El antropólogo Iñaki Domínguez ya es un clásico de nuestras estanterías de ensayo popular. Expertos en documentar la historia del macarrismo español, además de en desmontar los espejismos del pensamiento posmoderno, ahora escoge un enfoque más histórico en su breve y contundente Bufones: humor, censura e ideología en los tiempos de internet (Ariel). A lo largo de 220 páginas sin desperdicio, se analiza el humor más sustancioso y capaz de desenmascarar al poder, a través de teorías, visones y destellos cruzados de Lenny Bruce, Michel Foucault, Jim Morrison, Pier Sloterdijk, Dalí, Diógenes y Margaret Thatcher, entre otros personajes. Una lectura reveladora que profundiza nuestras visiones sobre la potencia existencial del humor. Vozpópuli charló con él sobre su texto.
Pregunta. ¿Cuál diría que fue su principal motivación para escribir Bufones?
Respuesta: Me parecía un arquetipo fascinante, al igual que su rol en la historia de Occidente. Sin embargo, gracias a la lectura de libros como Fools are everywhere: the court jester around the world, de Beatrice K. Otto, pude descubrir que el bufón ha existido en innumerables culturas a lo largo y ancho del mundo, lo cual da a entender el rol fundamental que ejerce a nivel institucional como contrabalance del poder. El bufón es aquel que tiene licencia para decir la verdad a los poderosos, precisamente para impedir que el poder se desboque y termine por destruirse incluso a sí mismo. Por otro lado, en los últimos tiempos el poder y la ideología están atentando claramente contra la verdad por vía de medios de comunicación, redes sociales, sanciones y castigos varios, incluso a los cómicos, que son los bufones contemporáneos. También se me ocurrió analizar la figura del bufón y la risa como mecanismo para decir la verdad, y el conflicto eterno entre verdad y poder. Me pareció interesante aplicar esa idea a la actualidad pues creo que hay una clara sobrecarga ideológica que fomenta la censura y autocensura en medios y redes sociales. Considero que es un momento propicio para hablar sobre todo ello, también sobre la cultura de la cancelación. Curiosamente, tan solo días antes de la publicación del libro tuvo lugar la obvia y explícita cancelación de Iñigo Errejón, alguien a quien (por bien o mal que caiga, por bueno o malo que sea) se le está negando la presunción de inocencia, lo cual es una verdadera aberración.
P. Usted cita en el libro un pensamiento de Erasmo que dice que “los bufones son los únicos que dicen la verdad”. ¿Podría citar algunos ejemplos relevantes?
R. Hoy día un ejemplo claro sería el cómico Bill Burr o Dave Chappelle. Ambos son capaces de decir verdades incómodas a través del humor y el chiste. Los mejores cómicos son aquellos que operan como críticos sociales por medio del humor. Bill Burr en concreto es capaz de lidiar con asuntos tan peliagudos, difíciles o indiscutidos como la llamada violencia de género, ofreciendo perspectivas alternativas a la visión dogmática, no discursiva y reduccionista de la ideología televisiva. A través de sus chistes ofrece contextos más amplios que explican ciertos fenómenos tratados de modo unilateral en el ámbito de la opinión pública. Chappelle hace algo similar con el colectivo llamado LGTBI, desentrañando elementos significativos de los discursos referidos a este ámbito y deconstruyendo la artificial agrupación de tales identidades, como si las eLes, las Gs, las Ts, las Bs y las Is fuesen una especie de unidad armoniosa y perfectamente sintetizada, todo ello a causa de una inclinación sexual o identitaria concreta. Chappelle pone de relieve, también, cómo la América corporativa ha cooptado dichas identidades y las emplea para generar discursos ideológicos que interesan a ciertas élites económicas. Ambos cómicos representan dos buenos ejemplos de bufones contemporáneos, maestros del humor que se sirven de este para contrarrestar la verdad oficial del poder y sus ideologías.
