Todo cuanto escribe Marta Sanz es político, aunque la palabra no aparezca impresa por ninguna parte. La feminidad es política, la corrupción es política, la doble moral es política. Así como quien exprime el jugo amargo de una hierba, Marta Sanz tamiza la realidad hasta convertirla en el polvo de la arena pública… ya sea la que tragan unos en el circo romano o la que se levanta cuando los ciudadanos se reúnen en lo más alto de la polis. Farándula, su más reciente novela, es justamente eso. Una crítica feroz contra la idea que en España se tiene de la cultura o lo cultural. Esa confusión entre el pedestal y la letrina. Eso es esta novela.
"En España la cultura está desprestigiada, se bufoniza, se ningunea y se espectaculariza", explica la escritora madrileña
"En España la cultura está desprestigiada, se bufoniza, se ningunea y se espectaculariza", explica a Vozpópuli la escritora madrileña, quien en Farándula retoma los hilos sueltos de sus obras anteriores: la potencia del espectáculo como operación ciudadana que ya había planteado en su anterior novela Daniela Astor y la caja negra (Anagrama) o la crítica al uso que hace de la noción de lo cultural en el ensayo No tan incendiario (Periférica).
Para poner de manifiesto esa crítica, Marta Sanz localiza la trama de Farándula en el cine y el teatro español, terreno pantanoso donde los haya. ¿La razón? Sólo basta ver a quiénes elige como protagonistas; a los actores, iconos de una contradicción permanente en España: suscitan la máxima adoración y el odio más gratuito; representan el glamour cuando a duras y penas tienen condiciones laborales decentes para cobrar una pensión… Para quienes disfrutan libando insultos e improperios contra el sector cultural, esta novela será una provocación. Pero también lo será para los aludidos, retratados, a veces cual tristes y frívolas figurillas.
Para quienes disfrutan libando insultos e improperios contra el sector cultural, esta novela será una provocación. Pero también lo será para los aludidos
En Farándula intervienen sagas familiares de actores; divas venidas a menos que no tienen dinero ni para pagarse una residencia; recién llegadas actrices que prefieren protagonizar un reality a dejarse la piel en las tablas; el actor que no quiere saber nada de política frente al otro que está siempre firmando manifiestos… Que la Sanz escribe como Dios es algo que saben sus lectores, de sobra. Llevan comprobándolo libro tras libro: sea novela, poesía, ensayo, relato, crítica literaria. Cuando escribe, Marta Sanz tiene la precisión de los que llevan años ejerciendo un oficio. Aunque en estas páginas como en Daniela Astor… pierda a ratos la frescura de Lección de anatomía o Susana y los viejos, Marta Sanz consigue en Farándula mantener intacta la maquinaria de su escritura.
-Algunos podrían ver Farándula como una continuación de Daniela Astor y la caja negra. Sin embargo, aquí retoma ideas que ya había trabajado en su ensayo No tan incendiario.
-Yo creo que en Farándula cristalizan las ideas sobre la cultura que en No tan incendiario tenían una expresión ensayística: la necesidad de no tratar al lector como un cliente, sino como un individuo que al leer un texto acomete una acción intrépida en la que se arriesga a que su manera de ver las cosas cambie. Se arriesga a que lo que le están contando pueda perturbarlo o sacarlo de su zona de confort. Por otro lado, es cierto que existe una conexión grande con Daniela Astor y la caja negra, ya que en las dos novelas mi mitomanía teatral y mi cinefilia se ponen de manifiesto. Pero no solo eso. También son dos novelas donde la cultura importa porque forma parte de la vida de los personajes: en Daniela porque sirve para conformar valores, creencias y actitudes, y en Farándula porque la cultura para algunas personas es, además, una forma de vida, un oficio.
"Esta novela habla de las contradicciones de quienes nos dedicamos a los oficios de la cultura y pretendemos ser críticos con el mismo sistema que nos premia"
-Toda su literatura es política, incluyendo aquellos libros autobiográficos como Lección de Anatomía. Si trabajó en Susana y los viejos la idea de la doble moral o la impasibilidad en Black Black Black, ¿cuál es la idea fuerza de esta novela?
