Son las diez de una noche sin brisa. Xiomara Fortuna ha llegado a Madrid hace unas horas. Viene de Londres, ciudad a la que viajó para actuar en la ceremonia de inauguración de los Juegos Olímpicos. La cantante y compositora dominicana lleva la cara lavada. Su piel es morena y no lleva maquillaje. Algo en su rostro luce suave y a la vez fuerte, como el sonido de su música y el color de su voz.
Conocida en Europa, Estados Unidos y América Latina por su trabajo en la investigación, interpretación y fusión de los ritmos africanos presentes en la música dominicana con el jazz, el reggae, la samba, la bachata, el merengue, el blues o el pop rock, Xiomara Fortuna recuerda hoy cómo en la provincia de Montecristi, el lugar de la República Dominicana donde ella nació, estas melodías a las que a ella ahora se dedica permanecieron durante mucho tiempo sepultadas bajo el dominio del merengue y la bachata.
“En mi pueblo yo no veía ni escuchaba nada de lo que yo hago”, dice Xiomara refiriéndose a los congos o los palos, ritmos festivos de esa música de raíces que ella comenzó a trabajar después de un largo proceso de búsquedas que comenzaron intuitivamente con sus primeros acordes en el movimiento de la nueva trova.
“En Montecristi, para escuchar música, había que esperar hasta la noche, cuando en las ondas de la radio podían sintonizarse las emisoras de Cuba que entraban. Entonces yo escuchaba a Silvio Rodríguez, Pablo Milanés, todo lo que eran los cantantes de la trova. De todas formas, creo que en mí hay una compositora, una autodidacta. De ahí el interés por la trova; el problema es que en ese género lo importante es la protesta, la letra, y la música es secundaria. Sólo tiene dos tonos. Y no me satisfacía por eso”.
"Creo que en mí hay una compositora, una autodidacta. De ahí el interés por la trova; el problema es que en ese género la música es secundaria y no me satisfacía por eso”
Desde los siete años, Xiomara Fortuna había hecho teatro, estaba familiarizada y cultivaba sensibilidades para el arte, carrera que estudió en la Universidad Autónoma de Santo Domingo. En esos años, vinculada de lleno con la música, formó y lideró la banda Kaliumbe – que todavía existe-, junto a Tony Vicioso.
Fue justamente en esos años cuando se introdujo y convivió con los cultos religiosos, las tradiciones y los modos de vida de los colectivos étnicos dominicanos. De ahí no sólo extrajo la música como ritmo, sino como sustancia vital: lenguas, historias y formas de expresión que recuperó en sus discos. Extrajo de la “música de raíces” una instrumentación y una expresión cultural con la que consiguió hacer música.
Entre su primer disco, Del Llamo a la loma (1985), y Balbuceos (1994), Xiomara Fortuna se tomó una década de investigaciones, experimentación y composición musical que dio como resultado la mezcla del jazz, el son, la bachata y el reggae, con congo, sarandunga, música de palos, estas últimas, corresponden a las melodías festivas de los cultos de origen africano de Santo Domingo con los que Xiomara entró en contacto. A esos discos siguieron Música raíces (1997), del que fue elogiado especialmente el tema Leyenda Congo; Kumbajei (1999), Ella ta'í (2002) y Tonada para un querer (2004).
“Mi música está cargada de mi niñez. Es como Kumbajei. Yo canto para rescatar y preservar elementos de mi cultura. El arte está al servicio de las personas. En ese sentido, cuando yo compongo trato de hacer con mi música una obra de arte”, dice Xiomara sin apenas agitar los gestos de su rostro calmado y sin maquillaje, mientras la noche de Madrid sigue sin empujar una hélice viento y el aire, en cambio, se empoza espeso a 35, a veces 37 grados.
“Mi música está cargada de mi niñez. Es como Kumbajei. Yo canto para rescatar y preservar elementos de mi cultura".
Fuera de esta conversación; allá, en el escenario, en eso que se llama música, la voz de Xiomara Fortuna es grave, enérgica y dulce. No necesita explicaciones ni comparaciones para ser entendida. Maurice Cullaz, de Dejazet –el club más antiguo de Jazz de París-, la bautizó como la "voz del Jazz en español" y quienes la escuchan saben que esa mujer de ojos oscuros y piel brillante no hace música. Ella vive la música. Sus reivindicaciones son tan culturales como políticas, en ellas se vacían lenguas y culturas baldeadas por otras; y que logran emerger, en oleaje, a través de su voz.
De sus últimos dos álbumes, La calle será la calle (2009) y Paseando (2010), la crítica ha dado un recibiento entusiasta, en especial de este último, en el cual -tras cuatro años de trabajo y dos cirugías para luchar contra el cáncer- Xiomara Fortuna se da un rico paseo por la fusión de distintos géneros musicales a lo largo de 15 temas. Si en un comienzo, Fortuna "balbuceaba" su propia música, ahora da pasos firmes, a un ritmo seguro, de quien conoce cada clave, cada tono.
Si en una noche sin brisa se le pregunta a Xiomara Fortuna qué le falta, qué quiere, qué ansía, esta mujer de piel preciosa sólo responde una sola cosa. Quiere seguir haciendo música. Quiere trabajar con la gente joven. Dejar al alcance de ellos lo que para ella fue más difícil. Quiere hacer visible una cultura rica, llena de significados. Quiere proyectos y la fe para una tierra, un pueblo y una música de raíces y voces profundas.