P. ¿Puede desarrollarse un bufón en la era de corrección política o eso desactiva demasiado sus posibilidades?
R. Los bufones o cómicos tienen hoy más dificultades para ejercer como críticos, pero los mejores entre ellos deben ser capaces de sortear las restricciones y presiones de la ideología, que quiere imponer un discurso falsario de la realidad para favorecer los intereses del poder. No son buenos tiempos para el humor, pero es en este tipo de circunstancias donde han de actuar los grandes cómicos o bufones. Una sociedad autorreferencial que se cree las ideologías emanadas desde la cosa en sí del poder (las relaciones de producción, que diría Marx) está abocada a la autodestrucción. Y no es solo el humor el que ha de rebelarse frente al discurso oficial, sino, también el arte. Vivimos una era neopuritana donde la literatura y el cine son contemplados como necesariamente moralizantes. Pensemos en la película Barbie, las nuevas entregas de la saga de Star Wars, etc. También entre los puritanos que colonizaron América del Norte era el sermón el género literario más valorado, pero lo cierto es que los sermones y moralejas, cuando son tan superficiales y están tan atadas a un tiempo concreto, carecen por completo de cualquier valor pasado el tiempo, puesto que el relativismo moral no solo es fruto del espacio, sino también del tiempo: la moral de ayer no es la misma que la de hoy, al igual que la del futuro tampoco apreciará aquella que hoy domina. Con los años la gebnte se reirá del mensaje de películas como Barbie, al igual que hoy nos reímos cuando vemos imágenes del NO-DO.
P. ¿Cuál fue la parte más complicada de escribir este ensayo?
R. La más complicada pero interesante fue aquella que lidia con la historia de los bufones y largo recorrido desde la Antigüedad hasta la era moderna. Se trata de un arquetipo disperso por todo el mundo. Para ello tuve que leer numerosos libros, también algunos que analizan el fenómeno y concepto de la locura, puesto que el bufón era, a menudo, tenido por loco, ya fuese un loco real o impostado. e hecho, una de las palabras inglesas para referir al bufón es fool, que significa literalmente "loco". Un libro fantástico sobre este asunto es Historia de la locura en España, del psiquiatra Enrique González Duro y publicado por Akal. Dicho esto, por lo general, no ha sido un libro difícil de escribir, pues lo que ha basado en mis lecturas. Mientras trabajaba en investigar y escribir otros libros, leía, y mientras leía, iba configurando lo que sería Bufones. Y esas lecturas, he de decir, eran lecturas de algún modo "vocacionales", no autoimpuestas ni forzadas en medida alguna. He disfrutado mucho escribiendo este libro, que, además, no es muy grueso, lo cual siempre facilita las cosas en alguna medida.
"La idea es que las élites económicas entreguen el mundo virtual a las masas para hacerse ellos con el mundo material", explica Domínguez
P. La línea central del ensayo es que “el poder y la verdad no son buenos amigos”. ¿La verdad es el mejor salvoconducto hacia la libertad? Razone su respuesta.
R. Como suele decirse: "La verdad te hará libre". La verdad es una referencia necesaria para vivir en libertad, pues, sin verdad, el poder podría diseñar verdades que se ajusten plenamente a sus intereses. Es por ello que poder y verdad no se llevan bien. La verdad contradice el discurso falsario del poder. La filosofía e ideología posmoderna que niega la existencia de la verdad es una herramienta idónea para el poder, puesto que sin verdad, este se ve libre para amoldar nuestra percepción de la realidad a sus intereses, a modo de una especie de Matrix. Pero lo cierto es que existe un referente, un mundo objetivos, de los objetos que, aunque esté siempre filtrado por nuestra subjetividad (que diría Kant) no deja de contener verdades y multitud de enseñanza. Como ocurre, por ejemplo, en el caso de la teoría queer, muy influenciada por el posmodernismo francés, se quiere negar la relevancia del objeto (el cuerpo, la genitalidad, los cromosomas) en favor de una representación y autodeterminación flotantes, basados en el mero deseo e imagen mental; algo que no es sino la clásica fantasía psicótica que se niega a reconocer la realidad. Hablamos de una actitud que es claramente deletérea para aquel que la cultiva. En realidad, el poder está interesado en derrocar el referente o mundo objetivo en el discurso ideológico para así apropiárselo. La idea es que las élites económicas entreguen el mundo virtual a las masas para hacerse ellos con el mundo material, que es el verdaderamente decisivo. El referente es el garante de la verdad, pues nunca se amolda a nuestro deseo, a no ser que actuemos sobre él materialmente y lo transformemos. Decir que la verdad no existe permite al poder apropiarse la verdad y configurarla de acuerdo con sus intereses.