-Las contradicciones políticas y morales de quienes nos dedicamos a los oficios de la cultura y pretendemos ser críticos con el mismo sistema que nos premia. La reflexión sobre el concepto de éxito. La autocrítica en el marco de la crítica al modelo en que vivimos. Y el cuestionamiento de si, de verdad, la inteligencia es la capacidad de adaptación al medio o no deberíamos asumir, de un modo acrítico y plano, ciertos avances tecnológicos. La pregunta sobre si la resistencia a ciertas transformaciones es siempre reaccionaria. La reivindicación de lo físico, lo caligráfico, lo analógico, los vínculos fuertes del amor y la política frente a los vínculos blandos del mundo virtual.
-El País escribió que Farándula es la mejor novela que sobre el teatro podría haberse escrito en España. ¿Qué puede extraerse de la metáfora que surge de la mezcla de farsa y tarántula? ¿Es un medio depredador?
-El mundo de los actores en nuestro país -y me da la impresión de que no solo en nuestro país- es la metáfora perfecta de la crisis global: vivimos en sociedades que por fuera refulgen y que, por dentro, están podridas. La mezcla de glamur y de precariedad que caracteriza a los actores suscita, además, confusiones y odios cuando ellos toman la palabra para expresar sus opiniones políticas. A menudo la gente olvida que son una profesión que tiene muchas cosas que reivindicar, que sus cotas de paro superan el 70%, que no todos los actores pisan las alfombras rojas ni tienen segundas residencias en Los Ángeles. Aún existen los cómicos de la legua, los que retrató Fernán Gómez en El viaje a ninguna parte, las pequeñas compañías teatrales que buscan salidas imaginativas y críticas a la precariedad en un contexto gubernamental, político y social donde la cultura sufre un maltrato permanente.
"La mezcla de glamur y de precariedad que caracteriza a los actores suscita confusiones y odios cuando ellos expresan sus opiniones políticas"
-Sin embargo, no creo que la percepción general se preste tanto a la empatía.
-Hay personas honestas, buenas y dignas que viven de un manera muy modesta, se dedican a los oficios de la cultura y no por el hecho de desempeñar un trabajo que aman deben ser condenados a la pobreza, la falta de remuneración y el no tener literalmente donde caerse muertos. Lo que tan pomposamente se llama "la marca España" debería ser su cultura y su cultura está desprestigiada, se bufoniza y se ningunea, se espectaculariza de un modo interesado para desactivar su capacidad de educar -esa es una palabra muy mal vista en nuestros tiempos- y de visibilizar todo aquello que no nos gusta del mundo en que vivimos. Frente a esto, tenemos la otra cara de la moneda: los que utilizan sus privilegios y su visibilidad, y hacen de la solidaridad y el compromiso político una mera campaña de marketing; los que se ponen el disfraz de dama de beneficencia para que en el fondo nada cambie; los que organizan galas caritativas para solucionar problemas inmediatos sin ir al fondo de la cuestión y, mientras logran que todo siga siendo igual de injusto y desproporcionado, se revisten paradójicamente con un aura de la bondad...
-Hay un discurso soterrado, tanto en la novela como en la realidad, que denosta y desprecia lo cultural como reducto de gente subvencionada que vive del Estado. ¿Se ha agravado esa actitud? ¿De dónde provino y de qué manera se instaló?
-Proviene y se instala desde un discurso neoliberal que impone las reglas del mercado en el ámbito de la cultura. Pero la cultura no debe ser competitiva como los productos textiles o las mezclas cárnicas. Yo creo en la necesidad de la "excepción cultural" y también creo en la necesidad de la subvenciones destinadas precisamente a aquellos proyectos culturales que pueden ser más intrépidos, menos previsibles, más incómodos. El mainstream no necesita ayudas. David Bisbal no necesita ayudas. Ni Alvin y las ardillas. Pero quizá sí las necesita una concertista de violín especializada en música del siglo XVIII, un cineasta experimental como lo fue Buñuel en su momento, un pintor que no se dedique a pintar caballos que abrevan a la luz de la luna o un escritor que no tenga la costumbre de acercarse a la realidad de una manera asertiva... Las subvenciones no pueden tener nada que ver con el pan y toros. No tienen que ver con el nudo que vincula cultura y espectáculo. Ni con la domesticación ni con la caspa. Tienen que ver con la educación y con el nivel de intrepidez y modernidad que esté dispuesta a asumir la "marca" cultural de un país. Y un estado serio y democrático debería ser capaz de afrontar ese reto desde un posicionamiento ideológico que no fuese ni mercantilista ni políticamente sectario.
