Opinión

Sáhara: todo era una farsa

En la práctica, rendición ante Marruecos, un adversario que sabe lo que quiere. La 'realpolitik' a costa de nuestro prestigio

  • El presidente del Gobierno Pedro Sánchez se reúne con el Rey de Marruecos Mohamed VI. -

Pedro Sánchez acaba de apoyar el plan de autonomía de Marruecos para el Sáhara, modificando de un día para otro la posición histórica de España en relación a su excolonia, de la que sigue siendo potencia administradora, según la ONU. El rey de Marruecos nos ha informado de ello a los ciudadanos españoles... como si fuéramos súbditos de uno y de otro en lugar de ciudadanos de un país democrático. Así, de defender un referéndum de autodeterminación para los saharauis, España ha pasado a defender el plan de Marruecos, que no es sino la anexión definitiva del Sáhara Occidental a su territorio. Veremos si la ONU da validez a este atentado contra el Derecho Internacional.

Pedro Sánchez tomó la decisión como lo hubiera hecho un monarca absoluto: sin pasar por el Congreso de los Diputados, sin debatirse en el Consejo de Ministros y sin comunicarlo al Jefe del Estado; sin luz ni taquígrafos, con nocturnidad y alevosía, con trampas y a escondidas; contra la posición histórica defendida por España durante más de cuarenta años, contra medio Gobierno (Unidas Podemos), contra el Derecho Internacional, contra el programa del partido y contra las propias bases socialistas, por mucho que esto último sea lo de menos, ya que si por algo se caracterizan las bases socialistas es por haber tragado carros y carretas: desde los recortes de Zapatero a las negociaciones normalizadas con Bildu, pasando por la gestión del Estatut catalán, los indultos a los cabecillas del golpe independentista contra la democracia española o, ahora, la cuestión del Sáhara, entre tantas y tantas cuestiones.

Su aguante es convenientemente sectario: defienden lo que diga el Partido, el corolario de los males de la política española. No se han oído críticas ni se oirán. Como si el pueblo saharaui les importara realmente un carajo o como si todos estos años hubieran sido una farsa.

Cedemos oficialmente ante Marruecos y olvidamos una cuestión que, en el fondo, solo importaba a unos pocos y de aquella manera: era más un símbolo que una preocupación cierta

Es cierto que en realidad las cosas no son tan distintas a otros momentos en los que el PSOE ha estado en el Gobierno. El ínclito Zapatero ya respaldó el plan de autonomía que Marruecos presentó en 2007 ante el Consejo de Seguridad de la ONU. Y el resto de gobiernos tampoco hicieron gran cosa. Pero esta decisión expresa de Pedro Sánchez supone un punto de inflexión, un antes y un después y, en definitiva, una rendición. Cedemos oficialmente ante Marruecos y olvidamos una cuestión que, en el fondo, solo importaba a unos pocos y de aquella manera: era más un símbolo que una preocupación cierta. Para demasiados, era más que nada una pose; para los que pueden tomar decisiones, una enorme mentira para aparentar y para engañar a quienes defendemos un referéndum de autodeterminación para el Pueblo saharaui. 

La autodeterminación del Sáhara fue siempre una reivindicación de izquierdas cuyo máximo representante, el PSOE, nunca movió un dedo, más allá de declaraciones institucionales, banderas en sus locales y verborrea barata. Sin embargo, miles de militantes de la causa y ciudadanos anónimos hicieron cuanto pudieron, incluidos afiliados socialistas y de otros partidos.

En realidad, estos 47 años de abandono de nuestras obligaciones éticas y políticas con el pueblo saharaui pueden resumirse en declaraciones de apoyo a la causa saharaui, manifestaciones anuales, viajes oficiales a los campamentos de Tinduf, creación de intergrupos parlamentarios, inclusión de los derechos saharauis en los programas políticos de algunos partidos y símbolos reivindicativos en las fachadas. En la práctica, rendición ante Marruecos, un adversario que sabe lo que quiere. La realpolitik a costa de nuestro prestigio y de los derechos humanos de los saharauis. Y con graves riesgos para nuestros intereses. Porque de una dictadura nunca te puedes ni te debes fiar. En el fondo, todo era una enorme farsa.

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