P. ¿El caso de Lenny Bruce nos enseña que la honestidad siempre acaba siendo sospechosa? ¿Vivimos hoy una censura como la que sufrió él o se ha ido sosfisticando?
R. Vivimos una era similar, pero los mecanismos del poder para imponer su discurso son mucho más sofisticados. Hoy esta presión contra la verdad opera desde medios, redes sociales, ciudadanos delatores, etc. De algún modo, vivimos una era de fascismo y totalitarismo tecnológico-hedonista. No se nos impide leer o consumir tal cosa, pero estamos sujetos a vigilancia por medio de redes, lo que ha servido al poder para infiltrarse en nuestra conciencia íntima y favoreciendo la autocensura. Vivimos en una sociedad del panóptico que nos hace visibles al poder, lo cual representa la mejor herramienta para que este nos imponga sus reglas. Esto ya lo supo Bentham, al crear su modelo de cárcel panóptica en la que todos los presos eran visibles desde una torre central. De esto habla también Foucault en su gran clásico Vigilar y castigar, texto que ha ganado validez con el tiempo y el surgimiento de internet. Es curioso, por otra parte, que muchos de aquellos que "vigilan y castigan" a día de hoy sean supuestos izquierdistas foucaultianos, siendo Foucault un furibundo enemigos de toda forma de delación, vigilancia y cancelación. A día de hoy quienes vigilan y castigan para imponer el discurso del poder son gentes que se autoperciben como izquierdistas, quizá incluso rebeldes y contestatarios, pero es por eso que no vale con la autopercepción para conocerse, sino que la identidad real se construye por vía de la mirada ajena. Hay quienes viven alienados en una autoimagen contestataria, cuando, en realidad, son los vasallos y perros guardianes del poder. Aquellos que sancionan a otros en redes sociales por vía del insulto cuando otros se salen del discurso hegemónico no son sino esbirros del poder, "personas-masa" que disfrazan sus impulsos destructivos y degenerados, sus frustraciones generales, bajo un manto de supuesta moral.
P. “Un vergonzoso y cobarde miedo a pensar nos retiene a todos”, defendía el intelectual del siglo XIX Ludwig Borne. ¿Cómo se supera ese miedo?
R. Siendo una persona corajuda y, en la medida de lo posible, protegida de cancelaciones y potenciales ataques. Lo primero es un rasgo de personalidad, lo segundo es un contexto y recurso situacional del que no todo el mundo goza. Otro modo de superar tal miedo consiste en saber ejercer el humor, como ha ocurrido tradicionalmente con los bufones y grandes cómicos. Sobre todo, hay que plantar cara a la ideología mediática cuando uno crea en la verdad de lo que dice. Cuantos más seamos ejerciendo la parresía (el decir veraz, entre los griegos antiguos), mejor para todos y más fácil será poder pensar y expresarse libremente. hemos de combatir la tendencia general de los últimos años que intenta restringir aquello que poder decir y pensar. En última instancia, el decir veraz se ejerce ejerciéndolo, sin más. Los mediocres son incapaces de ejercer la parresía. Tales personas, faltos de talento y de recursos personales, lo que hacen es "arrimarse al sol que más caliente" y dicen lo que toca, replican el discurso dominante (a pesar de saber que es falso) para así medrar. Son seres alienados sin honra ni autoestima. Se trata de seres que, en el fondo, son dignos de la mayor de las lástimas. A la larga tales personajes jamás prevalecen, solo saben aprovecharse miserablemente de circunstancias, vientos y tendencias que pronto habrán de claudicar y desaparecer.
P. ¿Cuáles de los bufones activos en 2024 son sus favoritos y por qué?
R. Mi favorito es Bill Burr. Me hace reír y siempre tiene partes en las que afirma lo que nadie se atreve a decir. Contradice muchos de los dogmas más sagrados de la ideología actual, y todo ello haciendo reír a su público, en lugar de haciéndolo enfadar. Es fascinante ver las caras que ponen los miembros de su público, puesto que muchos de ellos dan la impresión, por sus gestos faciales, de estar sorprendidos, casi ofendidos por sus palabras, pero nunca pueden parar de reír. Me parece la mejor manera de desactivar al enemigo, haciéndole reírse de sus propias falsedades y contradicciones. Burr es un verdadero maestro.