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Escisión en el PSOE o bloqueo político

El resultado electoral no puede ser más sanchista. Las salidas del bloqueo político son pocas y quiméricas. Alberto Núñez Feijóo había declarado

  • El secretario general del PSOE y presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en el último Comité Federal -

El resultado electoral no puede ser más sanchista. Las salidas del bloqueo político son pocas y quiméricas. Alberto Núñez Feijóo había declarado en campaña su aspiración a que “el PSOE se resetee y vuelva a ser un partido de Estado”. Con los escaños ya repartidos, volvió en la noche del domingo sobre la idea de la abstención del PSOE. Es una salida, pero inviable. El partido al que se refiere no existe. El quinquenio negro de Pedro Sánchez lo ha inutilizado para cumplir esa función de interés nacional. Hoy la organización socialista es aún más dependiente de aquellos partidos que  sin complejo declaran el objetivo de dirigir el Estado para destruirlo.

De hecho, el poder institucional socialista se concentra hoy donde tiene acuerdos con ellos en País Vasco, Navarra, Cataluña, mientras, en Baleares y Comunidad Valenciana, solo gobernarán si suman con el soberanismo. El Partido Socialista de Sánchez, y no existe otro, sigue en la táctica de bloqueo del “no es no”. Si hoy se celebrara un congreso socialista, estaría controlado por la dupla Sánchez-Iceta. Los García-Page –“con esos ni a la vuelta de la esquina”- son minoría. Creer que puede volver el PSOE del bipartidismo es solo un espejismo.

Solo cabe esperar, si queda algún resto de vida inteligente en algún rincón del partido, una escisión, minoritaria, pero suficiente

La alegría desbordante de la noche electoral en Ferraz, pese a la derrota, demuestra hasta qué punto el Partido Socialista tiene asumida su sumisión a los proyectos secesionistas. No hay refundación posible. Solo cabe esperar, si queda algún resto de vida inteligente en algún rincón del partido, una escisión, minoritaria, pero suficiente. Es su única salida para volver a cumplir la función de partido de Estado que antes ejercían los socialistas. Son 40 diputados, los necesarios para impedir que Sánchez se ponga al servicio de ERC, JxCAT, EH Bildu y PNV, ahora más decisivos que nunca. Apenas 40 diputados para impedir que España se someta definitivamente a sus enemigos declarados.

Razones para que esa escisión se produzca existen. No es racional mantener juntas la mayoría que se ha encadenado al proyecto de Estado plurinacional y la minoría que se presenta ante los electores como enemiga acérrima de quienes amenazan la unidad de la Nación. Tras la experiencia sanchista, Iceta y Alfonso Guerra no pueden formar parte del mismo partido. Un ejemplo entre miles. Dos días antes del domingo electoral, se votó en el ayuntamiento de Gerona una moción para “romper lazos con la Monarquía española”. Los concejales socialistas se abstuvieron. Esos cargos públicos, como los 39 exministros que firmaron su apoyo al sanchismo, son mayoría en el partido. Todos se aquietaron cuando Sánchez pactó la eliminación de la sedición en el Código Penal con los delincuentes que fueron condenados por ese delito. De ahí no vendrá la ruptura con la dependencia de esos con los que los socialistas constitucionalistas no quiere tratos.

Creer que es un éxito electoral aumentar la dependencia de las fuerzas independentistas para poder gobernar es un espejismo que no durará mucho

Todos los García-Page serán observados con lupa por sus electores a partir de los datos del domingo. La alternativa a la coalición contra la unidad nacional, que Sánchez intentará con toda seguridad, solo puede ser la escisión de 40 diputados del Partido Socialista. Nunca habrían podido ser más leales al partido de Fernando de los Ríos y a la España del 78. Creer que es un éxito electoral aumentar la dependencia de las fuerzas independentistas para poder gobernar es un espejismo que no durará mucho.

Ha funcionado el marco izquierda-derecha como eje central del proceso electoral, una vez más. Pero se basa en una falacia, y el propio resultado que aumenta la capacidad de decisión de los populismos secesionistas lo demuestra. Estos tipos no van contra Franco, van contra la democracia española. Feijóo marcó la respuesta correcta: “el Estado dejará de ser negociable”. Ahora, una de las posibilidades ciertas de gobierno, con el PSOE atado al proyecto plurinacional, se fundamenta precisamente en eso, en la negociación sobre la naturaleza del Estado.

Los resultados en País Vasco, Navarra y Cataluña muestran hasta qué punto gran parte de la población ha asumido como inevitables los gobiernos secesionistas con PSOE incorporado

Desafortunadamente, la composición del Congreso de los Diputados va a facilitar, si una reacción en el PSOE no lo evita, los proyectos soberanistas que debilitan a la Nación a conciencia mediante una fórmula que ha tenido éxito durante décadas. Utilizan las infraestructuras que les proporciona la Comunidad Autónoma para ir creando estructuras propias de un Estado. Ahora ya sabemos que las tácticas serán las mismas -sus contables andan ya cuantificando la “deuda”-, pero sería terrible que los socialistas facilitaran cuatro años más de degradación constitucional por esa vía. No hay Estado que pueda resistir una acometida de tal envergadura.

Los resultados en País Vasco, Navarra y Cataluña muestran hasta qué punto gran parte de la población ha asumido como inevitables los gobiernos secesionistas con PSOE incorporado. Eso explica que electorados que se declaran masivamente contrarios a la independencia -75% para el País Vasco- voten ofertas como las que representan los gobiernos de estas comunidades autónomas. Como ocurre con todas las formas de populismos, la incapacidad manifiesta para articular proyectos constitucionalistas alternativos es la explicación para tales contrasentidos. El 23-J lo pone de relieve como una bofetada. El viejo truco de disfrazar la España plural como plurinacional ha arraigado y la traición del PSOE ha convertido el bicho en un problema existencial para la convivencia entre españoles.

Núñez Feijóo se ha situado en la centralidad política, pero sin apoyo suficiente. Felipe González, en esta ocasión, no pidió el voto para las candidaturas socialistas, pero la mayoría del partido ha acampado en un territorio que nada tiene que ver con la socialdemocracia del Norte que inspiró la modernización socialista que él lideró. A Sánchez y acompañantes, que descaradamente se proponen bloquear de nuevo la política del país, no se les puede permitir que continúen degradando la democracia española. El patriotismo de 40 diputados socialistas podría impedirlo. Solo tendrían que observar cómo huelen la sangre los enemigos de la España constitucional.

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