Tener dinero lo cambia todo. Mientras los mortales pagamos por cada una de nuestras pequeñas incoherencias, los megamillonarios pueden cambiar de criterio a capricho. Mark Zuckeberg era el campeón de la corrección política de Silicon Valley, recortaba y censuraba contenido de Facebook como si no hubiera un mañana, pero fue volver Donald Trump y cambiar de bando ipso facto. Prometió de manera pública que dejaría de aplicar criterios de control woke, aunque había pasado años jurando que no lo hacía, y además añadió que el mundo corporativo necesitaba “más energía masculina”. ¿Cuánto le ha durado el apego a la libertad de expresión? Del triunfo de Trump hasta este mes, cuando se ha destapado que quiere prohibir la venta del libro de una de sus colaboradoras más cercanas por los secretos que revela sobre Facebook.
El libro se titula Gente descuidada: un relato aleccionador sobre poder, codicia e idealismo perdido (editorial McMillan). Lo firma la Sarah Wynn Williams, que ocupó el puesto de Directora de Políticas Públicas de Facebook. El motivo de interponer acciones judiciales para retirarlo de las tiendas es que, presuntamente, incumple alguna cláusula de su indemnización, recogida en el contrato de salida de la compañía. En realidad, se sospecha que esto es una simple excusa y lo que preocupa al todopoderoso Zuckerberg es que contiene revelaciones jugosas y dañinas para la reputación del multimillonario, por ejemplo que su empresa intentó “dar al régimen chino acceso especial a los datos de los usuarios”, según una pieza del diario británico The Guardian, firmada por la periodista Marina Hyde.
En el vuelo de regreso de doce horas en un avión privado, Sandberg, en pijama, reclama la única cama del avión y le exige repetidamente a Wynn-Williams que la acompañe
Más madera: la autora alerta sobre las temerarias actuaciones de Facebook en Myanmar, antigua Birmania, un país con una gran dependencia de Facebook. Las mentiras de odio propagadas en la plataforma incitaron a un genociodio contra la minoría étnica rohinyá. Wynn-Williams afirma que empezó a alertar sobre los riesgos en Myanmar varios años antes, intentando persuadir a Facebook para que reforzara sus operaciones de monitoreo al enterarse de que circulaban discursos de odio en la plataforma. La moderación de contenido era dolorosamente (y letalmente) lenta, escribe, porque la empresa dependía de un único contratista que dominaba el idioma: un "birmano" con sede en Dublín, a varias zonas horarias de Myanmar y de la sede de Facebook en California.
Trece mil euros en lencería
El texto hace un retrato demoledor de Zuckerberg y de su lugarteniente Sandy Sandberg, a quienes retrata como “personas descuidadas” que “destruían cosas y criaturas” y “dejaban que otros arreglaran el desastre que habían causado”, según explica la reseña del New York Times. También destacan pasajes subidos de tono, que podrían considerarse acoso sexual: "Wynn-Williams se horroriza al descubrir que Sandberg le ha encomendado a su asistente de 26 años que les compre lencería a ambas, sin importar el presupuesto. El costo total final es de 13.000 dólares. Durante un largo viaje en coche por Europa, la asistente y Sandberg se turnan para dormir en el regazo de la otra, acariciándose el cabello. En el vuelo de regreso de doce horas en un avión privado, Sandberg, en pijama, reclama la única cama del avión y le exige repetidamente a Wynn-Williams que la acompañe. Wynn-Williams duda. Sandberg está molesta", explica la reseñista. También hay otro episodio de ligue agresivo por parte del novio de Sanderg y presiones para que trabaje durante un periodo en que estaba mal de salud.
En otra pieza de Wired, cabecera legendaria del sector tecnológico, explican el trato del equipo de prensa de Zuckerberg durante la promoción del libro: "Mientras hojeaba Gente descuidada, mi bandeja de entrada se llenaba de mensajes de Meta. 'Su libro es una mezcla de viejas acusaciones y acusaciones falsas sobre nuestros ejecutivos', afirma un portavoz de la empresa. Explican que su despido se debe a 'bajo rendimiento y comportamiento tóxico'. La llaman 'una activista descontenta que intenta vender libros'. Mientras tanto, en redes sociales, empleados y exempleados publicaban comentarios defendiendo a los ejecutivos difamados", recuerda. La conclusión final del periodista es que tanto esfuerzo por desmentir el texto produce el efecto contrario: empujarte a pensar que es verdadero, como nos enseñó hace décadas el famoso Efecto Streisand.
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