Cultura

La altura cultural de Benedicto XVI frente a quienes le menosprecian

La miseria exhibida en redes contrasta con el rico legado de un Papa centrado en el estudio y la reflexión

  • Benedicto XVI en el Bundestag en septiembre de 2011

Ya sabemos que las redes sociales no son el lugar más fiable para informarse, así que entramos en ellas preparados para todo. Para todo o casi: muchas veces nos supera su contenido, como ocurrió estos días con algunos comentarios mezquinos acerca de Benedicto XVI. Diferentes diarios y políticos, la mayoría de izquierda, intentaron manchar la imagen del Papa fallecido de la manera más burda posible. Hablo de afirmaciones que resultan inapropiadas incluso si fueran ciertas, mucho más en el caso que nos ocupa, ya que son falsas y fruto de un nulo interés en el trabajo intelectual de Joseph Ratzinger a lo largo de su vida.

¿Está manchada la biografía de Ratzinger por un pasado nazi? De ninguna manera, a pesar de que hemos podido leer estos días tuits y titulares insidiosos como estos: “El ocaso de Benedicto XVI: pasado nazi, polémicas y una jubilación histórica” (Vanitatis), “Pasado nazi y presunto encubridor de abusos de la iglesia” (Público) y “Su paso por las juventudes hitlerianas fue objeto de polémica. Para atajarla, Ratzinger impulsó una investigación que determinaría que su paso por el ejército nazi no fue voluntario” (El País). En realidad, no llegó a vestir el uniforme y provenía de una familia antinazi, con la que compartía valores.

Juan Carlos Monedero, profesor de Ciencia Política de la Universidad Complutense de Madrid, también se esforzó por manchar la figura del difunto con un mensaje donde afirmaba que “Ratzinger no ayudó a una iglesia más compasiva y social. Al contrario. Luchó contra los teólogos que apostaron por lo pobres, encubrió a pederastas, defendió a corruptos como Maciel. No reposará con Juan XIII. Dios verá sí con Torquemada”. Cuesta comprender tanto veneno y tan pocos argumentos sólidos contra uno de los mayores intelectuales de nuestra época, que siempre quiso dedicarse al estudio, la profundización en la figura de Jesús y al cuidado de la doctrina cristiana (aparte de a tocar a Mozart en el piano).

Benedicto recordó ante el Bundestag en 2011 que Alemania no debería volver a despreciar el derecho para obtener el éxito

Anticipando este tipo de reacciones, el filósofo Diego S. Garrocho compartió el pasado mayo el siguiente tuit con sus seguidores : “Si leyésemos, descubriríamos que el Papa más socialista (más igualitarista, más renovador, más revolucionario) fue Ratzinger, y no Bergoglio. Pero no leemos”, lamentaba. A continuación compartía una fragmento de Presente y futuro de Europa (Rialp, 2021), de Ratzinger: “El socialismo democrático fue capaz, desde su punto de partida, de encajar en los dos modelos existentes, como sano contrapeso a las posiciones liberales radicales. También se reveló como algo que iba más allá de las confesiones: en Inglaterra era el partido de los católicos, que no podían sentirse a gusto ni en el campo protestante conservador ni en el liberal. Incluso en la Alemania guillermina el centro católico podía sentirse más cerca del socialismo democrático que de las fuerzas conservadoras rígidamente prusianas y protestantes. En muchos aspectos, el socialismo católico era y es cercano a la doctrina social católica, y ha contribuido considerablemente a la formación de una conciencia social”, explica.

Benedicto en el Bundestag

Quien quiera hacerse una idea clara de su legado puede recurrir, por ejemplo, al obituario del periódico progresista The Guardian. Ajeno a cualquier simpatía por el Papa o el catolicismo, el rotativo británico reconoce que “Benedicto siguió el camino académico” y que “nunca tuvo inclinaciones tan dominantes ni tan autoritarias como Juan Pablo II. Abrió nuevos caminos en la historia moderna del papado por algo tan sencillo como disculparse, aunque fuese de manera ocasional. Pidió perdón en una carta a sus obispos por permitir que el cura británico Richard Williamson, negacionista del Holocausto, volviera a ejercer, un error provocado por la lentitud del círculo de Benedicto en el uso de las nuevas tecnologías de la información para comprobar lo sucedido”.

