Tecnología

DeepSeek resucita el fantasma de Nokia: ¿se acerca el fin de Google?

Los sucedido con la app asiática es un aviso a navegantes. Un dardo al corazón de Silicon Valley lanzado desde Pekín con suma precisión

  • Imagen creada con Inteligencia Artificial (Grok 2)

DeepSeek ha entrado como un elefante en una cacharrería. Un poco por todo. Primero, por la escabechina que causó en el valor de las tecnológicas norteamericanas hace solo días, con 600.000 millones de dólares de pérdidas, cuyas dos terceras partes las sufrió el fabricante de procesadores Nvidia. Segundo, por la dimensión que la noticia alcanzó en los medios de comunicación, y tercero, porque la herramienta ha sido un éxito.

Los sucedido DeepSeek es un aviso a navegantes. Un dardo al corazón de Silicon Valley lanzado desde Pekín con suma precisión. Quince días antes de la debacle la aplicación hacía acto de aparición en la tienda de apps de Apple (AppStore) y en dos semanas los usuarios dictaron sentencia. Alcanzó el primer puesto entre las más descargadas. Además, ha sido desarrollada con peores procesadores y a un coste inferior respecto a sus rivales. Una jugada maestra cuyas claves ya contamos en este diario.

La norteamericana OpenAI, creadora de ChatGPT, se frotó varias veces los ojos para ver si lo que estaba sucediendo era cierto. En Google se dispararon las búsquedas para conocer quién estaba detrás de DeepSeek, mientras en Washington Donald Trump y sus palafreneros tecnológicos, con Elon Musk al frente, veían reducido el nivel de sus humos en cuestión de minutos, ese fue el tiempo que tardó en desplomarse el valor de las acciones de Google, Apple, Facebook o Tesla, entre otras.

Sam Altman, el fundador de Open AI, reaccionaba al ímpetu de DeepSeek lanzando días después actualizaciones de ChatGPT para Europa, un continente con poco que decir si hablamos de IA o tecnología en general, pero formado por 400 millones de personas que también usan o usarán Inteligencia Artificial. Un bocado muy apetecible. La guerra por la IA ha comenzado. Una guerra pacífica, pero una guerra al fin y al cabo. Similar a la carrera por el espacio que Estados Unidos y Rusia emprendieron a mediados del siglo pasado, y que sentó las bases del futuro.

Un ejemplo de cómo y a qué nivel se está hinchando la burbuja de la IA está en Safe Superintelligence, una empresa dirigida por uno de los fundadores de OpenAI cuya valoración es de 5.500 millones de dólares, a pesar de no haber lanzado ningún producto y tardará al menos dos años en desarrollar su propio sistema de Inteligencia Artificial

Habrá muertos en el camino. ¿Podría ser Google uno de ellos? Todo es posible. Pensemos en Nokia. El fabricante y vendedor número uno de teléfonos móviles en todo el mundo allá por 1998 acabó desapareciendo porque no supo adaptarse a la velocidad de los cambios tecnológicos. Y fue precisamente Google quien acabó con su hegemonía, quien la bajó a los infiernos. Nokia tenía los mejores teléfonos, pero entonces apareció Android, un sistema operativo que convertía lo que era un cacharro fundamentalmente para hacer llamadas y recibir mensajes de texto en una navaja multiusos que se ha llevado por delante inventos como linternas, calculadoras, brújulas, radios... Google ofreció Android a Nokia -como al resto de fabricantes-, pero los finlandeses, con un punto de arrogancia, apostaron por Symbian. Cuando las cosas se tornaron más feas migraron a Windows (en 2011), pero fue otro error. 

El usuario (cliente) no perdona. No se casa con nadie. Apuesta por aquello que le es más útil. Quienes usamos la Inteligencia Artificial a diario cada vez lo hacemos de una forma más intensa; dejamos de utilizar Google para determinadas búsquedas, porque la IA es más ágil, más rápida y más precisa en las respuestas. Google trabaja en su propio motor de IA, Gemini, pero necesita que sea el mejor de todos para mantener su posición de monopolio en las búsquedas en Internet. El golpe de DeepSeek le ha recordado a Google una máxima en los negocios: Nada es para siempre. ¿Estará a tiempo de mantener su liderazgo?

Larry Page y Sergey Brin alumbraron Google cuatro años después de Yahoo!, en 1998, y en menos que canta un gallo se hicieron con el mercado mundial de los buscadores. ¿El motivo? El algoritmo era mucho más sofisticado y ayudaba mucho más de prisa y de forma certera a solventar las dudas de los usuarios. No hizo falta más que una pantalla en blanco, la palabra Google y una pequeña cajita para introducir las búsquedas. Eso fue todo. Y eso es hoy en día. Bastó con un algoritmo bien trabajado para acabar con Yahoo!. Lo importante era el contenido, que no el continente. Ahora sudede lo mismo. Las interfaces de las distintas plataformas son muy similares a la propuesta por ChatGPT, pero la capacidad de procesar y entender al usuario es lo que marcará la diferencia.

A medida que los motores de IA vayan puliéndose dejaremos de usar Google -si sus fundadores no lo remedian-. Para qué buscar una foto en fuentes abiertas si puedo decirle directamente a la IA que me genere una a medida. Para qué buscar en medios de comunicación cuánto ha ganado un presidente del Ibex en los últimos años cuando DeepSeek lo recoge en menos de dos segundos en una sola pantalla. Para qué ir a Google Translator si ChatGPT traduce en varios idiomas simultáneamente. Para qué ir en carruaje si existen los coches. Para qué hacer fuego si existe la calefacción.

Riesgo de burbuja

Como ya ha sucedido anteriormente, tampoco es descartable que la burbuja se acabe pinchando y llevándose por delante a gran parte del sector. Sucedió en los alboresde Internet. Solo hay que recordar el caso de Terra, el más cercano al mercado español.

Es algo que de alguna manera ha recalcado recientemente Robin Li, CEO de Baidu, el gigante tecnológico chino. Como otras tantas empresas, ha realizado inversiones millonarias en su propio chatbot (Ernie) pero no las tiene todas consigo. Considera que es más que posible que al final la burbuja reviente. Li ha manifestado en varias ocasiones que lo que se vive hoy con la IA ya se vio en la burbuja de las puntocom en 1999. El directivo considera que cuando  todo estalle solo quedarán un 1% del total de las empresas dedicadas a la Inteligencia Artificial.

Un ejemplo de cómo y a qué nivel se está hinchando la burbuja está en Safe Superintelligence, una empresa dirigida por uno de los fundadores de OpenAI cuya valoración es de 5.500 millones de dólares, a pesar de no haber lanzado ningún producto y tardará al menos dos años en desarrollar su propio sistema de Inteligencia Artificial. No es la única en su especie. Hay muchas más. Los fondos no dejan de invertir en un sector que será el futuro, pero sin un número de actores de relevancia definido para cuando llegue ese futuro. Palos de ciego. O no. El tiempo lo dirá.

 

 

 

 

 

 

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