Cultura

Roberto Villa: "La gran preocupación de Primo de Rivera, que precipitó el golpe, fue la deriva secesionista del nacionalismo catalán"

El historiador acaba de publicar '1923. El golpe de Estado que cambió la Historia de España', en el que repasa uno de los acontecimientos cruciales de la historia reciente de nuestro país

  • El rey Alfonso XIII y Miguel Primo de Rivera.

Hace ahora justo un siglo, un régimen parlamentario con más de 40 años de Historia caía frente a un pronunciamiento militar que no encontró oposición política. El mayor desastre de la historia militar española y la gestión de la política africana precipitaban la caída sucesiva de gobiernos, pero fue el independentismo catalán lo que, según el historiador Roberto Villa, aceleró el golpe: “La gran preocupación de Primo de Rivera como capitán general de Barcelona y que acabó precipitando el golpe fue la deriva secesionista de una parte importante del nacionalismo catalán”.  El historiador acaba de publicar 1923. El golpe de Estado que cambió la Historia de España, en el que repasa uno de los acontecimientos cruciales de la historia reciente de España. 

Pregunta. ¿Era el régimen de la restauración tan podrido y corrupto? ¿Un régimen de caciques y oligarcas?

Respuesta. No, y menos en esos términos. Son expresiones que habitualmente utilizaban las fuerzas contrarias a la Monarquía liberal, básicamente, por la izquierda los republicanos y por la derecha los carlistas. Es un reflejo distorsionado de la realidad y, sobre todo, de la realidad de los últimos años de la Restauración, donde España estaba ya transitando desde el liberalismo constitucional del XIX, a una democracia liberal, semejante a otras en Europa occidental. 

P. ¿Por qué titula su obra “el golpe que cambió la historia de España”?

R. Porque ese golpe y la dictadura posterior interrumpieron abruptamente el camino hacia la democracia liberal. Es un contrafactual, pero si no hubiera habido golpe de Estado y, sobre todo, si no se hubieran desarrollado todos aquellos factores que, desde 1917, facilitaron los apoyos sociales a esa quiebra de la legalidad, España estaba en unas condiciones tan buenas como los restantes países que permanecieron neutrales en la Primera Guerra Mundial para transitar del liberalismo a la democracia.

Desastre de Annual

Pero el golpe no se puede entender sin el desastre de Annual, en julio de 1921, el ejército español había sufrido a unos 80 kilómetros de Melilla la mayor derrota de su historia colonial, con 8.000 militares españoles masacrados por los rifeños. En aquel momento se debatía si las responsabilidades debían limitarse al ámbito militar o elevarse hasta la esfera política.
La política africana fulminaba gobierno tras gobierno y el 7 de diciembre de 1922 se formaba el que sería el último gobierno constitucional del régimen de la Restauración. El gobierno conservador de José Sánchez Guerra había caído y Manuel García Prieto encabezó un gabinete conformado por todas las facciones liberales.

La guerra de África, el pistolerismo entre anarquistas y grupos de la patronal, las protestas obreras con el eco de la Revolución rusa y las reclamaciones nacionalistas minaban la poca confianza en los políticos y su capacidad para dar una salida política a este grave crisis de régimen. Y llegó el golpe de Primo de Rivera sin prácticamente oposición popular.

Pregunta. ¿por qué no la hubo? 

Respuesta. La mayoría abrumadora de la opinión pública estaba enormemente descontenta con la crisis de eficacia, con el rendimiento decreciente de las instituciones, que estaban próximas a un bloqueo político: se discutía mucho, pero se decidía poco. Es importante distinguirlo de una crisis de legitimidad: los españoles de 1923 no se planteaban cambiar el sistema político como tal, y sólo rechazaban el impasse de la política española desde, sobre todo, 1917. Por eso, el golpe lo fue, ante todo, contra el gobierno de la Concentración Liberal y, si me apuras, contra una persona en concreto, Santiago Alba, el ministro de Estado, encargado único de la política en Marruecos, al que se percibía como responsable de que la guerra se eternizara y del riesgo creciente de una derrota militar. 

Según Villa, los españoles de hace una centuria no creían que el golpe derivaría en un régimen autoritario porque, entonces, se entendía la dictadura como un "periodo excepcional donde un gobierno con poderes extraordinarios, pero no plenos poderes, resolvía una serie de problemas concretos a los que no cabía dar solución por la vía constitucional".

Pregunta. ¿El Rey prefería una dictadura en paz o un sistema parlamentario convulso?

Respuesta. Buena pregunta. Como la dictadura duró casi siete años, las actitudes del Rey en esos siete años sufrieron no pocos vaivenes. Eso sí, en 1923, puede afirmarse, sin muchos problemas, que no. No se plantea ninguna acción extralegal para acabar con el sistema político, ni tampoco para gobernar al margen de los partidos constitucionales.

¿Arrastró la dictadura a Alfonso XIII?

El historiador rechaza la idea de que en el momento del golpe el monarca tuviera una pulsión antiliberal y autoritaria. También combate con la idea, muy extendida en la historiografía, de que la posterior caída de Alfonso XIII se debiera a una fuerte vinculación del monarca con la dictadura militar. Y tampoco comparte la idea de que los pilares del régimen fueran el nacionalismo español y el ultracatolicismo, aunque una de las primeras medidas del militar fuera prohibir el uso del catalán en la esfera pública, y que con el nuevo régimen aumentara la influencia de la Iglesia católica en la sociedad. “Yo creo que la dictadura de Primo de Rivera se movió en la indefinición, con muchísimos préstamos de ideas de diversas procedencias y con un mayor influjo del corporativismo, de moda desde la última década del XIX. Y que atendía muy bien a la propia personalidad del militar, sincrética, que mezclaba de manera poco coherente el conservadurismo con el regeneracionismo, y que carecía de una ideología en sentido estricto o de un plan político preconcebido para su régimen”, apunta el investigador.

Por último, también descarta la imagen, también muy extendida en la historiografía, del militar como un hombre dedicado preferentemente a las juergas y con una escasa formación intelectual. “Menos juicio que un renacuajo”, fue una de las frases que le dedicó el principal intelectual opositor al régimen, Miguel de Unamuno. “¿Cómo una persona así iba a acaudillar e imponerse en un golpe tan bien ejecutado, capaz de cohesionar al Ejército y a una parte relevante de la opinión pública en torno a él, y luego permanecer siete años en el poder, y con un apoyo social también muy relevante? Si Primo de Rivera no hubiera sido más que un simpático juerguista, no se entendería cómo pudo capitalizar en su beneficio esa crisis política de eficacia que hemos descrito y tampoco diría mucho de los españoles del periodo, que se dejaron mandar por un simple tarambana”, concluye Villa.

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