Opinión

Sánchez tiende una trampa al Rey con el franquismo

Sánchez pretende que el Rey se sume a unos actos con un evidente contenido político patrocinados por el PSOE con la coartada de que los organiza La Moncloa

  • Pedro Sánchez y Felipe VI en una imagen de archivo.

La invitación cursada por el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, a Su Majestad el Rey para que asista el próximo 8 de enero al primero del centenar de actos diseñados por el sanchismo en 2025 para conmemorar los 50 años de la muerte de Franco es la enésima trampa tendida desde el Ejecutivo a La Zarzuela. En los próximos días, la Casa del Rey anunciará si Don Felipe asistirá al acto gubernamental previsto en el Museo Reina Sofía de Madrid porque, de momento, no consta que así sea. No obstante, es notorio que esta invitación se produce en un contexto de paulatino deterioro de las relaciones institucionales entre La Zarzuela y La Moncloa, cuyo episodio más visible tuvo lugar hace casi dos meses, durante la visita de los Reyes y de Sánchez a la localidad valenciana de Paiporta, asolada por la DANA. Allí, Sánchez, increpado e insultado por vecinos indignados con su presencia, optó por dejar en solitario a los Reyes atendiendo a los vecinos pese al riesgo que suponía para su seguridad. El Rey mantuvo toda la dignidad propia de un jefe de Estado pese a lo tenso de la situación, y Sánchez sencillamente se marchó.

Es notorio que esta invitación se produce en un contexto de paulatino deterioro de las relaciones institucionales entre La Zarzuela y La Moncloa, cuyo episodio más visible tuvo lugar en Paiporta


Ahora Sánchez pretende que el Rey se sume a unos actos con un evidente contenido político patrocinados de facto por el PSOE con la coartada de que los organiza institucionalmente La Moncloa. Pero ese centenar de actividades cuyo único objetivo es provocar más fractura social en España, más polarización ideológica y el aprovechamiento del antifranquismo como lema identitario, o incluso como comodín electoral, sólo refleja la obsesión de Sánchez por resucitar fantasmas del pasado en beneficio propio. Sus muletillas preferidas son el franquismo, la ultraderecha, el muro divisor de España en dos mitades y, en definitiva, la identificación de la derecha con un peligro público para España, y la de la izquierda, con los derechos, las libertades y el progreso. Nada más falso que su concepción de la democracia como un sistema para fragmentar y dividir en lugar de unir y reconciliar. Por eso el Rey no debería acudir al acto. No sólo porque está diseñado bajo un falso disfraz de institucionalidad, sino porque es contrario al papel moderador que nuestro sistema constitucional asigna a la Corona.

El dilema planteado por Sánchez es complejo. Si el Rey asiste, lo hará a un acto de partido encubierto. Si no asiste, la izquierda tendrá barra libre para censurar que no ‘celebre’ la muerte de un dictador. Pero además, Sánchez se arroga los actos en favor del PSOE, que es un partido que no cuenta ni con la mayoría del Congreso ni del Senado, y que se ha vinculado a partidos separatistas, nacionalistas o directamente proetarras. Tampoco cuenta con la lógica de los tiempos. Más bien utiliza en su beneficio político la historia a conveniencia. Las libertades en España no se recuperaron en 1975, cuando murió Franco, sino tras las elecciones democráticas de junio de 1977. Sánchez pretende apropiarse de la desaparición de un régimen como si hubiese sido el socialismo el responsable de ello, olvidando deliberadamente que Franco murió enfermo y en la cama.

Sánchez se empecinó en rentabilizar en solitario la exhumación de los restos de Franco del Valle de Los Caídos… pero ahora quiere vincular a la Corona de manera sectaria

Implicar a la Jefatura del Estado en una conmemoración de estas características es algo que La Moncloa no debió ni siquiera plantearse. De hecho, Sánchez se empecinó en rentabilizar en solitario la exhumación de los restos de Franco del Valle de Los Caídos… pero ahora quiere vincular a la Corona de manera sectaria, ideológicamente improcedente y pervirtiendo la historia. El PSOE puede celebrar lo que le venga en gana, con apoyo del Congreso o sin él, el Senado, las autonomías o los Ayuntamientos. Lo que no debería hacer es tratar de someter a las instituciones a una ‘celebración’ de partido con la historia como excusa y la manipulación como herramienta. La Monarquía parlamentaria, que es precisamente lo que la herencia más directa del franquismo nos dejó como el mejor legado de la Transición, no puede instrumentalizarse de forma tan burda, torticera y deshonesta como hace el sanchismo. Las libertades en España no llegaron con Sánchez. El presidente del Gobierno lo sabe, la Corona también, y los españoles, desde luego. No acudir a un acto de celebración de la muerte de un dictador no significa apoyar a un dictador, por mucho que Sánchez quiera dividir a los españoles entre buenos y malos. No es sólo la trampa que tiende a la Corona. Es la trampa que lleva siete años fabricando a todos los españoles.

 

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