solo en la fase de grupos?… Demasiadas preguntas sin respuesta.

Este Mundial ha sido un sapo demasiado difícil de digerir por otras monarquías mucho más consolidadas; razón de más para que el Rey de España no se dejara ver tan pronto en el palco qatarí, aunque el Emir nos haya anunciado 5.000 millones de inversión

Esto no va de forofismo. La duda ofende, que el Rey por obligación y por devoción -fue abanderado olímpico en 1992 y es regatista habitual- apoya al deporte español, pero un elemental sentido de la prudencia indica que si este Mundial está siendo un sapo demasiado difícil de digerir para monarquías mucho más consolidadas que la nuestra, razón de más para que no se dejara ver tan pronto en ese palco con lo lo mejor de cada casa; y eso, aunque Qatar sea uno de nuestros principales suministradores de gas natural en plena guerra de Ucrania y, fíjense bien, aunque el Emir Tamim bin Hamad Al Thani, anunciara en su visita de Estado a España, en mayo pasado, inversiones por valor de casi 5.000 millones de euros.

Tampoco va de supuestas dignidades ofendidas, en el fondo hipócritas; Sé que la realpolitik entre Estados hace estragos -que se lo digan a ese Carlos III de Inglaterra hoy ausente en Doha y hace no tanto en la picota por recibir en mano una bolsa con tres millones de euros de un jeque qatarí- y que antes que el Mundial al pequeño emirato arábigo unos juegos Olimpicos (2016) le fueron concedidos a China y unos juegos de invierno (Sochi) y hasta otro mundial a la Rusia de Vladimir Putin, tan homofóbicos ellos.

Va de que el Rey de esta España democrática, tolerante y abierta se venda por lo que vale su país, que es mucho en términos históricos, geopolíticos y hasta económicos, como cuarta economía del euro que somos; y de que a este gobierno coalición de izquierda PSOE/Unidas Podemos, al que no se le caen de la boca las palabras “feminismo” el acrónimo LGTBIQ predique con el ejemplo donde más se necesita: en países que tienen sometida a la mujer y persiguen homosexuales.

Porque lo de este miércoles nos lo venderán como apoyo de la Casa Real al deporte, pero, con o sin bufanda rojigualda de la selección -por supuesto, sin brazalete arco iris-, suena a lo que suena: a eclipsar al Rey Emérito, si acude, y, sobre todo, a auxilio de imagen al amigo qatarí cuando el mundo cuestiona que los aficionados que han ido hasta allí y que están sufriendo un Mundial a 30 grados en noviembre, no puedan beberse una cerveza.

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