"David Bisbal no necesita ayudas. Ni Alvin y las ardillas. Pero quizá sí las necesita una concertista de violín especializada en música del siglo XVIII"
-En esta novela el arco de los personajes es enorme. Destaca Daniel Valls, que está entre lo trágico y lo cómico. Él como trasunto de Bardem no tiene desperdicio.
-En Farándula quise recoger un espectro amplio de actores y actrices. No pretendo que cada lector busque quién se esconde detrás del personaje, entre otras razones porque no hay un solo actor de la vida real que inspire a cada personaje de ficción. Valls tiene cosas de Bardem, pero también las tiene de otros actores españoles. Sólo hay un referente absolutamente reconocible: María Asquerino está en el corazón de Ana Urrutia. Por lo demás, trabajé con rasgos generales que caracterizan la profesión: la pertenencia a una saga; el hecho de compatibilizar trabajos artísticos con otro tipo de trabajos de supervivencia; el aldabonazo que a veces supone la televisión; la sucesión de rachas buenas y malas; la contradicción entre ir a una gala con un maravilloso traje prestado e ir apagando interruptores encendidos por la casa porque no hay para pagar la luz; las envidias y la solidaridad dentro del gremio; la tolerancia a las críticas; el cambio en el concepto de lo que es un buen o un mal actor en lo que se refiere a la naturalidad o a la dicción; la labilidad de la fama... En la novela hay vocación satírica, pero por debajo de la sátira hay amor, admiración y muchísimo respeto.
-¿Por qué eligió una novela cuyo argumento y principal reflexión se centra en la cultura? ¿Siente que ya había tocado en sus libros anteriores aquello que obedecía a la realidad 'más urgente'?
-Lo hice porque creo que el cambio en nuestra relación con la cultura es muy expresivo de un cambio general del mundo. Igual que en Eva al desnudo, Eva Harrington representa un nuevo tipo de actriz polivalente frente a la diva teatral que representaba Margo Chaning; en Farándula, la joven Natalia de Miguel, su aproximación acrítica al oficio de actriz, su prevención a saber demasiadas cosas porque eso puede restarle "naturalidad", su paso no traumático por un reality, su éxito, en definitiva, su capacidad de adaptación al medio, se oponen a la acepción de cultura que se encarna en el personaje de Valeria Falcón, una actriz que se pone a sí misma en tela de juicio permanentemente igual que cuestiona permanentemente el mundo que le ha tocado vivir. Una actriz que ejerce la responsabilidad y la crítica desde su trabajo y reivindica asuntos que tienen que ver con las interioridades de su oficio y con otras cuestiones que afectan a toda la comunidad. Una mujer que sufre y que se pregunta hasta qué punto tiene derecho a robarle su felicidad a Natalia de Miguel. Hasta qué punto ni ella ni una representación teatral ni un libro tienen derecho de robarle a nadie su felicidad.
"En la novela hay vocación satírica, pero por debajo de la sátira hay amor, admiración y muchísimo respeto"
-Al leer Daniela Astor y la caja negra el lector se queda con la sensación de que las hijas de la democracia, acaso de la transición, son niñas huérfanas, hijas de madres invisibilizadas ¿No persiste ese rasgo con todos los personajes de Farándula: madres, abuelas, mujeres solteras, actores vapuleados?
-De un modo u otro, tengo la impresión de que en mis novelas siempre se habla de la familia. Por exceso de presencia o por ausencia. Y junto a la familia se habla de la construcción de una identidad que es familiar, cultural, histórica. Soy lo que soy por quienes me han criado, por quienes me han acompañado, me han presionado, educado y dado cariño. Por quienes me han cuidado o me han querido cortar las alitas. Pero también soy quien soy por gente que nunca veré con mis propios ojos: por los modelos que me llegan a través de los libros, las películas, las series, los lienzos, las canciones...
-Es inevitable que le haga esta pregunta, por muy cándida que parezca. ¿Debe el escritor comprometerse? No en el sentido militante, sino en aquello que cuenta
-El hecho de elegir contar una cosa frente a la multitud de cosas posibles; de encontrar el lenguaje preciso para contar esa cosa, el lenguaje sin el que lo que se quiere contar se convertiría en otro asunto; la toma de conciencia de que la forma es ideológica; constituyen el verdadero compromiso de quienes nos dedicamos a la escritura.