-Hola, querido, acabo de leer en tu periódico que el consumo de la televisión tradicional sigue cayendo a marchas forzadas.
- No será por ti, claro, pero sí, va bajando a la velocidad lógica de los tiempos. Todo el mundo contrata HBO o Netflix o Amazon o Filmin o lo que haga falta. Y eso hace que cada vez se consuma menos la TDT de toda la vida. Es sencillo.
- Ya, pero en tu opinión de experto, ¿por qué pasa eso?
- No soy experto en nada. Solo veo la tele y la juzgo como mejor puedo y entiendo, siempre intentando aparcar prejuicios. Dicho eso, creo que es obvio. El tema se llama calidad. Pagar por Netflix o ver cosas como el tentadero de Telecinco, esa es la cuestión. Pero en este caso no hay duda shakespeariana que valga. Porque la respuesta es demasiado obvia. El ser o no ser de los canales tradicionales consiste en realidad en cómo adaptarse a estos tiempos. Me temo que o se modernizan, mejorando formatos, apostando por plataformas propias -como ya hacen, pero más y mejor- y reduciendo publicidad, o simplemente se irán al garete.
- Pero los datos de audiencia siguen diciendo que cosas como La isla, eso que tú llamas tentadero, siguen gustando a la gente. Sí, gente tan absurda como yo, pero que ve la televisión.
Pagar por Netflix o ver cosas como el tentadero de Telecinco, esa es la cuestión. Pero en este caso no hay duda shakespeariana que valga. Porque la respuesta es demasiado obvia. El ser o no ser de los canales tradicionales consiste en realidad en cómo adaptarse a estos tiempos
- Mira, déjate de ironías sobre lo absurdo. Absurdo es lo que ocurre en el Congreso de los Diputados. Ya te he dicho mil veces que esas cosas del share forman parte del viejo negocio, pero que no son reales. Los tiempos están cambiando. La gente prefiere pagar por la calidad. Y te repito que los canales tradicionales tienen que adaptarse.
- Siempre tan optimista.
- No, al contrario, en este caso soy optimista. Creo que esas cadenas de toda la vida pueden lograrlo, por muchos motivos, pero claro, me parece indispensable que cambien de recetas. Tienen la imagen de marca más que consolidada. Cuentan con la ventaja de ser gratuitas para el espectador. Si necesitan algún cambio legislativo, ahí estarán los políticos. Y así un largo etcétera de razones. Pero cosas como La isla no hacen más que provocar el éxodo de los espectadores.
- ¡Pero si Netflix también ha montado su propio reality!
- Claro, en las batallas hay que cubrir todos los flancos. Fíjate, además, en que las grandes empresas de la tele ya están medio aliadas con las diferentes plataformas de pago. Cada oveja con su pareja. Business is business.
- No me cuentes esas historias, que me dan lo mismo. Yo solo quiero que la tele de toda la vida siga funcionando.
- Yo también, claro, pero te repito que tendrán que cambiar algunas cosas. Innovar. Arriesgar. Lanzarse. Y dejarse de esos realities grotescos y otras cosas de escasa calidad, que quizás den audiencia a corto plazo pero que son una ruina al largo plazo.
- Es horrendo cuanto te pones estupendo. Por cierto, una duda, querido, ¿cuánto tiempo llevas en Vozpópuli?
- Casi cinco años entre mis dos etapas aquí. ¿A qué viene semejante pregunta?
- Nada, a que el otro día, al leer ese artículo sobre el consumo televisivo, me fijé en que el periódico cumple diez años. O sea, que llevas casi la mitad del tiempo de su existencia.
- Sí, puede decirse que soy un veterano de la casa.
- Entonces coincidiste con Baltasar Montaño, ese loco viajero que ha escrito un libro.
- Sí, Sin billete de vuelta se llama la cosa. He leído una parte. Y es una maravilla. Yo se lo regalaría a media humanidad estas navidades.
- ¿Para que cojan el petate y se larguen a ver mundo?
- No, para que reflexionen un poco y, de paso, disfruten con los viajes de ese loco. Y ahora te dejo, que los niños me reclaman.
- Adiós.