Hoy se cumplen treinta y ocho años de los célebres Acuerdos de Madrid y las perspectivas de solución al conflicto saharaui siguen siendo mínimas. La única luz al final del túnel es que España asuma sus responsabilidades como potencia administradora del Sáhara Occidental, algo poco probable por la combinación de dos elementos: la priorización en su agenda de la gestión de la crisis económica con lo delicado de su agenda bilateral con Marruecos.