En los últimos 40 años se ha multiplicado el número de trabajos de investigación publicados, algo que también ha conllevado un fenómeno conocido como fraude científico. Diferentes expertos de ámbitos como la Ciencia o la Ética se reunieron en Madrid esta semana para debatir sobre el citado fraude, que también se ha multiplicado notablemente en los últimos tiempos y que amenaza la competencia y credibilidad del mundo de la investigación.
El error supone inducir datos ciertos de buena fe, mientras que el fraude implica una falsificación a conciencia. El primero se subsana, pero el segundo se retracta, algo que puede tardar años
"El fraude es cualquier forma de mala práctica que tenga el interés primario de engañar o ejercer una conducta contraria a la ética o la deontología científica", explica Miguel García, presidente de la Comisión de Ética del CSIC. Sin embargo, parece no haber una definición comúnmente aceptada sobre algo que, en palabras de Emilio Bouza, patrono de la Fundación Ciencias de la Salud, es la negación esencial del hecho científico. "En EEUU ya no se llama fraude sino mala praxis, e incluye tres aspectos: fabricación -inventarse los datos sin hacer la investigación-, falsificación -los resultados existen pero de alguna manera se manipulan- y plagio -apropiación de ideas, procesos o resultados de otras personas-", ilustra García.
Lo que sí es importante para saber de qué se habla es hacer una diferencia entre el fraude y el error, como explica Fernando Cossío, presidente de Ikerbasque, Fundación Vasca para la Ciencia. "El error supone inducir datos inciertos pero de buena fe, mientras que el fraude implica falsificación a conciencia de datos incluidos en una publicación. El primero se subsana, y para el segundo se utiliza la retracción", matiza. De hecho, según los datos aportados en la jornada "El fraude científico a examen", uno de cada diez mil trabajos se retractan, aunque la cifra ha ido aumentando en los últimos años. Además, el 80% de las retractaciones vienen de 30 laboratorios de todo el mundo, lo que apunta a que esto puede convertirse en una práctica habitual en algunos autores.
El problema en los casos en que se detecta una fraude científico es, según los expertos, que se tarda demasiado entre que se publica el estudio incierto y se produce la retractación, si bien es cierto que con la creación de algunas webs se ha conseguido que todo se pueda valorar más rápido. "Uno de los casos notorios fue el estudio que relacionaba la vacuna MMR con el autismo, que se saldó con 12 años de reacción hasta que se retiró el artículo", comenta Santiago Lamas, director del Centro de Biología Molecular Severo Ochoa (CBM).
La reputación de científicos e instituciones se basa cada vez más en indicadores bibliométricos, y se han creado índices de impacto que influyen en la promoción profesional
Promoción de la integridad científica
Uno de los aspectos en los que están de acuerdo los expertos es en la necesidad de prevenir los comportamientos fraudulentos promoviendo una cultura de la integridad científica a través de la educación, "del desarrollo de aspectos teóricos y prácticos, porque esto tiene también una dimensión ética, depende de cuánto estén formadas las personas", expone Lamas. Para él, la integridad científica es un concepto muy amplio que tiene su vertiende individual y la institucional. Además la integridad engloba términos como la honestidad para pensar, diseñar y presentar un determinado estudio con la máxima transparencia, la fiabilidad de que los resultados presentados se han reproducido muchas veces, la objetividad de que las conclusiones no se malinterpretan o la imparcialidad, reflejada en que no se está sometido a presiones externas de ningún tipo para presentar los resultados.
Pese a estos grandes criterios, existe la creencia de que defraudar actualmente tiene más beneficios que perjuicios. "¿Por qué se produce? Hoy día la reputación de los científicos y de las instituciones se construye en muchos casos sobre comunicaciones científicas publicadas en revistas internacionales. La promoción profesional se basa cada vez más en indicadores bibliométricos, y se han creado incluso índices de impacto, que calculan la repercusión a partir del número de citas obtenidas y del número de artículos publicados, como hace el índice Garfield, por ejemplo", explica Fernando Cossío.
Escasas consecuencias
Pese a las buenas intenciones y al clamor general de la comunidad científica para atajar este problema, la mayoría coincide en que las consecuencias del fraude apenas son notorias, con sólo 4 o 5 casos en los que los responsables han terminado siendo encarcelados, de manera que no se puede decir que esto tenga un efecto disuasorio. Uno de ellos es el de Steven Eaton, primer científico británico con pena de tres meses de prisión por falsear datos sobre experimentos con medicamentos contra el cáncer.
"Estamos hablando de una epidemia del fraude que hay que diagnosticar para prevenirla y curarla, y se deberían poder sancionar legalmente esas conductas. Apenas hay 4 o 5 casos de cárcel"
"El fraude ha existido desde que existe la ciencia, y limpiar la base de datos de evidencias después del fraude será muy difícil. La investigación aporta muchísimo a la humanidad pero también tiene esta parte más oscura. La conducta fraudulenta supone un despilfarro de fondos y de tiempo, la destrucción de carreras profesionales, un daño importante en la confianza del público sobre la ciencia, la medicina, los médicos, y a veces incluso la muerte de sujetos", advierte Peter Stonier, director de Education & Training de la facultad de Medicina Farmacéutica de Londres.
En la misma línea se manifiesta Emilio Lora, presidente del CSIC, que recuerda que quien miente de manera deliberada está haciendo daño a muchos aspectos y comete un delito contra todo y contra todos, ya que pone en cuestión la honorabilidad de la profesión sobre la que descansa la confianza ciudadana. "La creencia más extendida entre la ciudadanía es que el médico o científico yerra pero no miente, pero el coste del fraude científico en España y Europa es relativamente modesto para el daño que causan. Se debe ser muy estricto porque esto atenta contra la naturaleza misma del quehacer científico, que sólo se puede llevar a cabo con inteligencia pero con escrupulosa honradez", alega.
Por eso los expertos reclaman más mecanismos de prevención del fraude y también, mayores consecuencias una vez que se detecta. "Estamos hablando de una epidemia del fraude que hay que diagnosticar para prevenirla y curarla, y se deberían poder sancionar legalmente esas conductas. Existen mecanismos para prevenir, pero necesitamos directrices científicas y guías de buenas y malas prácticas, códigos que sancionen la mala conducta y pueda ser enjuiciada por la Justicia", concluye Stonier.
Otros fraudes sonados
Joachim Boldt: pasó de ser un estandarte clínico internacional a estar acusado de falsear datos en más de 90 estudios.
Hwang Woo Suk: líder en la investigación sobre células madre y condenado a dos años de prisión por un tribunal en Seúl.
Hisashi Moriguchi: mintió sobre la curación de seis pacientes a partir de células madre.
Caso Gelsinger: la muerte de un paciente en 1999 por terápica génica puso en duda todo el protocolo de investigación empleado.