Opinión

Sánchez, emparedado entre la DANA y Aldama

El comisionista de la trama silenció las excusas falsas de Sánchez sobre la DANA. "Usted ya no gobierna. Déjelo ya", le insistió Feijóo.

  • Pedro Sánchez, en la sesión de control -

Un tremendo barrigón anunciaba la llegada de Patxi López al Hemiciclo en esta jornada de control. Siempre madrugador, amable con los fotógrafos, no podía ocultar su desasosiego en ese pétreo rostro esculpido a martillazos. Mostraba una estampa penumbrosa, entre agónica y derrotada. La troupe ministerial se hizo esperar. Ni un miembro del Gabinete presente en la sala hasta que ocupó su escaño el 'número 1', acompañado de su vice-una MonteroBolaños ofrece ahora un perfil escurrido, entre huidizo y penitente. Sara Aegesen, la nueva titular ecológica, con aspecto estupendo de actriz de Bergman, se movía con prudente soltura. Bustinduy, titular de alguna ignota cartera, había sido engullido por el alto cuello de su jersey. 

Sánchez arrancó su verseo con displicencia rutinaria sobre la DANA mientras sus diputados rastreaban en el móvil las palabras de Aldama, a esa hora en lo de Herrera. En el grupo del PP se veían discretos auriculares (el portavoz Tellado o el activo Bendodo) como ocurre en algunos estadios. Se mira un partido pero es otro escenario el que interesa. Un remake de 'la noche de los transitores', en versión digital. Este es el retrato preciso del momento político actual. El presidente cacareando fábulas y falacias, como quien oye llover, mientras la la tromba de la corrupción se lo lleva por delante. O, en palabras de Feijóo, "su agonía judicial le ocupa todo el tiempo. Se les ve a ustedes en las caras. Ya no gobierna, déjelo ya".

En efecto, el rostro del protagonista de la sesión de control ofrecía un aspecto entre el temor y el pavor. Mes y medio se ha tomado Sánchez para volver al Congreso, ese recinto inhóspito que tanto detesta. Tocaba hablar de la tragedia valenciana. Fue la deposición de un caudillo cobardón que escapó del escenario del llanto que él mismo propició, allá en Paiporta, donde unos paisanos justamente iracundos le obsequiaron con unos puñaditos de barro y un palitroque que ni le rozó. El discursito de Sánchez sobre la DANA fue un regüeldo espeso, un refrito de las mentiras que Teresa Ribera escupió sobre el Hemiciclo minutos antes de refugiarse en su despacho de Bruselas. Un repaso inundado de embustes sobre los terribles jalones del drama. Eludió los puntos de la culpa, como la inoperancia de la Confederación del Júcar, cuyo presidente sigue ignoto y mudito, los avisos tardíos de la Aemet, la ausencia absoluta de inversiones para pulir los cauces, la complicidad fanática del ecologismo obsecuente, las invocaciones al cambio climático (ya saben, ‘mata’) y el argumentario falaz sobre el lentísimo envío de ayuda militar, sanitaria, policial, de alimentos, limpieza… "Se enviaron ayudas cuando se pidió", insistió en su lacerante muletilla, más propia de un amable homólogo extranjero que ofrece ayuda que del titular del Gobierno de un país zarandeado por una catástrofe de desolación. Se trabucaba, se le emborronaban las bobadas, se atascaba incluso al pronunciar sus palabras favoritas: "negacionista" y "ultraderecha" para definir a la oposición. Incluso se atragantó al hablar de 'la jefa Ayuso', esa tontada que le escriben sus 'cabezas de huevo' del ala oeste. En su momento más desubicado de su intrvención, incluso se permitió un chiste hacia el PP: "Ustedes creen que pueden usar las instituciones del Estado en beneficio de sus familiares y amiguetes". O el guionista le quiso deslizar un chiste o, sencillamente, este 'personaje' ya no sabe bien por dónde se anda. 

¿Dónde las ayudas? ¿Dónde los euros?

Nadie esperaba un amago de autocrítica, ni un acto de contrición. Fue un monólogo ofensivo y prescindible, una tonelada de desprecio sobre esa gente a la que ya ha olvidado, aunque le dedicara el anuncio de más ayudas que por ahora no llegan y la convocaoria de un Consejo de ministros 'extraordinario' para cubrir el expediente. ¿Qué puede hacer un Gobierno que votaba en el Congreso la okupación de RTVE en el momento en que ya se contaban por decenas los muertos por la inundación? . "Vale que nos desprecie pero no que se ría de nostros", comentaba un diputado de la región en los pasillos. Ni llega un ápice de lo prometido ni se divisa un gramo de compasión. ¿Dónde las ayudas anunciadas ya hace tres semanas? Garajes inundados, viviendas anegadas aún inhabitables, colegios cerrados para largo, las calles como un lodazal, tuberías atascadas, sin vehículos ni transportes, burocracia insoportable, ni un euro de los jaleados, el fantasma de otra gran estafa como en La Palma multiplicada por mil. Esta es la realidad de la Albufera, este es el escenario sobre el que parloteaban este miércoles en una sesión parlamentaria de vergonzosa inutilidad.

