Imaginen recibir la luz en sus casas a través del aire, sin cables, de forma similar que la carga inalámbrica de los modernos teléfonos móviles. Hace más de 100 años, el ingeniero e inventor Nikola Tesla ideó un sistema que aprovecharía la atmósfera de la Tierra para poder enviar energía e información a cualquier punto del planeta. Un invento que acabó fracasando, pero que se antoja como el embrión de internet. Su extraña personalidad, su rivalidad con el otro gran inventor del momento, y un fenómeno fan durante los últimos años han ido incorporando una serie de bulos en torno a su persona que han agrandado el aura legendaria del inventor.
CaixaForum de Madrid comienza la temporada de exposiciones con una muestra en colaboración con el Tesla Museum de Belgrado que reivindica la figura del ingeniero. Un didáctico repaso cronológico a su vida y obra con módulos electromagnéticos y experimentos en los que el visitante podrá comprobar el funcionamiento de un motor de inducción, sus bobinas de alta tensión, o la famosa torre Wardenclyffe, pionera en las telecomunicaciones inalámbricas.
Durante la presentación de la exposición, Ivona Jetvic, responsable del museo de Belgrado, insistió en la nacionalidad serbia del inventor, un asunto que enfrenta a serbios y croatas. Tesla nació en 1856 en Smiljan, en la actual Croacia, entonces parte del Imperio austriaco, en el seno de una familia serbia.
Desde pequeño mostró interés por los fenómenos eléctricos que encontraba en el día a día como la electricidad electromagnética que encontraba cuando acariciaba el lomo de su gato. Tras pasar por la universidad entró a trabajar para la Continental Edison Company, una filial europea de una de las empresas de su futuro enemigo. Allí presentó su primer gran invento, el motor de inducción, que recogía una de sus ideas más obsesivas: construir un motor que funcionase utilizando un campo magnético rotativo como fuerza motriz y no un conmutador y escobillas, como funcionaban los motores eléctricos de la época.
En 1884 se embarcó rumbo a Nueva York y comenzó a trabajar en la Edison Machine Works, donde conoció y se enemistó con el inventor del momento, Thomas Alva Edison, quien a diferencia de Tesla, tenía un gran instinto para los negocios.
Guerra de las corrientes
En este punto, Tesla se focalizó en desarrollar el potencial de la corriente alterna, aquella en la que la intensidad y el voltaje varían en función del tiempo con una determinada frecuencia, a diferencia de la corriente continua, que mantiene su intensidad y voltaje a lo largo del tiempo, como sucede con una batería o una bombilla. Era un momento en el que las ciudades de América y Europa comenzaban a iluminar sus calles y el negocio de la electricidad era una mina de oro para Edison y sus sistemas de corriente continua.
El magnate George Westinhouse fichó a Tesla con la intención de desarrollar las aplicaciones comerciales de la corriente alterna. Edison vio peligrar su imperio y sacó los colmillos de tiburón empresarial. A través de publicaciones en prensa inició la “guerra de las corrientes” con la que pretendía desprestigiar la corriente alterna alertando de su peligrosidad. Edison organizó electrocuciones de caballos y elefantes con corriente alterna delante de la prensa, y Tesla respondió con un show en el que mostraba cómo la corriente podía pasar a través de su cuerpo sin causarle ningún problema.
Dos episodios marcaron el final de la "guerra de las corrientes". Por un lado, la Exposición Universal Colombina de Chicago (1893) concedió a Westinghouse los derechos de producción de la energía eléctrica para el funcionamiento de la maquinaria y el alumbrado del acontecimiento, y se consiguió generar tres veces más energía que la consumida por el resto de la ciudad de Chicago gracias a la instalación de 12 generadores bifásicos de Tesla. La exposición también sirvió para mostrar las mejoras que había realizado sobre las lámparas fosforescentes, precursoras de las actuales luces fluorescentes. Así mismo, bajo la asesoría de Tesla, Westinghouse Electric consiguió el contrato para construir un sistema de generación de corriente alterna de dos fases en las cataratas del Niágara.
Sistema Mundial de Transmisión
La exposición también explica que tras esta victoria, Tesla siguió trabajando en cuestiones tan variadas como los rayos X; la transmisión inalámbrica de energía, inventando el que sería el primer “mando a distancia”; la radiodifusión; o la creación y desarrollo de las bobinas de Tesla, generadores de alta tensión y alta frecuencia que permiten crear campos eléctricos muy potentes a su alrededor, suficientes para lograr que la corriente circule sin necesidad de cableado.
Tesla estableció su laboratorio en las afueras de Colorado Springs, donde se obsesionaría con la idea de la transmisión de energía e información sin cables y de una manera gratuita, su concepto del Sistema Mundial de Transmisión, un invento revolucionario para la época, embrión de lo que acabaría siendo internet, y como muestra la cita que se recoge al final de este texto.
Para lograr este objetivo volvió a nueva York y el magnate John P. Morgan financió, a cambio del 51% de las patentes de Tesla, la idea del Sistema Mundial de Transmisión de mensajes, telefonía e imágenes utilizando la Tierra como conductor de las señales eléctricas. Con 150.000 dólares, Tesla construyó la Torre Wardenclyffe con la que desarrollar su idea. Sin embargo, fracasó y se abandonó en 1906, mientras Guillermo Marconi conseguía imponer su modelo de transmisión.
Esta fue la última gran aventura de Tesla, que hasta su muerte en 1943 siguió ideando inventos como el avión de despegue y aterrizaje vertical, una mezcla de helicóptero y avión.
En la década de los años treinta, el ingeniero e inventor de 75 años comenzó a dar ruedas de prensa en cada uno de sus cumpleaños en los que anunciaba estrambóticos inventos como el “rayo de la muerte”. El arma con la que quería acabar con las guerras, y que era capaz de lanzar un haz de partículas microoscópicas para destruir a cualquier ser vivo, y que estaba conformado por una especie de acelerador de partículas. Cuando Tesla murió, el gobierno estadounidense investigó sobre la veracidad y alcance real de este invento, llegando a la conclusión de que no lo había desarrollado.