Si hay algo que se le da muy bien a Pablo Berger es ir a contracorriente, arriesgar y triunfar. Así lo hizo en 2012 con Blancanieves, una versión libre del clásico de los hermanos Grimm, en blanco y negro, muda y ambientada en la España de principios del siglo XX. En aquella ocasión consiguió un total de diez premios Goya y el aplauso unánime de la crítica. Ahora, vuelve a repetir la fórmula muda pero con otro lenguaje, la animación, dispuesto a romper el techo de cristal y los prejuicios que existen en torno a estas películas.
Berger cuenta aquí una historia de amistad, de pérdida y de soledad que se inspira en la novela gráfica homónima de la norteamericana Sara Varon, y que forma parte de su colección de cómics sin palabras que empezó a atesorar desde que nació su hija, para poder verlos juntos. En ella, un perro y un robot viven una bonita historia de amistad cuando un día la máquina se queda oxidada tras un día en la playa y el perro, al no poder hacer nada, la abandona allí y trata de sustituirla con nuevas amistades.
El director sitúa esta historia en Nueva York, una ciudad en la que vivió durante diez años y en la que él también experimentó la soledad, las amistades y la pérdida. La dirección de Dog, el perro protagonista, su casa y lo que ve por la ventana es lo que Berger veía. "Sé lo que es la soledad en Nueva York, sé lo que es que te rompan el corazón y he vuelto a encontrar el amor, he hecho amigos y he dejado Nueva York", señala el director en una entrevista concedida a Vozpópuli en el céntrico estudio de Madrid en el que trabaja.
"La película habla de la amistad, de las relaciones, de la fragilidad y de cómo superamos la pérdida a través de la memoria"Pablo Berger, cineasta
"Sin duda es una carta de amor a Nueva York y en la novela esta ciudad no está presente, pero también es una carta de amor a muchos de mis seres queridos que ya no están conmigo por una razón o por otra. La película habla de la amistad, de las relaciones, de la fragilidad y de cómo superamos la pérdida a través de la memoria. La tragicomedia es el género que mejor refleja la vida, porque la vida es agridulce y no se puede entender la alegría sin la tristeza, y por eso esta película tiene ese lado agridulce", explica Berger, quien avanza que esta cinta tiene un final que "promete".
Robot Dreams, que se ha exhibido hasta ahora en los Festivales de Cannes, Annecy (donde consiguió el premio Contrechamp), Sitges (Gran Premio del Público), Animation is Film de Los Ángeles (Premio Especial del Jurado), Toronto, Mar del Plata y Tokio, llega este miércoles a los cines españoles y es una de las películas españolas que suenan para competir en los premios Oscar, según la prensa especializada. De hecho, la empresa norteamericana Neon, responsable de la distribución de películas como la oscarizada Parásitos, Titane o el Triángulo de la tristeza, adquirió los derechos el pasado mes de mayo.
Robot dreams en la "jungla" de Nueva York
El director de Robot dreams también define esta película como un musical, ya que, en ausencia de la palabra, las diferentes sonatas hablan del estado de ánimo de los personajes al tiempo que busca el sonido de una ciudad que es, en sus palabras, una "jungla" en la que se mezclan las "etnias" y las "sonoridades". Así, la canción que más se repite y "guinda" de la película es September, de Earth, Wind & Fire, aunque también se encuentran joyas como el Let´s go de The Feelies.
Yuko Harami, su colaboradora en la primera película y también pareja del director, es la responsable de la edición musical, un interlocutor entre el director y el músico poco habitual en el cine español y más propio de la escuela norteamericana en la que se formó Berger. "Me proponía e íbamos buscando cuál era el sonido de Nueva York. Es una jungla, en todos los sentidos, hay una mezcla de razas de etnias y de sonoridades", cuenta.
La ciudad que representa es el Nueva York de los 80 y, aunque el protagonista también se siente solo, Berger señala que es un momento previo a la globalización, que ha traído "muchas cosas buenas" pero también "muchas malas". "El mundo está más aislado. En otra época las conexiones eran más humanas, más directas y es importante recuperarlas. Incluso el cine, que está dejando de ser ese lugar en el que se reúnen personas de diferentes edades y clases sociales. Ahora la gente consume cine en sus casas, nos estamos aislando", lamenta Berger, que no obstante se define como "un tío romántico" que ve "luz al final del túnel".
"Desde mi punto de vista como director he hecho una película para que la gente vaya a verla a la gran pantalla. El cine también es una medicina para combatir la soledad", señala Berger, que hace referencia al final de La rosa púrpura del Cairo, de Woody Allen, cuando el personaje de Mia Farrow entra en una sala de cine y su cara cambia del llanto a sonrisa al ver en la pantalla un musical de Fred Aster y Ginger Roberts. Como no podía ser de otra manera, Robot dreams es una especie de Dónde está Wally de "guiños" porque, según aclara, antes que director es un "cinéfilo".
"Hay prejuicios y se ve al cine de animación como si fuera menor, como le ocurre al documental. Es importante que repitamos ese mantra de Guillermo del Toro en los Oscar cuando recogió el premio por Pinocho y dijo que la animación no es un género, sino un medio para contar historias"Pablo Berger, director
Robot dreams ha conseguido un total de cuatro nominaciones a los premios Goya y competirá, además de en la categoría de mejor película de animación, también en mejor guion adaptado, mejor montaje y mejor música original. Berger, que atendió a Vozpópuli apenas un día antes de conocerse las películas nominadas, cree que existe un "techo de cristal" porque "nunca una cinta de animación ha aspirado al Goya a la mejor película".
"Hay prejuicios y se ve al cine de animación como si fuera menor, como le ocurre al documental. Es importante que repitamos ese mantra de Guillermo del Toro en los Oscar cuando recogió el premio por Pinocho y dijo que la animación no es un género, sino un medio para contar historias". Yo puedo contar otras historias gracias a una técnica diferente", ha señalado Berger, quien no obstante está convencido de que hay una edad de oro de la animación.