La noticia del nombramiento del director estadounidense Kent Nagano al frente de la Orquesta y Coro Nacionales de España (OCNE) a partir de septiembre de 2026 ha resultado ser una de las grandes sorpresas de la temporada y esto por tres razones. La primera, que su nombre no estaba en las “quinielas” de los mentideros. No es que ande una recabando cotilleos aquí y allá, pero en los pocos corros en los que he tenido ocasión de tratar del tema desde 2022, cuando varios nombres surgieron con fuerza para tomar las sucesión del actual titular, el alemán David Afkham, jamás se había evocado el nombre de Nagano. Recordemos que Afkham prorrogó dos temporadas más su contrato, que debía haber concluido en agosto de este año. ¿Por qué se pidió a Afkham que siguiera al frente de la orquesta? Pues parece ser que no se llegaba a un acuerdo entre quienes debían decidir y ante una posibilidad de un nombramiento no excesivamente adecuado, se tiró por la calle de en medio y se logró convencer al maestro. Felizmente, según el criterio de quien suscribe, porque Afkham es un fantástico director que ha llevado a cabo un extraordinario trabajo al frente de la OCNE. Pero también él tiene otros proyectos, como es lógico.
La segunda razón de la sorpresa se debe a la escasa -aunque no inexistente- relación de Nagano con la OCNE: tan sólo en tres ocasiones (2018, 2021 y abril de 2024) se ha puesto al frente del Coro y Orquesta Nacionales, aunque con un estupendo resultado, todo sea dicho. Recuerdo con particular emoción el concierto de junio de 2021, aún en post-pandemia, con el coro separado y enmascarado para cantar el Requiem de Fauré y las dificilísimas Tres pequeñas liturgias de la presencia divina de Olivier Messiaen. Quizá haya habido especial buena entente con los músicos, quizá las agencias (cuestión no desdeñable) hayan jugado su papel, porque no podemos obviar que Nagano trabaja con una de las más importantes del mundo, que lleva también a otros muchos directores y a muchísimos solistas, lo cual puede facilitar ciertas cuestiones de colaboración, dicho sea esto como mera hipótesis y sin ninguna constancia por mi parte.
La tercera, que este nombramiento no parece obedecer a ninguna consigna del global, aceptado y pesadísimo dogma woke. La obsesión de la presunta igualdad no se ha impuesto en este caso. Y miren que desde el Ministerio que ahora ocupa Urtasun hubo presión en 2022 para que una mujer -una determinada mujer- ocupara el podio de la Nacional y sucediera a Afkham. Tanto es así que en el concierto que esa directora interpretó dentro de la temporada, una ministra muy importante, a la que no se le conoce inclinación ninguna por la música (ni por ninguna manifestación cultural), se presentó por primera y única vez en el Auditorio Nacional acompañada de su fotógrafo de cámara, dejando claro quién debía ser “la elegida”. Pero pasó el debido control de calidad y no lo superó. No sufran por ella, porque ya se le ha encontrado acomodo, faltaría más. El caso, que está muy bien que no sea una mujer sólo “porque tiene que ser una mujer”. Considero que uno de los mayores rasgos de machismo que nos pretenden inculcar es que las mujeres sólo podemos tener como modelos a mujeres. Cuando empecé a estudiar piano jamás se me hubiera ocurrido que Martha Argerich sí podía ser un modelo pero Krystian Zimerman, no. Lo que la mayoría queremos es alguien que sea muy bueno al frente de la Nacional. Y punto.
Además se da la circunstancia de que no es un jovenzuelo, que ésa es la otra. Parece que se han impuesto los directores de menos de 28, y cuando más cerca de los 20, mejor. Pues hombre, tampoco es eso. Si para alguna especialidad interpretativa se precisa madurez y recorrido, ésa es la de dirección. Que por supuesto se puede tener técnica, ideas y hasta profundidad siendo un veinteañero, pero el poso de la experiencia y de la vida, además de la posibilidad de haber engrosado el conocimiento, se adquiere con los años. Así que servidora está encantada con el nombramiento de un setentón (dicho sea con todo el cariño) que está en plena forma, dicho sea de paso.
