Hay gente que debería durar para siempre. Gente cuya sola presencia despoja de grisura hasta la vida más anodina. Eso hizo Leonard Cohen, cantar para nosotros; acompañando su soledad con la nuestra, como hacen los tipos duros que nacen con el corazón carbonizado y derriten los nuestros con sus palabras. Mala noticia, pésima, la muerte de uno de los mayores cantautores del siglo XX. Uno que, abierta la veda, pudo optar a Nobel con los ojos cerrados. Gracias a él sabemos que somos feos, pero que siempre nos quedará la música. Esa nana que dedicó a Janis Joplin. Aquel Chelsea Hotel.
“Yo no sabía nada de aquel hombre, por qué había venido a Montreal, por qué se había quitado la vida, pero aquellos seis acordes que me enseñó han constituido la base de todas mis canciones y de toda mi música”, recordó en la entrega del Premio príncipe de Asturias de las Letras. Algo trágico y hermoso había en aquellas palabras dichas en el aire, arrojadas a un teatro sólo como él podía hacerlo. ¿A quién se refería en ese discurso? El primer contacto que tuvo Leonard Cohen con la música fue a los 15 años, cuando compró una guitarra en una casa de empeños. Los primeros acordes que aprendió eran flamencos. Se los había enseñado un chico español, quien le instruyó en la interpretación de las primeras notas. A la cuarta clase, cuando Cohen llamó a su pensión para la siguiente lección, descubrió que el muchacho se había suicidado.
Reservado, acaso algo hosco, y lector desaforado de Federico García Lorca, en 1956, y luego de dejar a los 17 su hogar –una acomodada familia judía de Montreal- , publicó su primer poemario Comparemos mitologías. Viajó a Europa –fueron los años de su visita a la isla de Hidra-, después de la cual publicaría el poemario Flowers for Hitler (Flores para Hitler) en 1964, y las novelas The Favourite Game (1963) y Beautiful Losers (1966).Justo después de tener ya un reconocimiento como poeta y escritor en Montreal, Cohen puso en marcha su carrera en los escenarios de los clubes de folk del barrio neoyorquino del Greenwich Village. Su primer álbum, Songs of Leonard Cohen, editado con Columbia Records, lo colocó de inmediato en la primera línea de los cantautores del momento. En 1977, Death of a Ladies' Man es producido por Phil Spector, lejos del minimalismo habitual del artista. Recent Songs, más clásico, sale a la luz en 1979, y en 1984 Various Positions, un álbum muy espiritual que contiene el célebre Hallelujah.
Mujeriego, sin duda. Y quién no se habría fugado con él. Pues varias, en realidad: con Kelley Lynch; Annie Nico, la musa de Warhol; Janis Joplin; Marianne; Suzanne Verdal, la esposa de un amigo íntimo el escultor Armand Vaillancourt –Famous blueraincoat parece la historia de aquello-. Todas aquellas mujeres dieron lugar a canciones inolvidables, como Janis Joplin con Chelsea Hotel o la versión musicalizada de su poema Suzanne. En 1993, a los 60 años y tras despedirse del mundo de la música con The future, se recluyó en el monasterio de Mount Baldy, en Los Ángeles, para vivir como criado de un anciano monje japonés.
En 1993, a los 60 años y tras despedirse del mundo de la música con The future, se recluye en el monasterio de Mount Baldy, en Los Ángeles, para vivir como criado de un anciano monje japonés. Sin embargo, diez años después, en 2004 cuando, en otra de sus entradas y salidas al monasterio de Mount Baldy, descubre que de sus cuentas se han esfumado millones de dólares. Cohen está en las últimas se vio obligado a hipotecar su casa al descubrir que Kelley Lynch, su mánager y ocasional amante, había desviado más de cinco millones dólares.
A los 73 años, edad en que otros disfrutan de su jubilación, se vio obligado a retomar la música y reemprende las giras hacer. Old ideas, duodécimo disco de su carrera y trabajo que él mismo ha definido como «el más abiertamente espiritual de todos los que había grabado. Se murió preparandp su siguiente disco. Así lo pilló la muerte, haciendo poesía. Seguro, Leonard Cohen le compuso algún verso, recordándole lo guapa que era. Entonces ella, que no pudo resistirse, decidió llevárselo para siempre.