Una prostituta ejercía mientras el socialismo proclamaba en Feria Valencia su hoja de ruta para sacar adelante una ley que finiquite la prostitución en España. Mónica (nombre ficticio), ganó más de 1000 euros con dos servicios a lo largo de ese fin de semana (16 y 17 de octubre). Para ella, miembro de una ínfima minoría en España que ejerce la prostitución de forma libre, esta propuesta aún en pañales del PSOE podría suponer un vuelco en su vida.
Me recibe en su piso del Ensanche de Vallecas, un apartamento de cien metros cuadrados y tres habitaciones que podría dar cobijo a una familia numerosa sin ningún problema. En la mesa del salón, donde deja una bandeja de porcelana que transporta café y pastas, destaca una preciosa edición de 'Crimen y Castigo'. Cuando caza mi gesto de admiración en lo que termina de acomodarse en la butaca, me dice: "descubrí que amaba el folclore eslavo cuando apenas me faltaban tres asignaturas para terminar filología inglesa".
La historia de Mónica es la concatenación de decisiones aparentemente erróneas que la han llevado a tener la vida que sus padres pensaban que le otorgaría tener estudios universitarios. Ahora, casi tres años después de su primer 'servicio', no quiere abandonar la profesión que le ha doctorado en el oficio de vivir.
Prostituta por orgullo
"Cuando terminé mi carrera por la pública, quería aumentar un poco más mis opciones de encontrar trabajo pronto haciendo el máster de profesorado por la privada. Mis padres, 'curritos' de toda la vida, se negaron a darme el capricho habiendo la misma formación en la universidad pública, una que sí podían costear. Yo tenía 23 años y era bastante gilipollas, la verdad. Una niña no mimada, pero sí bastante consentida, que no aceptaba una negativa. Pero aquella vez fui más allá", relata Mónica.
"Acababa de romper con mi novio de la adolescencia, con el cual llevaba siete años. El cabrón me dejó por una nota de voz y me bloqueó en todas las redes sociales. Semanas después supe que me la estaba 'pegando' desde hacía meses con otra. Imagino que se vio entre la espada y la pared y decidió romper así de mal. Se me juntó todo, el berrinche por la ruptura y el enfado con mis padres por no hacer un esfuerzo que yo consideraba justo dada mi siempre excelente hoja de servicios en los estudios y mi buen hacer en casa", explica.
"Así que perdí el control de mí misma. Escribí a Laura (nombre ficticio), una amiga de la playa. Nosotros veraneamos durante muchos años en Torrevieja. Allí tenía mi grupo de amigos, y Laura era con quien más confianza tenía. Ella venía de una familia absolutamente disfuncional, y con 18 años se metió en el oficio en varios clubes de allí".
"Hacía seis meses en los alrededores de la localidad alicantina y otros tantos en Madrid. La llamé y le expliqué mi idea. Me puso de vuelta y media y me colgó. Se enfadó de forma tremenda porque ella lo había hecho por pura supervivencia y yo lo quería hacer por despecho. Quería ganar dinero para el máster y callarles la boca a mis padres".
Apenas se emociona cuando va dibujando con sus palabras una historia tan lúgubre. "Seguí insistiendo a Laura las semanas siguientes hasta que se dio por vencida y me puso en contacto con su 'jefa', una mujer valenciana con mucha mala hostia y que se encargaba de más de cien mujeres. Yo sabía, a raíz de hablar largo y tendido con Laura, que la vida útil en el oficio es cruelmente corta. Pasas de los sitios de postín a clubes de mala muerte en apenas tres años. Y debías darte con un canto en los dientes si tenías un techo y alguien que te acercase a casa después del servicio", detalla.
La primera vez
Su primer trabajo fue en enero de 2019. Recuerda la escena con la exactitud del que rescata de su memoria el episodio más trágico de su vida. "Claro que me acuerdo, joder. No sueño con ello ni tengo 'traumita', pero la que diga que lo ha olvidado miente como una bellaca. Hacía un frío tremendo. Me subí a un bus interurbano (los verdes que salen de Moncloa, aclara) y cuando me bajé en mitad de la sierra no tenía ganas ni de fumar".
