André Malraux fue ministro… del interior y… ¡nombrado por Degaulle!; Cervantes fue recaudador de impuestos; Jack London sobrevivió como cazador de ballenas en el Ártico; Kafka fue empleado en una compañía de seguros; la francesa Sidonie Colette abrió un salón de belleza; George Orwell pasó de ser policía en Birmania a vivir lavando platos en Londres; Gorki trabajó como auxiliar de cocina en el Volga; Saint-Exupéry fue aviador; Italo Svevo dejó de ser un gran industrial para poder escribir …
Algunos para ganar dinero, otros para sobrevivir –o mal vivir-, grandes escritores tuvieron que partirse en lomo en otros quehaceres menos elevados y más concretos. Trabajar sin embargo les permitía escribir; a algunos con más holgura que otros. Un magnífico libro editado por Impedimenta reúne las historias de 24 autores que, no pudiendo vivir de su obra, desempeñaron los más variados oficios. Se trata del volumen Trabajos forzados. Los otros oficios de los escritores, de la profesora de literatura italiana Daria Galateria, traducido entonces por el escritor Félix Romeo, un verdadero bibliófilo y buscador de rarezas literarias.
A pesar de lo que pueda llegar a creerse, y como se desprende de la lectura del libro, muchas veces los trabajos no literarios fueron determinantes en la carrera de muchos. Charles Bukowski trabajó durante muchos años de cartero y fue justamente entregando cartas que coincidió con el editor John Martin, fundador de Black Sparrow Press, que sería providencial en su carrera literaria. Boris Vian, ingeniero de profesión, trabajaba en la Asociación Francesa de Normalización, extrajo de ese ambiente el material para armas una de la burocracia y del trabajo administrativo que es Vercoquin y el plancton. Hubo a quienes -como al novelista y poeta italiano Carla Emilio Gadda- la escritura a tiempo completo resultó una loza. Mientras otros como el novelista checho Bohumil Hrabal se quejaban de hacer trabajos que no le gustaban e iban en “contra de su naturaleza”.
Galateria plantea en estas páginas cómo los oficios crearon una urdimbre subterránea que terminaría por alimentar las grandes obras de muchos escritores. en las obras maestras de los escritores. Melville escribió Moby Dick después de navegar en un ballenero y Joseph Conrad usó su experiencia de marinero para escribir sus obras más conocidas, desde La línea de sombra hasta El corazón de las tinieblas. Sin embargo no todos lo vieron en su momento tan claro. Para algunos fue una verdadera tragedia. Jacques Prévert, escribió en 1917: ”No duraba en ningún trabajo. Durante la adolescencia no conseguía acostumbrarme a ninguno”. Y Bruce Chatwin no se quedaba atrás: ”La idea de tener un empleo me horroriza. La independencia es algo muy frágil”.”