Cultura

Las ‘casandras’ del desastre de Bruselas

Populistas como Jorge Verstrynge y tradicionalistas como Enoch Powell anticiparon muchos de los conflictos actuales de la Unión Europea

  • El profesor Jorge Verstrynge.

Casi todos recordaremos la historia de Casandra: la sacerdotisa de Apolo que rogó al dios griego que la dotase del don de la adivinación, demanda que fue atendida a cambio de un encuentro sexual. A la hora de la verdad, ella decidió no cumplir su parte del trato y el dios no le retiró su poder pero la condenó a que nadie creyese sus profecías. Desde entonces, se denomina "casandras" a las personas capaces de anticipar el futuro pero no de convencer a sus contemporáneos de la solidez de sus análisis. En el caso de la Unión Europea, se da una circunstancia llamativa: quienes más acertaron fueron políticos e intelectuales situados en los extremos, tanto del izquierdo como del derecho.

Empecemos, por ejemplo, en el Reino Unido, donde se da un caso realmente indiscutible. Me refiero al famoso discurso conocido como 'Ríos de sangre', en el que el político conservador Enoch Powell criticaba las facilidades a la inmigración masiva, anticipando los problemas del multiculturalismo. Persona de gran cultura, comenzaba citando un verso de La Eneida de Virgilio y profetizaba que los británicos terminarían convertidos en extraños en su propio país. El discurso fue demonizado al instante y Powell fue cesado,  pero esta intervención todavía se condena y se recuerda como un ingrediente clave en la victoria del conservador Edward Heath en 1970, ya que conectó con las preocupaciones de muchos británicos de a pie.

La intervención de Powell fue alabada sobre un escenario por la estrella de rock Eric Clapton, levantando una fuerte reacción pública en su contra. Recordemos que Powell pronuncia su profecía el 20 de abril de 1968, poco antes del estallido del Mayo del 68 francés y por tanto en un clima de alto voltaje contracultural. Como señala el periodista Javier Bilbao en el suplemento "Ideas" de La Gaceta, el británico no exagero ni un ápice, sino que se quedó corto: "Para Birmingham (lugar donde tuvo lugar el discurso) él supuso una proporción de dos quintos (40%) de población inmigrante y descendiente, pero en 2021 era ya del 52%. Una ciudad por cierto conocida ahora por sus celebraciones del fin del Ramadán, la mayor congregación de musulmanes al aire libre de Europa, con más de 140.000 participantes por edición. Respecto a Londres, calculó que llegaría a haber un tercio de población foránea, pero en 2011 era ya un 40% y dentro de 8 años sobrepasará a la nativa. La percepción de que Londres ha dejado de ser una ciudad inglesa no es (o no sólo) propia de hooligans borrachos de clase baja mil veces parodiados, también es compartida entre otros por el mismo John Cleese, de los Monthy Pyton", destaca. Quien tomase en serio a Powell (muy poca gente) llegó bien preparada a las elecciones de 2014 donde el UKIP de Nigel Farage fue el partido más votado de Gran Bretaña. Y también al resultado del referéndum del Brexit en 2016.

Bruselas como disolvente de Europa

Respecto a España, si alguien supo anticipar ciertos problemas tabú sobre la Unión Europea fue Jorge Verstrynge, un político que pasó de la secretaría general de Alianza Popular durante la Transición a la militancia en la formación izquierdista Podemos. Hace unos días estuvo compartiendo un análisis de las elecciones europeas en la taberna-librería Casamata, situada en el centro de Madrid. “Yo nací en 1947 y cuando tenía 15 años íbamos a las fronteras a arrancar los letreros de los países: ‘Bélgica’, ‘Francia’, ‘Luxemburgo’, ‘Holanda’…Era nuestra protesta por una guerra que acababa de terminar y que aparentemente era hipernacionalista. Entonces se pensaba en una Europa unificada. Éramos tontos porque una Europa unificada es imposible: tú puedes unificar un país como Estados Unidos porque no tiene historia. Juntas Oklahoma con Vermont y Misisipí porque qué más da porque no tienen nada que reivindicar. Ya es complicado unificar Portugal con España, imagina la tarea de unificar Francia con Alemania o Alemania con Polonia o Polonia con Rusia, con todos los conflictos que tienen detrás”, apunta.

