Alfonso J. Ussía (Madrid, 1983) es uno de los grandes valores de nuestra narrativa actual. Lo demostró con creces en Vatio (2021), un crudísimo y divertido retrato de la ciudad de Madrid, hilado en torno a las aventuras -musicales, emocionales y tóxicas- en las que acompañó al legendario Antonio Vega. Ussía confirmó su talento con El puente de los suicidas (2022), un relato coral donde el protagonista es nuestra querencia a quitarnos al vida. Frente a la decisión más triste, el refugio para filosofar es la parroquia del Bar Esperanza, cercano al Puente de Segovia, última estación para muchos de los que abandonan esta vida de forma voluntaria. Ahora Ussía va un paso más allá con Borroka (2023, Espasa), su novela más trepidante, donde intenta que no olvidemos algunos de los tiempos más duros de España, con sus héroes, sus villanos y sus víctimas evitables.
Pregunta. ¿Culés fueron sus motivaciones para escribir “Borroka”?
Respuesta. Leí una encuesta bastante aterradora en la que 6 de cada 10 personas de veintitantos años no sabían quién era Miguel Ángel Blanco. Si a eso le sumas todo lo que está pasando en la política actual respecto al blanqueamiento de ETA, junto a la utilización interesada del relato histórico, que es básicamente negar los hechos, y la matraca de la "memoria democrática” iniciada con Zapatero y ejecutada con este gobierno, pues tenía todos los ingredientes para encender la luz entre tanta oscuridad. Es un tipo de literatura incómoda en la que hay que mojarse. Nos pertenece, nos toca. Todos los que tenemos más de 30 años hemos vivido mientras el terrorismo ponía bombas y mataba inocentes. Cualquier ambigüedad con esto es despreciable. De un cinismo que juega con las víctimas. Parece que es el tiempo que nos toca. Un tiempo de canallas y traidores.
P. Su padre estuvo amenazado y con escolta muchos años, ¿cómo vive esa experiencia y cómo marcó su carácter?
R. Pues era el paisaje habitual. Piensa que desde los noventa fue objetivo prioritario. Si no le mataron se debió, en parte, a que tenía escolta. ETA era muy cobarde. Si había guardaespaldas cambiaban de planes. Pero la verdad es que, desde niño, siempre bailó cerca la posibilidad que le asesinaran, tanto el comando Madrid como el comando Santander. Al final eso te hace vivir el problema muy cerca. Mi padre fue de los pocos escritores que no se quedaron sin tinta ante el terror de ETA. No se puede decir de muchos, la verdad, pero tampoco se le puede exigir al resto que fueran así de valientes. Al final te va marcando un poco el miedo, pero, al mismo tiempo, también te impregnas del coraje de no callarte. Para mí fue un motivo más para admirarle, aunque también implicara que durante muchos años yo no pudiera reservar una mesa para comer o cenar en San Sebastián o moverme por allí con absoluta tranquilidad. Tuvimos que dejar de ir cuando toda mi familia paterna proviene de San Sebastián y Llodio.
P. El libro arranca con la condena informal a muerte de la fiscal Carmen Tagle por parte de Josu Ternera. ¿Los cuadros de ETA ingresaban por que convicción política, por la sensación de poder o por una mezcla de ambas?
R. Lo de Carmen Tagle fue una salvajada. Una fiscal de la Audiencia Nacional, que lo mismo investigaba con vehemencia un caso de malos tratos o del GAL, y que Josu Ternera condena a muerte por interrogarle en Francia con la naturalidad y la determinación de las personas de bien, que es lo que era Carmen Tagle… Yo creo que, con el paso del tiempo, a medida que evolucionaba la sociedad también evolucionaban a peor los integrantes de la banda. Cada vez son más tontos, más fanáticos, más burros. De los fundadores de ETA, que al fin y al cabo nació como un movimiento contracultural de la universidad y como panfleto reivindicativo, al asesino de los ochenta, noventa y dosmiles, hay una especie de involución humana. Como si en vez de venir del mono fueran cada vez más parecidos a ellos. Algunos lo hacían por poder, otros porque se ganaban el respeto de sus iguales en el pueblo, en la aldea; otros porque simplemente no tenían cerebro… Es muy difícil entender que reventar a un niño con una bomba de amonal pueda reivindicar nada. Es cosa de enfermos. De verdaderos hijos de puta.
P. En la presentación del libro expresó que Patria le parecía un libro en cierto sentido ambiguo a la hora de situarse frente a ETA. ¿Podría explicar sus motivos?
R. Patria es una novela brillante. Estructuralmente prodigiosa y con un pulso narrativo al alcance de muy pocos escritores. Una vez dicho esto, el argumento equipara los dos tipos de familias que convivían mientras se mataban entre ellos. Y ahí no comparto su punto de vista. Juega un poco a que sientas simpatía, por ejemplo, por la madre del terrorista que además tiene una hermana enferma y que la pobre está entregada a cuidarla mientras su hijo rebotado empuña la pistola y mata al vecino que es amigo de su padre. Esa parte de enredar con los sentimientos del lector, que me imagino que es intencionado por el autor, me aleja de poder valorar el libro de manera valiente. Cuando es precisamente ahí donde no podemos dudar. No hay dos bandos. No hay dos lados. Una persona que crea en la libertad y en la igualdad sólo está en un lado. En un sitio. Lo demás, sobra. También considero que Patria abre un poco el melón de abordar este tema. Decía Julián Quirós el otro día en la presentación de Borroka, que los grandes hechos de la historia siempre van acompañados de buena literatura. Y es muy probable que el terrorismo esté empezando a contarse en las páginas de los libros y de series de televisión. Ya era hora.
