El 7 de octubre de 2017, el Gobierno publicó en el BOE las nuevas normas para acceder al bono social eléctrico. Esta medida fue diseñada para paliar el problema de la pobreza energética, que afecta a un 10% de la población española, aproximadamente 4,5 millones de personas, tal y como reconocía el Gobierno en ese mismo documento.
El término de pobreza energética fue acuñado en Reino Unido en el año 1990 por la investigadora Brenda Boardman, que lo definió como la “incapacidad de un hogar de obtener una cantidad adecuada de servicios de la energía por el 10% de la renta disponible”. Según la Asociación de Ciencias Ambientales (ACA), la pobreza energética se da por una combinación de tres factores: la renta familiar, los precios de la energía y la eficiencia energética de la vivienda.
El aumento estacional de mortalidad
Desde la Asociación de Ciencias Ambientales advierten que las temperaturas inadecuadas en el hogar aumentan el riesgo de padecer enfermedades y de una muerte prematura. En su informe, publicado en 2017, destacan el fenómeno conocido como ‘excess winter mortality’, el aumento estacional de mortalidad que se produce en los meses de invierno. España se sitúa como uno de los países europeos con mayor tasa de mortalidad adicional de invierno, con un 21%.
ACA advierte que no todas las muertes que se producen en los meses invernales se pueden atribuir a la pobreza energética. Sin embargo, contando con que sólo un porcentaje de estos fallecimientos son consecuencia directa de las temperaturas extremas en los hogares, el informe indica que la pobreza energética podría estar detrás de entre 2.300 y 9.300 muertes al año en España. Esta cifra se respalda en estudios comparativos llevados a cabo en Reino Unido e Irlanda, que señalaron a la pobreza energética como causante de entre el 10 y el 40% de la mortalidad estacional. La OMS, por su parte, estima que la proporción está en el 30%.
Enfermedades relacionadas con la pobreza energética
Las enfermedades generadas por la mala adecuación térmica de los hogares se pueden dividir en tres grandes grupos: las respiratorias, las cardiovasculares, y las mentales. Las personas mayores de 60 años son más vulnerables a contraer enfermedades pertenecientes a los dos primeros grupos, mientras que los niños y los adolescentes son los más propensos a desarrollar enfermedades psiquiátricas y problemas de desarrollo.
Las enfermedades respiratorias son las más fáciles de vincular con la pobreza energética. Desde Fuel Poverty Group, un proyecto dedicado a combatir este fenómeno, destacan el aumento de enfermedades como los constipados, las bronquitis o las infecciones respiratorias derivado de vivir en malas condiciones térmicas. Indican que, según un estudio británico realizado por los investigadores J. Rudge y R. Gilchrist, existe una relación directa entre el aumento de la frecuencia de las visitas al médico por problemas respiratorios y la pobreza energética. Señalan que los hogares fríos y húmedos facilitan la aparición de hongos, que impactan directamente en la resistencia a este tipo de enfermedades. Además, destacan que los niños que habitan en lugares demasiado fríos tienen más probabilidades de desarrollar asma.
El sistema circulatorio también se ve afectado por la pobreza energética a largo plazo. Fuel Poverty Group advierte que la presión arterial aumenta significativamente cuando estamos expuestos a temperaturas inferiores a 12 grados. El frío prolongado en el hogar también puede causar problemas de trombosis, ya que las bajas temperaturas tienden a espesar la sangre. Los ancianos son el grupo más vulnerable a sufrir complicaciones en su sistema circulatorio a causa del frío.
La pobreza energética también afecta a la salud mental, según indica un estudio realizado por la British Medical Association en 2014. Su departamento de equidad sanitaria, el UCL Institute of Health Equity, recopiló varios informes que demuestran que el aumento de la temperatura de los dormitorios reduce el riesgo de padecer enfermedades como la depresión y la ansiedad. El estudio también señala que, mientras que sólo el 4% de los jóvenes que viven en condiciones energéticas aceptables sufren problemas mentales, el porcentaje se dispara hasta el 28% en los casos de jóvenes que padecen pobreza energética. También afecta a los niños: El 10% de los menores que viven en casas extremadamente frías dicen sentirse infelices, frente al 2% que viven en condiciones normales.
Los problemas de salud vinculados a la pobreza energética van mucho más allá de los casos puntuales y los accidentes domésticos. Las complicaciones respiratorias, cardiovasculares y psiquiátricas, e incluso la muerte prematura, son todas consecuencias directas de la insuficiencia energética en los hogares. Por ello, organizaciones como Cáritas o Cruz Roja han elaborado campañas de concienciación en los últimos años, y han solicitado la colaboración de las eléctricas para acabar con esta lacra.