“Si hubiera nacido hombre, ya habría dejado una impronta profunda de mí misma en el mundo, al menos en alguna parte. Pero soy mujer, y Dios, el Diablo, el Destino, o quien fuera, me ha desollado, me ha despojado del grueso pellejo exterior y me ha arrojado en plena vida”, escribe Mary MacLane con apenas 21 años y no lo hace en este siglo, sino uno atrás: en 1902, en un poblado minero de Canadá.
Éste es un pasaje de su primer libro, La historia de Mary MacLane, cuyo título original, Deseo que venga el diablo, se restituye más de cien años después en la edición publicada por la editorial Seix Barral con prólogo de la poeta y editora Luna Miguel, también precoz en lo que a asuntos literarios respecta.
En Montana, más concretamente en la comunidad minera de Butte, donde se mudó la joven MacLane con su familia, nadie podía imaginar que aquella chica estaba a punto de escribir el que se convirtió en un verdadero bestseller para época: cien mil ejemplares. Políticamente incorrecta, total y absolutamente adelantada a su tiempo, MacLane entrega en este libro “sus entrañas”.
Desinhibida y sin ninguna atadura formal, incluso manifiestamente egocéntrica, la canadiense ejecuta una obra que, haciéndose partícipe del registro del dietario, revela una voz, a decir de Luna Miguel, “premonitoriamente cibernética”, justamente por el tono episódico y descarnadamente directo de su prosa.
En las páginas de Deseo que venga el diablo, MacLane se retrata en una obra de adolescencia que trasciende el género de los diarios femeninos de la época.Escrito a lo largo de entradas fechadas , MacLane se convierte en la spáginas de este libro en la primera bloguera de la historia. Lo hace a través de sus opiniones y vivencias,en las que inserta potentes imágenes poéticas y desgarradoras fotografías de la sociedad en la que vive.
A mitad de camino entre la fragilidad y la indefensión, MacLane entrega joyas como ésta: “Hay sentimientos que surgen en mi interior y manan en borbotones hasta desbordarme. Me veo indefensa, destrozada y derrotada ante ellos, como si estuvieran escritos en las paredes de mi sala del alma en una lengua desconocida”.
Horrorizada ante la sola idea de convertirse, ¡horror!, en una animal tan despiadado y deforme como la mujer virtuosa, MacLane se cuenta a sí misma comiendo, trepada a un tejado, mirando con estupor las convenciones que la rodean…
MacLane es una chica de 21 años que dice sentirse como una mujer de cuarenta, alguien que ansía para sí cosas que suenan remotas para una adolescente en aquellos años. “Deseo la Fama más de lo que soy capaz de expresar. Pero más que desear la Fama deseo la Felicidad. Nunca he sido feliz en mi corta y hastiada vida”.
Palabras como puños en el costado del lector. Todavía más cuando se conoce que MacLane no vivió más allá de los 48 años, cuando murió en extrañas circunstancias en un hotel de Chicago.
Tras la publicación de Deseo que venga el diablo, MacLane escribió su segundo libro, My Friend Annabel Lee, publicado en 1903 y en 1917, su tercer y último libro, I, Mary MacLane. Ese mismo año, la productora Essanay Studios, que trabajaba con Charlie Chaplin, Gloria Swanson o Harold Lloyd, le propuso llevar al cine uno de sus artículos: Men Who Have Made Love To Me. Se trataba de una película innovadora en la que MacLane aparecía en el papel de sí misma, fumaba en escena y se dirigía directamente a la audiencia.