Por último, habrá también quien se queje porque no se ha nombrado a un español. Bien es verdad que a día de hoy tenemos unos cuantos directores estupendos y que, si me preguntan a mí particularmente, habría dado el nombre de uno de ellos sin dudar ni un segundo, pero por otra parte, una no es amiga de localismos y lo mismo que me alegro cuando veo que los músicos españoles triunfan por todo el mundo y que ya hay muchísimos compatriotas trufando las grandes orquestas internacionales, creo que está bien que alguien tan cosmopolita personal y musicalmente hablando como Nagano asuma la batuta de la Nacional.
Nagano, un director versátil
Y vamos a trazar el perfil de este gran director estadounidense de origen japonés. Nació en Berkeley en 1951 y creció en Morro Bay, pequeña ciudad californiana a orillas del Pacífico. Tras graduarse en Sociología y Música, decidió encaminar sus pasos definitivamente hacia la composición y la dirección. Su vida en el podio está ligada desde sus inicios al mundo operístico: su primer puesto fue el de director asistente en la Boston Opera Company, ha sido director musical de la Ópera Nacional de Lyon entre 1988 y 1998 y fue nombrado en 2003 el primer director musical de la Ópera de Los Ángeles, ha sido director general de la Ópera Estatal de Baviera y actualmente es director de la Ópera Estatal de Hamburgo, por citar los hitos más señalados y de más larga duración, además de ser invitado habitual del Festival de Salzburgo o de la Ópera Nacional de París, por ejemplo. Actualmente dirige el proyecto “Los ciclos de Wagner” en colaboración con Concerto Köln y la Orquesta del Festival de Dresde.
En cuanto a su faceta como director sinfónico, su curriculum es igualmente apabullante, puesto que podríamos resumir diciendo que ha colaborado con todas las grandes orquestas de Europa y América. Comenzó dirigiendo la Orquesta de Berkeley, su ciudad natal, en 1978, para ser nombrado asistente de Seiji Ozawa en la Sinfónica de Boston tras una colaboración fundamental con la Sinfónica de Londres en 1982. Director titular de la Orquesta Hallé de Manchester entre 1992 y 1999, en 2000 pasa a ocupar el podio de la Deutsches Symphonie-Orchester de Berlín hasta que en 2006 es nombrado director musical de la Orquesta Sinfónica de Montreal. Al mismo tiempo colabora regularmente con orquestas en todo el mundo, como la Orquesta Sinfónica de la Radio de Baviera, la Orquesta Filarmónica de Radio France, la Orquesta Sinfónica Alemana de Berlín, la Orquesta Tonhalle de Zúrich, la Orquesta de la Suisse Romande, la Orquesta de la Ópera Nacional de París, las Orquestas Sinfónicas de Chicago y Detroit y la Sinfónica de Viena.
Kent Nagano es un director enormemente versátil, y como prueba de ellos tenemos los programas que dirigió precisamente en Madrid a la Orquesta y Coro Nacionales de España: en 2024 La Creación de Haydn, en 2021 el citado programa Fauré-Messiaen y en 2018, una ópera de Hans Werner Henze, Die Bassariden. Defensor y difusor de la música de los siglos XX y XXI, en su haber tiene algunas de las mejores y más profundas versiones de las obras orquestales y de San Francisco de Asís de Olivier Messiaen, con quien mantuvo una muy estrecha colaboración durante años, o estrenos de contemporáneos tan importantes y fundamentales como Las tres hermanas de Peter Eötvös, L´amour de loin de Kaija Saariaho o El niño de John Adams.
En cuanto a su amplísima discografía, destaquemos sus grabaciones junto a su esposa, la gran pianista Mari Kodama, su registro de los Lieder con orquesta de Mahler junto al magnífico barítono Christian Gerhaher, su integral de las sinfonías de Beethoven, su versión de La condenación de Fausto de Berlioz o su interpretación (una de las poquísimas) de Rodrigue et Chimène de Debussy. Sólo nos queda felicitar al maestro y desearle lo mejor al frente de la OCNE. Y a todos los miembros de la orquesta y del coro, que la singladura junto a Nagano les sea fructífera y enriquecedora personal y artísticamente.