Lo tremendo del caso Ausbanc y Manos Limpias no es que unos facinerosos hayan escogido la más honorable de las fachadas a su alcance para perpetrar sus golfadas, cosa que está dentro de la lógica porque los verdaderos sinvergüenzas no suelen agruparse en sindicatos con ese nombre, sino introducirse en instituciones y ambientes de suma respetabilidad, no son tontos. Lo espeluznante es que buena parte de los supuestamente extorsionados han colaborado con esa siniestra y grotesca máscara de defensa de los más débiles.