El Papa fallecido también pidió perdón por unos comentarios desdeñosos hacia Mahoma en un discurso de 2006 en la universidad de Ratisbona y por los crímenes de los curas pedófilos. Benedicto “fue el primer Papa en mirar de frente los abusos infantiles de la Iglesia y en intentar atajarlos. Lo suyo fue solo un comienzo pero su predecesor se limitó a esconderlos bajo la alfombra”, destaca Peter Stanford. José María Contreras, catedrático de Derecho Eclesiástico del Estado en la Universidad Pablo de Olavide y exdirector General de Asuntos Religiosos en el último gobierno socialista, destacó en la SER que Benedicto “fue el primero en pedir perdón” a las víctimas de abusos.

Las antipatías que siempre despertó Benedicto entre el progresismo occidental tienen que ver con su resistencia a acercar a la iglesia a la izquierda política. Se explica muy bien en la reseña de su alabado libro Jesús de Nazaret (Encuentro, 2011) para la Revista de Libros: “Una característica del pensamiento de Ratzinger durante algunas décadas ha sido la falta de simpatía por cualquier tipo de teología política. Resulta quizá significativo que en la bibliografía no aparezca citada ninguna obra en español. Este silencio ha suscitado la crítica de que el libro es una obra de piedad tradicionalista y no el retrato de una figura carismática y revolucionaria cuya intención era y es cambiar el mundo”, destaca Henry Wansbrough en su larga y minuciosa crítica.

Luego resume la posición de Ratzinger: “Aunque no discrepe directamente de los teólogos de la liberación, sí que se ofrece una respuesta. Sí, el hambre en el mundo y la injusticia en el mundo son un escándalo, y el cristiano debe plantear la pregunta de cómo un Dios amoroso puede permitir que exista un mundo así. La respuesta que ve Ratzinger llega en el relato de las pruebas de Jesús en el desierto: el hecho de que muestre el rostro de Dios es lo que provoca que Jesús se adentre profundamente en el sufrimiento del mundo. En las pruebas en el desierto no sólo no convierte las piedras en pan, sino que en otra narración relacionada con el pan, la Última Cena, muestra que la prioridad se encuentra en la obediencia a la palabra de Dios. ‘El pan es importante, la libertad es más importante, pero lo más importante de todo es la fidelidad constante y la adoración jamás traicionada’, escribe citando a un jesuita alemán asesinado por los nazis”. ¿De verdad merece un papa que se le insulte solo por no ser militante de la izquierda actual?

Dicho esto, Benedicto XVI no vivió ajeno a la política, ni encerrado en una torre de marfil, como demuestra el histórico discurso que pronunció en el Bundestag el 22 de septiembre de 2011. Recordamos este fragmento clave, aunque merece la pena leerlo entero: “Permítanme que comience mis reflexiones sobre los fundamentos del derecho con un breve relato tomado de la Sagrada Escritura. En el primer Libro de los Reyes, se dice que Dios concedió al joven rey Salomón, con ocasión de su entronización, formular una petición. ¿Qué pedirá el joven soberano en este momento tan importante? ¿Éxito, riqueza, una larga vida, la eliminación de los enemigos? No pide nada de todo eso. En cambio, suplica: ‘Concede a tu siervo un corazón dócil, para que sepa juzgar a tu pueblo y distinguir entre el bien y mal’ (1 R 3,9). Con este relato, la Biblia quiere indicarnos lo que en definitiva debe ser importante para un político. Su criterio último, y la motivación para su trabajo como político, no debe ser el éxito y mucho menos el beneficio material. La política debe ser un compromiso por la justicia y crear así las condiciones básicas para la paz. Naturalmente, un político buscará el éxito, sin el cual nunca tendría la posibilidad de una acción política efectiva. Pero el éxito está subordinado al criterio de la justicia, a la voluntad de aplicar el derecho y a la comprensión del derecho. El éxito puede ser también una seducción y, de esta forma, abre la puerta a la desvirtuación del derecho, a la destrucción de la justicia. ‘Quita el derecho y, entonces, ¿qué distingue el Estado de una gran banda de bandidos?’, dijo en cierta ocasión San Agustín. Nosotros, los alemanes, sabemos por experiencia que estas palabras no son una mera quimera”.

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