"Tuve cuidado de no pedir indicaciones ni llamar la atención, y di con el club de forma sencilla. Entré, pregunté por la persona que me habían dicho y a los diez minutos de reloj estaba en un cuarto cerrado a cal y canto con un humidificador y una televisión enana".
"No pude casi ni hacerme a la idea, ya que entró un hombre de unos cuarenta años barrigón, más educado de los que tendría que tratar en los meses siguientes. Se preparó, me quitó las bragas y empezamos. La primera vez que me follaron sentí que estaba haciendo lo correcto, pues no me dio asco ni nada por el estilo. Terminó rápido, algo que tengo comprobado que es universal en la prostitución, recibí mi dinero y me tomé una Coca-Cola".
La primera vez que me follaron sentí que estaba haciendo lo correcto, pues no me dio asco ni nada por el estilo
"Allí estuve año y medio, hasta que me di cuenta que mi cuerpo y mis dotes daban para mucho más que estar en ese antro de mierda. Había ahorrado durante aquel año y medio, así que alquilé una habitación en la colonia de los taxistas y me establecí por cuenta ajena. Me costó salir, la verdad. Me presionaron bastante pero sin poner en peligro en ningún momento mi integridad física. Cuando cumplí el primer mes como 'autónoma sexual' descubrí que ser prostituta era una de las decisiones más acertadas de toda mi vida".
"El primer año lo hice clandestinamente, en casa conté que trabajaba de camarera en un bar de copas y por las mañanas estudiaba el máster. Pedí un crédito y lo pagué bastante antes de lo previsto. Mis padres lo supieron hace relativamente poco, les costó asumirlo, especialmente por la mentira y el encubrimiento inicial. Había cumplido mi sueño formativo: ser profesora. Pero ahora quería vivir como creía merecer. Y eso sólo podía lograrlo bajándome las bragas".
En apenas 18 meses como freelance del placer, Mónica ha dado la entrada de un piso, adquirido un coche, tiene las vacaciones que siempre soñó y, entremedias, ha conocido a un hombre maravilloso. Un tipo que conoce su situación, la respeta y ama la persona que es hoy. "'Pretty Woman' es una mierda tendenciosa, la vida es mucho más compleja y un 'cachín' más bonita", sentencia.
Marco legal en España
La prostitución en nuestro país se encuentra en estado de alegalidad, no está ni permitido ni penado. El ejercicio libre de la misma no está perseguido en ningún rincón de la geografía nacional. Lo que sí se sanciona es su consumo cuando este se disfruta en zonas públicas, cercanas a lugares destinados por su uso a menores de edad o que entrañen un riesgo para la seguridad vial. La nueva Ley de Seguridad Ciudadana establece multas con cuantías de entre 600 y 30.000 euros. Del mismo modo, los distintos municipios pueden, mediante ordenanzas cívicas, regularla.
Ejercer de forma libre la prostitución tampoco está recogido en el Código Penal, pero este sí tipifica como delitos la prostitución forzada, de menores y el lucro si existe explotación. En la actualidad, un 85% de las mujeres que se venden lo hacen en contra de su voluntad. Una realidad tan bárbara como aplastante. Esta alegalidad existente supone que no pueden estar sindicadas, cotizar, ir a la huelga o tener vacaciones.
Hecha la ley, hecha la trampa. ¿Cómo es posible que haya miles de burdeles por toda España si no se encuentra regulada la prostitución? Sencillo, los locales son dados de alta como restaurantes u hoteles. Vaya usted a comprobar uno por uno. Amén de los pisos de citas absolutamente imposibles de rastrear. Es un submundo tan gigante que si cortas una cabeza salen otras cinco.
Gloria Poyatos, magistrada del Tribunal Superior de Justicia de Canarias, contactada a modo de fuente para este reportaje, considera que la prostitución no delictiva ya es lícita. Define a la perfección cómo está la situación en nuestro país. Lícito y alegal son los dos adjetivos que bañan el complejo océano en el que nadan las trabajadoras sexuales de España.
