Cultura

El destino de tres niños perdidos en la niebla de la II Guerra Mundial, en la última novela de Ruperto Long

El escritor uruguayo regresa a las librerías con una historia sobre el Holocausto basada en hechos reales

  • Desfile de milicias ucranianas frente a autoridades nazis, Stanislawow

Tres críos deciden un verano hacer la promesa de ser amigos durante toda la vida. Para sellar su compromiso se realizan un pequeño corte en un dedo para mezclar su sangre en un pacto eterno. Serán amigos pase lo que pase. Lo que ni ellos ni nadie en Europa sabe en ese momento es que lo que está a punto de pasar es la guerra más brutal de la historia y que si algo habrá en el continente durante los próximos años será el derramamiento de sangre. Este es la sinopsis de Éramos tres niños perdidos en la niebla, la última novela del uruguayo Ruperto Long. 

La novela arranca con una tormenta estival, una tormenta anómala que pilla jugando a tres niños europeos en Yeremcha en las montañas de los Cárpatos. Los tres eran hijos únicos y estaban muy unidos entre sí, casi como si fueran hermanos. Lizzy tenía siete años, vivía en Hamburgo, y su nombre de familia era Wintz. Su prima Riki, tenía 11 años. De familia italiana, originaria de Florencia -de apellido Finzi-, hacía mucho que vivía en Belgrado, capital del Reino de Yugoslavia, donde había nacido. Alex era un poco menor, tenía seis y vivía en Polonia.

Hasta allí han ido a pasar las vacaciones de verano junto a sus familias pero además de los nubarrones y las grandes gotas, los niños sienten que hay algo más cargado en el ambiente que la electricidad atmosférica.  Ya está en marcha el mayor plan que terminará provocando el mayor genocidio de la humanidad. Ha comenzado en el país de Lizzy en el que su sangre es considera impura, tan impura que su madre ha perdido el trabajo de actriz y su padre, un reconocido doctor, su puesto en el programa estatal de seguros médicos. Justo antes de salir de vacaciones la situación empeora cuando el gobierno de Hitler le retira la licencia.

El escritor  uruguayo Ruperto Long.

 El escritor uruguayo Ruperto Long. EFE

¡Váyanse a Palestina, judíos de mierda!

Pero el veneno que los nazis han hecho ley campa desde hace siglos a sus anchas por todo el continente. El antisemitismo también llega a Riki, que asegura haber visto milicias por las calles de Mostar persiguiendo a niños como ella. Y también lo ha sentido en sus propias carnes Alex, que en su Polonia natal otros niños le gritaban: “¡Váyanse a Palestina, judíos de mierda!”.

Fue este niño, ya anciano, el que dio origen en esta novela inspirada en hechos reales y nacida de las conversaciones de Long con Alejandro Landman actual presidente del Centro Recordatorio del Holocausto de Uruguay, a quien conoció en el país americano donde emigró después de la guerra. "No es tanto un relato histórico, sino de las vivencias de estas personas durante la Segunda Guerra Mundial. Me apoyé en todos estos hechos, agregando diálogos y recreando situaciones. Está basada en situaciones muy emotivas y deja mucho espacio a la esperanza", señaló el autor en una entrevista.

La novela sigue los pasos de estos niños durante los meses en los que ningún lugar del continente es seguro para ellos, pero en los que siempre hubo hombres buenos que se jugaron el pellejo por salvar a unos desconocidos. “Con estos relatos uno pone un pequeño granito de arena para tratar de que nos demos cuenta de que tenemos que aprender de todo lo que ha sucedido, ser más tolerantes unos con otros. Tratar de buscar soluciones pero siempre de forma pacífica, porque el horror de la guerra, incluso la fuerza, nunca va a ser una solución buena ni definitiva”, señaló el autor.

ruperto long portada

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