Opinión

Ahora es 'Lo que el viento se llevó'; después, le censurarán a usted

Los puritanos saben que su supervivencia depende de su capacidad para inventar causas que les permitan extender cada vez más el manto de la censura

Dijo Spike Lee de La milla verde que era una película racista, pues dibujaba a su protagonista como el típico negro granjero que tenía poderes de curandero, algo que podía llevar a atribuir ese estereotipo a la población afroamericana. Desde entonces, al autor del guión original -que era un libro-, Stephen King, le martirizaron por la imagen que transmitía en sus novelas de los negros. Incluso le llegaron a colgar la etiqueta de xenófobo. Las críticas no fueron tan descarnadas con Spike Lee, quien denunciaba en sus películas las malas condiciones de vida de la población 'de color' en las ciudades estadounidenses mientras la seducía con todo tipo de anuncios de las zapatillas Nike Air Jordan, que, a 200 dólares el par en algunos casos, eran, sin duda, el mejor reclamo para un pobre. Quien te defiende, a la vez, trata de seducirte con productos que no puedes comprar.

Hay acciones publicitarias que resultan todavía más incongruentes, por chafarderas y por oportunistas. La multinacional audiovisual HBO anunciaba el pasado miércoles la retirada de Lo que el viento se llevó del catálogo de su plataforma en streaming y lo hacía en paralelo a las protestas y disturbios del movimiento 'Black lives matter'. La explicación que ofreció la empresa es que el filme fomenta los estereotipos racistas, cosa que considera nociva para la sociedad.

Quizá dentro de unos años haya que hablar de la Guerra de Secesión estadounidense como un conflicto que se generó por “cosas de blancos”, obviando cualquier referencia a la discrepancia entre los contendientes sobre el mantenimiento de la esclavitud en su territorio.

Quizá dentro de unos años haya que hablar de la Guerra de Secesión estadounidense como un conflicto que se generó por “cosas de blancos”.

Lo más llamativo es que la videoteca de esa compañía incluye otras obras que no dejan en un especial buen lugar a la población afroamericana, como la extraordinaria The Wire, que desmenuza el problema del narcotráfico en los barrios de Baltimore. Lo mismo ocurre con los italo-americanos en Los Soprano, donde son descritos como una panda de criminales con devoción por las albóndigas, los cannoli y las mujeres. Como en Uno de los nuestrosÉrase una vez america, El Padrino, Una historia del Bronx o Donnie Brasco. Todas son fantásticas, pero claro, retratan a los peores individuos de 'las minorías'.

La lista de afrentas cinematográficas es enorme, pues, por ejemplo, resulta a todas luces escandaloso el personaje japonés de Desayuno con diamantes, que era bajito, miope e histriónico. Lo mismo ocurre con El expreso de medianoche, que se ceba con los turcos y con los locos; o con Braveheart, donde Mel Gibson incurre en los más nocivos constructos sociales sobre la masculinidad.

En El precio del poder, se dibuja a los cubanos como excéntricos traficantes de cocaína, en El Planeta de los Simios, los primates oscuros son más simples; y en la experimental Soy Cuba, el negro vende fruta y los blancos van a la universidad. Incluso en Amanece que no es poco se atribuye al 'moreno' del pueblo una simpatía desmedida y unas “buenas prestaciones sexuales”, lo que también es injusto, pues también puede generar un estereotipo.

El arte racista

La monstruosidad de los creadores no sólo se limita al cine, pues también afecta a otras artes, porque habría que tender una lona sobre El bufón de calabacillas por mostrar una imagen burlesca de los deficientes mentales; o sobre La lucha de los mamelucos, dado que parece indicar que aquello era cosa de africanos, cuando en realidad fue responsabilidad de los blancos. Hablando de los galos, quizá habría que eliminar el acento ruso o francés de los doblajes de las películas, dado que ayuda a perpetuar estereotipos nocivos. No lea tampoco usted El lazarillo de Tormes, podría invitarle a la aporafobia. Y ni hablar del machismo recalcitrante de Quevedo, quien escribió: “Las mujeres inventaron excesivo gasto a su adorno, y así, la hacienda de la república sirve a su vanidad. Y su hermosura es tan costosa y de tanto daño a España, que sus galas nos han puesto necesidad de naciones extranjeras, para comprar, a precio de oro y plata, galas y brujerías”.

No todo son malas noticias, dado que Netflix decidió mostrar a un Aquiles negro en su patética versión de Troya, de modo que nadie pueda llegar a pensar que la mitología griega está exenta de afroamericanos, que también combatieron con orgullo en Asia Menor. Pero bueno, el rigor histórico es lo de menos, dado que hay que ser inclusivos. De hecho, no hay feria medieval en España donde no se vendan hamburguesas y kebabs. ¿Cómo criticar a un Aquiles negro?

La voracidad de los intransigentes sacerdotes de lo políticamente correcto nunca mermará, pues los puritanos saben que su supervivencia depende de su capacidad para inventar causas que les permitan extender cada vez más el manto de la censura. El poder político y económico hace tiempo que se dieron cuenta de que podían extraer rentabilidad de las mayores estupideces de lo polite, de ahí que se respalden muchas veces sus reivindicaciones.

La voracidad de los intransigentes sacerdotes de lo políticamente correcto nunca mermará, pues los puritanos saben que su supervivencia depende de su capacidad para inventar causas que les permitan extender cada vez más el manto de la censura.

Poca duda cabe que el Partido Demócrata de Estados Unidos sacará rentabilidad de la lamentable muerte de George Floyd, del mismo modo que HBO tratará de incrementar su número de abonados tras la patética retirada de su catálogo de Lo que el viento se llevó, pese a que mantiene obras que, puestos a hilar fino, pudieran ser consideradas más xenófobas. En esos casos -como The Wire- no hay censura, dado que, al contrario que el clásico del cine, son todavía un buen reclamo para el público que se suscribe a estas plataformas, al pertenecer a la edad de oro de las series de televisión, que es la contemporánea.

Los incontables gestos de estas empresas para con las causas o padecimientos de moda resultan tan difíciles de creer como cargantes. Lo que llama la atención es que las generaciones que han crecido entre unas mayores dosis de libertad sean tan permeables a este tipo de mensajes, pero es algo que también se explica en el bombardeo propagandístico y publicitario que reciben al respecto, ante el que es lógico que se sientan abrumadas.

Esta semana ha sido el turno de Lo que el viento se llevó. La próxima, podría ser el de usted.

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