Durante el franquismo ETA mató a cuarenta y dos personas y que en democracia asesinaron a más de ochocientas
P.¿Qué novelas, ensayos y ficciones sobre ETA son sus preferidos?
R. Hay un libro muy interesante escrito por Teo Uriarte, uno de los fundadores de ETA en el que te explica muy bien lo que era inicialmente y en lo que termina convirtiéndose. Luego hay un libro fundamental, escrito por Manuela Simón y Manolo Sánchez Corbi, que detalla toda la historia de ETA y sus asesinatos, "Historia de un desafío", se llama. Me impresionó mucho también el que escribió Ramón Goñi Tirapu, ex gobernador civil de Guipúzcoa, en el que cuenta cómo de un chivatazo consiguieron acabar con el Comando Eibar y después con Artapalo, en Bidart. La verdad es que he leído muchísimo relacionado con este tema y te diría muchos más.
P. ¿Qué fue lo más complicado de escribir Borroka? Humana y literariamente.
R. Literariamente era un reto poder condensar muchísima documentación en un relato ágil, ligero, con ritmo. Es muy importante que la novela no sea un ensayo ni un libro de datos. Tiene que correr, volar a veces, y conseguir trasladarte allí mientras avanzas de página. La novela necesita que la historia que cuentas se entienda y te atrape, que necesites saber más o cómo va desarrollándose la trama. Para eso es muy importante escribir de manera sencilla, pero con una sobrada base de documentación que la haga creíble. Para mí, las buenas novelas son largometrajes de los que luego no quieres escapar.
Humanamente ha sido muy difícil escuchar y revivir testimonios de víctimas, tanto emocionalmente como por la rabia que me producía. Revisar informes de la policía judicial del atentado de Hipercor o de Vic fue desolador. Saber con detalle lo que estaban haciendo las gemelas Alcaraz, por ejemplo, dos hermanas de tres años y medio, asesinadas por Henri Parot en Zaragoza fue terrorífico. Y así con todo. Muchas veces tenía que parar de escribir y darme un paseo para asimilar los datos con los que contaba. ¿Sabes que en Hipercor, por ejemplo, los terroristas pusieron escamas de jabón entre la metralla de tuercas, tornillos y demás lindezas para que al tocar la piel de las víctimas, a esa temperatura, el jabón se derritiera dejando su piel abrasada.
P: Hoy en día, como señalabas antes, muchos jóvenes no saben qué fue ETA ni quién es Miguel Ángel Blanco. ¿Es culpa de los medios de comunicación? ¿De los entornos familiares que no hablan de estas cosas? ¿De la asignatura de Historia?
R. Hay que abordarlo sin complejos. Debería ser una asignatura obligada de historia en todos los colegios de España. También, los medios de comunicación y muy especialmente, aquellos que necesitan aprobar su línea editorial en un despacho institucional, son responsables de tanta ambigüedad. Pero también la sociedad en general, los que pretenden ver dos bandos allí donde sólo puede existir uno. Hay una gran parte de la población que ve normal aliarse siempre con la causa equivocada. En el lado de las narcodictaduras, en el lado de los que matan a periodistas por contar la verdad, en el del cinismo de boina de Ché cuando la cabeza que la lleva es en realidad todo lo contrario de lo que representa. Se ha llevado a la sociedad española a tal estado de polarización que muchas veces algunos confunden el bien del mal por una especie de postureo inerte de sentido común que da pena.
Mira lo que está pasando, por ejemplo, con el feminismo. Hoy en día, cualquier persona medianamente normal no tiene duda alguna del lugar que ocupan las mujeres y los hombres en la sociedad. De los derechos sociales ni hablamos. Sin embargo, gran parte de la escoria que va dando lecciones de esto, y que vive de ese negocio, luego resultan ser unos cerdos que se sacan "el miembro viril" en cuanto tienen ocasión. Pues con el terrorismo pasa un poco lo mismo. Te venden el cuento de la revolución y de la opresión de la dictadura para simpatizar con ellos. Después compruebas que durante el franquismo ETA mató a cuarenta y dos personas y que en democracia asesinaron a más de ochocientas y el discurso se queda tapado en la boina con el pin de la estrellita. ¿Sabes Victor?, aquella famosa boina del Ché Guevara, ya por contarte un poco de Madrid, la compró en la Plaza Mayor, en La Favorita, Curiosamente era de aquellas boinas de la marca Elósegui que se fabricaban en Tolosa. En ese viaje también acudió a una corrida de toros en Las Ventas invitado por Franco. Creo que fue en 1959.
