Irene González, colaboradora de Vozpópuli, es una de esas firmas que no teme defender opiniones impopulares. Lo confirma en su reciente ensayo Salvar Europa (Ciudadela libros), donde reivindica las raíces cristianas del continente, se enfrenta a las élites de burócratas que nos gobiernan y cuestiona incluso las bondades de la democracia liberal. El texto no se corta a la hora de analizar los numerosos males que lastran al Viejo Continente, desde la islamización hasta el decrecentismo clasista que quiere imponer la Agemda 2030, pero también ofrece un sólido camino de esperanza sostenido en nuestras tradiciones, el retorno a los enfoques católicos y la reconstrucción de lazos comunitarios carcomidos por el indiividualismo consumista.
Pregunta. Su libro parte de la premisa de que Europa ha sido despojada de su identidad religiosa y de su libertad política. ¿Cómo ha ocurrido?
R. Creo que no puede entenderse como un proceso de degradación, sino de guerra espiritual, mucho más profunda que la batalla cultural ideológica. En esencia pretenden arrebatarnos nuestra identidad y libertad política para crear al individuo absurdo, manejable que produce y consume sin tener conciencia de su trascendencia. Para conseguirlo y arrebatarnos todo, su objetivo clave es la descristianización de Europa, que no es nuevo, incluso anterior a la Revolución francesa, pero en la posmodernidad está alcanzando su apogeo. Las herramientas que utilizan son la sacralización de la democracia liberal y su inherente antihumanismo, así como la islamización. Todo lo que nos lleve a una deshumanización que se logra a través del desarraigo material y espiritual es parte de la batalla.
P.¿Qué papel ha jugado en todo esto la democracia liberal?
R. Yo denuncio cómo mi generación ha sido engañada con ese consenso vacío de la democracia liberal. Cómo ese mejor de los mundos posibles no es más que una mentira que nos ha traído desarraigo, pobreza y falta de libertad con unos poderes que no nos representan. Por eso creo esencial romper esos consensos acerca de la democracia liberal, es hora de que la siguiente generación podamos tomar las riendas de nuestro mundo y denunciar la farsa en la que viven anclados tantos.
Es la herramienta para despojar al hombre de esas virtudes que le comprometen con algo que trasciende al poder de los hombres. Un instrumento que ha sacralizado procesos donde el Estado es Dios, y por tanto sus dirigentes, y la democracia una religión, un fin en sí mismo, en lugar de un sistema para defender el bien común. La herramienta que ha debilitado nuestra identidad y la puerta por la que han entrado los enemigos de la civilización cristiana. Sólo así se llega a que en democracia la ley proteja al delincuente y machaque al ciudadano que lo sufre.
P. Otra idea en la que incide su ensayo es la de las élites irresponsables, que no responden ante los ciudadanos sino ante instituciones de la burocracia globalista. ¿Cómo se puede recuperar la rendición de cuentas de los que mandan?
R. Recuperando en primer lugar la verdad. Este libro contribuye a romper todos esos consensos construidos sobre mentiras y nihilismo que nos han encadenado a un proceso descivilizatorio y suicida. Recuperar virtudes como el coraje, la justicia y el patriotismo. Que los dirigentes no sean empleados de élites globalistas, sino vinculados al bien común con consecuencias. Hoy tienen plena impunidad quienes deciden que no podemos ir solos en nuestro coche o debemos talar olivos para placas solares.
P. En cierto sentido, su libro es metapolítica: da más importancia a la batalla cultural y religiosa que a la ideológica. ¿Qué papel debe jugar el cristianismo en el futuro de Europa?
R. Así es, puesto que la clave del libro es la guerra espiritual. Si el proceso de destrucción de nuestra civilización se ha llevado a cabo a través de hechos y la expulsión de Dios de la sociedad, revertirlo requiere acciones y volver a levantar la Cruz en público. Tanto quienes carecen de fe, los conocidos como católicos culturales, y especialmente los creyentes. Un orden común que ofrezca una opción verdadera y mejor frente a la islamización colonialista de Europa.
P. Denuncia que la democracia está siendo sustituida por la tecnocracia. ¿Cuál es el precio del cambio?
R. Es la evolución lógica del fin de la historia de Fukuyama, de la democracia liberal sin disputas ideológicas a la tiranía tecnocrática. El alcance es desconocido hoy en día ante las posibilidades de la IA. El precio es nuestra deshumanización si permitimos que la tecnología se use para usurpar nuestra riqueza, como puede ser el euro digital, y un arma de control y poder absoluto sobre la vida de los hombres como no se ha conocido jamás.
Las élites dirigentes están vendidas a intereses de terceros por beneficio personal en contra del interés del pueblo
P. Dedica un capítulo al transhumanismo, la mayor ruptura antropológica de nuestro tiempo. ¿Qué nos jugamos en ese precipicio?
R. Absolutamente todo. Evitar ese mundo siniestro que defiende como avance en sus libros Yuval Noah Harari, un miembro de esas élites transhumanistas. El transhumanismo pretende despojarnos de lo que ellos llaman “limitaciones biológicas”, liberarnos del cuerpo y crear una súper conciencia, una especie de dios tecnológico para quienes se creen dioses, que se encargue de tomar decisiones liberándonos de la pesada carga de pensar. Al final crearán dos castas entre quienes tienen acceso a la tecnología y quienes son esclavos para alimentarla.