El neofascista Jean-Marie Le Pen y el comunista Georges Marchais estaban convencidos de que la inmigración masiva y la globalización terminarían con las singularidades de Francia

Más madera: “Además de ser imposible, esa unificación no sería buena. La única posibilidad sería una Europa de las patrias, una Europa confederal, todo lo contrario de la que tenemos ahora donde mandan los cantamañanas profesionales diplomados. La gente pasa totalmente de Europa y lo vamos a ver en las elecciones de este domingo con la alta abstención que se va a registrar. Cuando yo era secretario general de Alianza Popular, Ronald Reagan me dijo que había que luchar contra la Unión Soviética porque era el imperio de los mil años, que siempre iba a durar. Una década después, se estaba desplomando”, recuerda.

Verstrynge fue también pionero en señalar que la inmigración masiva era un problema explosivo, que la élite política europea no estaba mirando de frente. “La legitimidad europea de de 1945, basada en la lucha contra el fascismo y luego en la lucha contra el comunismo, ya no existe. En Francia, cada día, un tipo se acerca a otro y le pega una cuchillada en el estómago. Ya no hay autoridad, se ha terminado. Europa se basó en el lema ‘Ni capitalista, ni comunista’ pero eso ya no está. Ahora vamos a lo inmediato: conseguir más dinero a fin de mes sin mirar al largo plazo. Yo nací en África y viví veinte años en Marruecos. El Islam me retó muy bien, pero es una religión conquistadora y vengativa. Espero que no ocurra nada ahora en los Juegos Olímpicos. Marine Le Pen tiene una última oportunidad de victoria porque después de las próximas generales habrá cambiado la estructura de la población. Hoy te plantas en la Port de la Chapelle de París y es imposible ver un blanco. Les pido que no me interpreten como alguien racista, sino como alguien acojonado”, ruega a la audiencia.

Sobre el comienzo de los problemas migratorios de Francia, señala un momento histórico concreto. “No estoy hablando de cruzadas, ni de pitos ni de flautas. Si no hubiésemos dejado al capitalismo hacer lo que le daba la gana no estaríamos en esta situación. ¿Por que hay en Francia tanta inmigración hasta el punto de que ya es una olla a presión? Porque al señor Georges Pompidou se le ocurrió que como Francia no había sido bombardeada no había que renovar el parque industrial sino traer mano de obra barata. Pide a los cónsules que le manden marroquíes y argelinos dispuestos a trabajar por una mierda de salario para mantener la competitividad francesa. El problema es que esa mano de obra se queda a vivir en su país, no todas las francesas quieren casarse con ellos y traen mujeres islamizadas de allí para formar familias. Entonces llevan a sus hijos a la escuela laica y no les gusta nada que allí les enseñen a dudar de Dios”, recuerda.

Por supuesto, hubo muchas más ‘casandras’, tanto de izquierdas como de derechas, casi todas con enfoques políticos extremos. El neofascista Jean-Marie Le Pen y el comunista Georges Marchais estaban convencidos de que la inmigración masiva y la globalización terminarían con las singularidades de Francia. En España, sucedió algo parecido: tanto Julio Anguita como Blas Piñar tuvieron claro que el ingreso en la Unión Europea iba a disparar el paro, crujir los derechos laborales y propiciar que las principales empresas nacionales fuesen vendidas al capital extranjero, empobreciendo a millones de familias españolas. ¿Ha habido en nuestro país un verdadero debate sobre los beneficios e inconveniente de la Unión Europea o hemos aceptado su bondad como un dogma? Podemos demonizar cuanto queramos las opciones extremas pero esta claro que no siempre se equivocan en sus diagnósticos.

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