Tiene el caudillo la cabeza en otra parte. La vicepresidenta Montero le daba con el bracito para burlarse de las palabras del líder de la oposición, pero apenas reaccionaba. Ponía esas caritas de quien se hace el abstraído o de a quien todo le resbala. Feijóo se mostró particularmente incisivo, como con ganas de sacudirse el espantajo de su compadreo con la UGT. "Llega usted tarde y lo hace para cubrirse toda la peste de corrupción que le rodea. Lo que tiene que hacer es devolver lo que se han llevado y marcharse. La gente no le va a perdonar su abandono". Y una al titular de Interior, que incluso se reía por lo bajini con Margarita Robles, su legendaria enemiga, la dama bufa en el garaje de Paiporta. "¿Sabe que la omisión del deber de socorro es un delito? ¿Por qué no decretó la emergencia nacional? ¿No le dejaron o no quiso?" 

El fariseo jesuitón del PNV, el del tractor, compungido de muecas y con el buche bien lleno de cuanto saquea en los fondos nacionales ('vuelve a ti, vuelve a todos', reza la propaganda de Hacienda, y ya se sabe quién es ese 'ti') esparcía consejos sobre los 'fenómenos naturales' que a nadie importan

Abascal, contundente como un martillo pilón, le tachó de 'tirano', que envía a la Policía a perseguir a quienes no le aplauden y le presagió un horizonte de penitenciaría. "Usted vive un tórrido romance consigo mismo, empeñado en ver la forma de eludir la cárcel", subrayó antes de que Sánchez, en su turno, le calificara de 'traidor'. Feijóo respondió, cuando le tocaba: "¿Traidor usted, que es presidente gracias a los votos de Bildu?" Rufián, el diputado menguante, no maneja ya la irónica bravuconería de antaño. No va más allá del bulo. Se quedó atascado en la patraña. Antes al menos intentaba el regate, encaraba, buscaba el área rival. Ahora, encogido de ideas, verborrea, sandeces con la miseria insípida de quien se sabe impostor. Las voceras de la xenofobia periférica recitaron el mismo estribillo sobre Mazón, qué mala gestión. El fariseo jesuitón del PNV, el del tractor, compungido de muecas y con el buche bien lleno de cuanto saquea en los fondos nacionales ('vuelve a ti, vuelve a todos', reza la propaganda de Hacienda, y ya se sabe quién es ese 'ti') esparcía consejos sobre los vendavales que a nadie importantan. Ione Belarra, tan frágil y patética como una lagartija a la sombra, berreaba sobre "quienes se lo quieren llevar crudo con la reconstrucción". A esas alturas, Valencia aparecía, otra vez, muy lejos, abandonada en su neblina del llanto y a dos pasos de sumergirse en el territorio del olvido. 

¿A quién teme más?

Concluída la matinal, arrancó la comisión de control. Ya los argumentos manoseados, los debates repetidos, los ataques resobados. Feijóo, con todo, se dio el gusto de arrojar una preunga molesta: "¿A quién teme más, a los guasap entre Moncloa y el fiscal general imputado o lo que diga Aldama?" En los escaños socialistas se apagaron las sonrisas y las burletas. Si no se puede creer al comisinista porque es un 'imputado' tampoco se podrá creer a Begoña ni al hermanísimo, insitió, ya con más ganas. El aludido volvió sobre Marcial Dorado y la sede de Génova, con un deje de 'qué fastidiado estoy' en su fraseo. Lyego, ¡ay!, se fue corriendo. 

Debió quedarse en casita, en La Moncloa, con la imputada, escuchando cómo Aldama desgranaba detalles picantes sobre la tenebrosa noche con Delcy en Barajas. O cómo enumeraba sus encuentros con Begoña. Y con las vicepresidentas Calviño y Montero. O todas esas pequeñas cosas que tanto escuchan en la Audiencia Nacional donde a la espera están de que se concreten en pruebas palpables. Una delatora capa de sudor brillaba en el maquillado rostro del 'número  1', con la mente ostensiblemente en otra parte. Se piensa invulnerable como los dioses, aunque, en estas horas, ya se antoja una fiera malherida, capaz de zarpazos atroces antes de doblar la testuz. "Corremos despreocupados hacia el precipicio", canturreaban, con San Agustín, los cofrades del progreso, felices en su inopia. Ya cambió la partitura. Desde la bancada de la izquierda  lanzaban miradas unánimes, con el Dante, hacia quien era su héroe totémico: "Ahora nos quema, te quema, el fuego que has encendido".

 

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