Es una broma que tipos como Otegi se suban a dar mítines de nada más que de cómo se puede ser un hijo de puta.
P. Los grandes protagonistas del libro son las fuerzas y cuerpos de seguridad españoles que muchas veces trabajaron en condiciones lamentables. ¿Qué nos dice esto sobre el modo en que funciona España?
R. Pues que es una anomalía democrática. No sabes cuántas veces los guardias civiles, por ejemplo, pagaban entre ellos el viaje de los padres de un compañero muerto en atentado terrorista. Estaban completamente dejados de los presupuestos generales. Mira, el año que asesinan a Carmen Tagle, los cristales de la Audiencia Nacional no estaban blindados. Una de las medidas de ese año 1989 fue colocar unos vinilos sobre el cristal que los oscurecía y que daba la apariencia de grueso, para que los terroristas pensaran que sí estaban blindados. Si la Guardia Civil hubiera contado con más medios económicos y operativos, se habría acabado con ETA mucho antes. Que no te quepa duda que el final de la banda se debe a la profesionalización de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado. No fue la política en ningún caso. Simplemente, ETA estaba completamente controlada y descabezada. La Guardia Civil y la Policía aprendieron todo de ellos, hasta tal punto que en los últimos años caía el jefe de la banda varias veces al año. La rotación era cada vez mayor. Ellos, con su esfuerzo y con sus muertos, que eran todas las personas de nuestra sociedad, lograron entender cómo pensaba ETA hasta adelantarse a cada movimiento de la banda. Si hubieran tenido más dinero y más herramientas a su alcance toda esa pesadilla hubiera terminado antes. Y su dignidad se hubiera humillado menos también, pero ya se sabe, el honor es su divisa. Son unos verdaderos héroes.
P. ¿Cree que ETA es un asunto con el se puede hacer humor? Pienso en Vaya semanita y “Negociador” de Borja Cobeaga. ¿Hay planes para llevar Borroka a pequeña o gran pantalla?
R. Creo que el sentido del humor con ETA debe ser muy fino. Por supuesto que la libertad de expresión también implica que auténticos gilipollas puedan decir tonterías. Creo en la libertad ante todo, incluso en la libertad para ser imbécil. Pero en el caso de Borja Cobeaga por ejemplo, en Ocho Apellidos Vascos, creo que el humor está muy por encima de la ofensa. Me parece genial el guión de esa película. Aunque luego otros trabajos suyos fueron más simples, como el del comando que aparece en Fe de etarras. En Vaya semanita que fue de sus primeros proyectos, creo que también participa un poco el deseo de provocar, de incomodar, de tocar los huevos. Eso tiene un poco de valiente como también lo tiene de tópico, pero entiendo que para una sociedad como la vasca, lo del terrorismo se convirtiera en algo tan cotidiano como pesado. Y quizá el sentido del humor pudiera buscar en ese formato las simpatías de los más jóvenes. Siempre tocaban los huevos hacia el lado más fácil, el más cómodo, el que no mataba. Poco a poco, a medida que te vas haciendo mayor, te va haciendo más gracia las cosas que no hacen daño a los demás y menos las que buscan escandalizar un poco, aunque algunas sean de humor negro, aunque me llamen racista por adjetivar ese humor sin límites. Si no pagas un precio, al final, es torear de salón.
Ojalá que Borroka llegue a más plataformas. Es muy difícil que suceda, una improbabilidad tan absoluta que si se cumple se rompen los esquemas y la percepción que tengo de todo lo audiovisual. Se tiene que cruzar demasiadas cosas en el mismo punto: algún director que se enamore del proyecto, un buen guionista que lo haga realidad, alguien que tenga el dinero necesario y la convicción de llevarlo a cabo hasta el final… Vamos, creo que es más fácil ganar la lotería que conseguir ver un libro tuyo en el cine. Pero claro, para que te toque hay que comprar un boleto. Yo, al menos, ya lo he escrito. Tengo mi boleto.
P. ¿Qué opina de que en 2024 ex-etarras puedan ser diputados, sostener un gobierno "de progreso" y permitirse el lujo de llamar "monstruos" a alguien acusado de agresión sexual?
Es a lo que nos ha llevado el modo de proceder de algunos amorales que nos dirigen. Bildu debe estar en las instituciones, obvio, siempre del lado de la democracia, ¿no? Pero lo que no tiene ningún sentido es que en sus filas haya personajes condenados por pertenencia a ETA, por ser cómplices, chivatos, integrantes de comandos… Esa es la parte que no han entendido los que pertenecen a Bildu. Yo si fuera de Bildu echaría a patadas a todos los miembros que pudieran simpatizar sólo un poco con lo que ha sido ETA en España. Es una broma que tipos como Otegi se suban a dar mítines de nada más que de cómo se puede ser un hijo de puta. Que llame monstruo Otegi a Errejón es un chiste malo. Fue brillante el artículo de Arcadi Espada sobre este tema, cuando termina diciendo que “si Otegi le hubiera tocado el improbable culo a una vasca en la herriko, aquel Errejón le habría llamado entonces, y por primera vez, monstruo”.