P. El libro cierra hablando sobre patriotismo, una actitud que muchos consideran anticuada y zafia. Nos proponen ser patriotas pero de la Constitución, no de España. ¿Por qué es importante recuperar el patriotismo?
R. Quizá sea algo generacional, pero no hay nada que me resulte más casposo y rancio que el desprecio al patriotismo. Es algo patético seguir la posmodernidad que tanto daño nos ha hecho creyéndose innovador. En mi libro, así como en mis artículos en Vozpópuli señalo el patriotismo como la característica esencial para desempeñar cargo público. Algo que no se puede presuponer, puesto que los dirigentes están vendidos a intereses de terceros por beneficio personal en contra del interés de la nación y del pueblo que dicen representar. También el patriotismo es beneficioso para ordenar la sociedad alrededor del bien común. No me importa lo que digan esos absurdos en contra del patriotismo.
P. Este es un libro incómodo, escrito a la contra, me temo que le pueden llamar de todo, desde "extrema derecha" a "putinista", pasando por "conspiranoica". ¿Hay algún insulto a malentendido que le preocupe especialmente?
R. Ninguno. Me aburre mucho la gente que usa esos términos, suele ser indicativo de fanáticos estúpidos alérgicos a la razón y la verdad. A estas alturas la hipérbole, la mentira y la manipulación, el lenguaje del mal, pretende callar la verdad. El nivel de locura y fango llama “putinista” a quienes criticamos a la Unión Europea, la desindustrialización y las políticas antihumanistas. Ya si nos negamos a ir a morir al Donbás para defender los privilegios de von der Leyen somos enemigos públicos. No me imagino mejor campaña publicitaria para Putin.
P. El arranque de libro es un texto dedicado al profesor Dalmacio Negro, recientemente fallecido. ¿Qué destacaría de su legado?
R. Dalmacio Negro me concedió como penúltimo honor escribir el prólogo de mi primer libro, pero falleció antes de hacerlo. Por eso mi libro no podía tener un prólogo de nadie más y quise rendir mi humilde homenaje al mayor sabio español del siglo XX, como la alumna que él escogió fuera del aula. Su legado es inmenso, en su obra y persona. Su concepción del Estado, del poder y la importancia de la religión como eje de ordenación de sociedades… Siento mucho no poder compartir con él este momento que tanto le hubiese gustado.
P. Para terminar, pinta un panorama más bien sombrío para el Viejo Continente. ¿Cuáles son los movimientos, procesos o personajes que le dan algo de esperanza?
R. La realidad es sombría, pero el mensaje del libro ya desde el título es un mensaje claro de esperanza que surge de una profunda convicción de poder recuperar la verdad. En caso contrario no defendería que hubiese nada que salvar. Pero esta actitud no es compatible con el conformismo, la sumisión o la negación de la realidad. Confieso que tampoco de la cobardía. Todo movimiento dirigido a derribar lo que nos ha traído hasta aquí y a defender las virtudes sobre las que se ha construido nuestra civilización cristiana en torno al bien común y nuestra identidad será parte de la solución. Quienes denominan estos movimientos como extrema derecha y desprecian estos principios intrínsecos en la naturaleza del hombre son parte del problema.
Clearco.
21/03/2025 08:50
A esta prima la deberían contar lo que era la "sociedad cristiana" antes de adoptar la democracia liberal. Que las democracias occidentales sean extremadamente vulnerables a la demagogia implica que lo son aun más a la políticas de religión. Al Cesar lo que es del Cesar no es solo una frase.
ingmarpepe
21/03/2025 09:34
Da la impresión de que la escritora mezcla y confunde con culpar a la democracia liberal cuando el culpables es el populismo comunistoide disfrazado de demócrata el autor consciente de la guerra de clases contra los conservadores de la tradición y la fuerza deterrente que suponen las religiones moderadas. Ojalá se cumpla su llamada pero sin culpar a los liberales solo porque si cuando ellos son también los enemigos a batir por el comunismo disfrazado de cordero.
Urenga
No soy yo tan optimista sobre el futuro del felón...
elvagamundodelasestr
21/03/2025 09:56
@Clearco. Irene no está hablando de volver a la edad media, como usted insinúa. Se trata de reconocer el legado y la idiosincrasia de Europa en su pasado griego, romano y cristiano. Se trata de que ningún pueblo, Salvo el europeo, odia sus raíces y escupe sobre sus ancestros. Se trata de que sustituir a Dios por el relativismo y el posmodernismo nos ha llevado a la desgracia en la que vivimos. Se trata de recuperar el orgullo de ser la luz del mundo. Y digo orgullo como antónimo de envidia, porque quien siente orgullo de lo suyo no necesita envidiar a los demás.
alita
21/03/2025 10:06
Si nos fijamos este argumentario no es una crítica a la democracia, sino al capitalismo. Pero su autora, incapaz de nombrar al verdadero monstruo, le echa la culpa a la libertad.
eddo
21/03/2025 15:58
Es enternecedor como en este medio se ayudan entre ellos. Eso se llama ser "compis, besitos".
yakur2000
21/03/2025 17:05
Pues a mí me encantan los artículos de Irene González.
ulysses
22/03/2025 00:17
Extraordinaria Irene González. La inteligencia y la lucidez no es un bien democrático. Tampoco la independencia, por eso, igual que JC Girauta, tuvo un breve paso por el programa de Jiménez Losantos, acostumbrado a cortar la palabra y a prescindir de quien no secunda todas sus ideas.