El PSOE como ejecutor de una realidad compleja
Si ilegalizan la situación en nuestro país, Mónica tiene la baza de la enseñanza, para la cual se ha preparado a lo largo de sus estudios académicos. La inmensa mayoría, sin plan B de ningún tipo, harían lo mismo en países peores. Sabedora de la situación que viven miles de prostitutas, dibuja un plan que cree satisfacer a todas las partes.
"Lo que no puede ser es que con la izquierda en este país no hay término medio: todo o nada. Legalizar ciertas drogas está de puta madre, eso es 'progre' y acorde con la Europa más hippie. Ahora, intentar poner un marco legislativo a la prostitución y ayudar a mejorar la situación de tantas mujeres que están penando... eso no. Prohibir y que se las lleven para el este, donde no durarían un asalto. Mi libertad es elegir a quién me vendo. Dame las herramientas legales para elegir, joder. No me digas qué puedo o no hacer. Qué puta manía", dice con enfado.
Mi libertad es elegir a quién me vendo
"Estas propuestas tan radicales carecen de sentido de Estado. Muchas mujeres que ejercen son extranjeras en situaciones preocupantes. Si legalizas la prostitución, con una normativa bien construida y estudiada, estás dando un futuro, al menos a corto plazo, a todas ellas. Claro que es una mierda ser prostituta y venderse. Yo he elegido, yo pongo mi coño dónde y con quién quiero, pero ellas no".
"Por eso no se las puede dejar tiradas. Hay que darles una alternativa. No blanco o negro. Ojalá no hubiese tenido el ataque de 'niñitis' que tuve y ahora sería maestra sin las tentaciones del dinero. Me meto en el bolsillo cada mes entre 8000 y 10.000 euros limpios de polvo y paja. Ponte tú luego a enseñar a Dickens", apostilla.
Preguntada si cree que alguna ideología arrojaría más luz, niega rotundamente con la cabeza. "Evidentemente que no. Está la derecha para hablar. Si supieras el perfil medio de mis clientes... Padres de familia, con atrezo religioso en forma de anillos y colgantes, banderitas de España y un largo etcétera. Leí un informe de la Fiscalía que decía que en 2019 la prostitución movía cinco millones de euros al día. La verdad, me parece hasta poco. Es un negocio con todas las letras, pero uno que solo pertenece a un pequeño puñado de hijos e hijas de puta. Denle el poder a las que lo ejercemos. ¿Quién pone el coño, las lágrimas y la pena? Pues ya está".
Penitencia y cultura
El café acabó por enfriarse, y con él, el ímpetu conversacional. Saca su móvil, abre la galería y me enseña a Laura. Se ven varias veces al año, siempre en Madrid y viven su vida con la normalidad propia del resto. Vive con comodidad, nadie lo duda, e incluso parece a gusto con su elección, pero quién no habría elegido formar a futuros Dickens antes del arrebato que lo cambió todo.
"Te busqué y vi que te gusta el cine. Si adivinas mi película favorita de Woody Allen (se refería a esta pieza que un servidor escribió)…", comentó entre risotadas. Evidentemente, era 'Poderosa Afrodita'. Acabamos hablando de la segunda temporada de 'The Wire' (la que habla sobre la trata de personas y prostitución), de Dostoievski y de las decisiones que nos empujan a ser quienes somos.
"No me arrepiento de nada de lo que hice. ¿Lo haría de nuevo? Seguramente no, pero tampoco vivo con algún tipo de pesadumbre o nostalgia de lo que pudo ser y no fue. En absoluto. Mis padres me quieren, mi novio me quiere, mis amigos me quieren y vivo bien. Le deseo lo mejor a aquellas que no están en mi situación. Deseo una legislación valiente, concisa y que le otorgue libertad a las que consideran la prostitución como lo que es, un oficio como otro cualquiera", finaliza.