Altavoz

Un Bruce Springsteen en estado de gracia culmina con una noche antológica sus tres conciertos en Madrid

Solo quienes estuvieron saben lo que pasó y lo que quedará para la historia: quizá nunca se vuelva a repetir

Bruce Springsteen con el batería de la E Street Band, Max Weinberg, durante un concierto en Madrid.
Bruce Springsteen con el batería de la E Street Band, Max Weinberg, durante un concierto en Madrid. EP

Más de 60 noches ha dedicado Bruce Springsteen (1949, Nueva Jersey) a entretener en los estadios españoles desde 1981. El concierto más largo de su carrera duró casi 4 horas y lo dió en Madrid hace 12 años, cuando tocó 32 canciones para un Bernabéu hasta los topes. Se trata de solo una canción más de las que interpretó anoche en el Civitas Metropolitano en un carrusel frenético de rock e himnos ante más de 55.000 personas... en casi una hora menos.

Las canciones se sucedían una detrás de otra durante la primera hora del concierto sin dejar tiempo para pensar ni para que el artista estadounidense, de 74 años, recuperase el aliento -no le faltaba-.

Con este show, Bruce Springsteen y la E Street Band -que le acompaña desde hace cinco décadas- cerró tres noches históricas en Madrid, una ciudad que no pisaba desde 2016, antes de dirigirse a Barcelona para otras dos citas.

Jake Clemons, Bruce Springsteen y Max Weinberg (al fondo) durante uno de los tres conciertos en Madrid.
Jake Clemons, Bruce Springsteen y Max Weinberg (al fondo) durante uno de los tres conciertos en Madrid.EP

Sprinsgteen sigue en forma. Esa es la respuesta a la pregunta que quizá cualquiera se haga. Uno acude a presenciar el espectáculo de un hombre y quince músicos que se convierte en un maratón musical sin comparación. Vende la tierra prometida y es lo que uno recibe cuando acude a la llamada. Es el último hombre en pie y lo sabe. Canta, baila, ríe y disfruta como un espectador más, como si no fuese el protagonista, el Jefe, sino un mero espectador que se funde con el show.

A estas alturas, se trata de un evento milagroso. Solo quienes estuvieron saben lo que pasó y lo que quedará para la historia

¿Su secreto? Las canciones, las letras. Pero también la interacción con el público, el artista más entregado que uno pueda ver. Por eso, se puede permitir el lujo de trufar un repertorio de 30 canciones con algunas para más cafeteros -su versión de 'Trapped' o 'Cover Me', uno de los cortes menos populares de 'Born in the USA-. En todas ellas el público estaba entregado, igual que en la mítica y pegadiza 'Hungry Heart', 'The Promised Land' o la épica 'The Rising'.

Nils Lifgren, Bruce Springsteen y Max Weinberg (al fondo) durante uno de los tres conciertos en Madrid.
Nils Lifgren, Bruce Springsteen y Max Weinberg (al fondo) durante uno de los tres conciertos en Madrid.EP

Sus músicos están, como él, al más alto nivel y se compenetran en un ejercicio casi equilibrista para hacer que las canciones llenen y lleguen hasta la más recóndita esquina del estadio. No faltan los electrizantes solos de guitarra de Little Steven -mano derecha de Bruce desde hace cincuenta años- y de Nils Lifgren, el ya icónico batería Max Weinberg o el enorme talento del saxofonista Jake Clemnos, sobrino del fallecido y cofundador de la banda Clarence Clemons, a quien se le rinde homenaje con varios vídeos y fotografías en la gran pantalla.

Las tres pantallas gigantes proyectan cada gota de sudor que cae por la frente de Springsteen y hacen que, a pesar de la marea de cabezas en la pista o la gran distancia en la grada, uno pueda disfrutar de cada detalle del show.

Vende la tierra prometida y es lo que uno recibe cuando acude a la llamada

Anoche, cuando uno se sumergía en el cabalgar de las canciones, lejos quedaba el miedo de que volviese a cancelar por una afonía -como hizo en dos fechas anteriores a llegar a Madrid- o de que no estuviese en su mejor nivel vocal o físico tras las dos primeras noches. Cualquiera diría que, después del derroche de energía de tres horas al mejor nivel, Bruce y su banda puedan volver a repetirlo tres noches a la semana y actuar como si fuese la primera vez que lo hacen.

"¿Estáis cansados? ¿Os queréis ir a casa? ¿Creeéis que podéis sobrevivir a la E Street Band?", preguntaba el cantante cuando quedaba media hora para que terminase el concierto. Lo cierto es que podrían haber vuelto a empezar y nadie se habría quejado. En ese punto de éxtasis colectivo el tiempo no pasa.

Bruce Springsteen, Little Steven y Max Weinberg (al fondo) durante uno de los tres conciertos en Madrid.
Bruce Springsteen, Little Steven y Max Weinberg (al fondo) durante uno de los tres conciertos en Madrid.EP

Cuando finalmente llegan himnos como 'Because The Night', 'Born To Run', 'Dancing in the Dark' o 'Born in the USA', es cuando la verdadera magia sucede. Cuando se encienden las luces de todo el estadio y desaparecen los artificios, el humo y la iluminación meticuliosamente medida. Ahí, la canción es todo lo que importa y pareciera que el estadio se fuera a venir abajo.

Pero, pese a todo, la vida continúa después de un concierto de Bruce Springsteen. A estas alturas, se trata de un evento milagroso. Solo quienes estuvieron saben lo que pasó y lo que quedará para la historia: quizá nunca se vuelva a repetir.

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