Entrevista

Cultura

Walter Salles: "Las personas juzgan todo con rapidez y eso construye una sociedad binaria sin paciencia"

Dirige 'Aún estoy aquí', un drama luminoso sobre la dictadura brasileña que aspira a tres premios Oscar, entre ellos el de mejor película

  • Walter Salles -

Marcelo Rubens Pavía tenía once años cuando la dictadura militar de Brasil se llevó a su padre de casa, el exdiputado Rubens Paiva. No volvió a verlo nunca más, una experiencia que supuso una temprana pérdida de la inocencia y que plasmó años después en sus memorias, tituladas Aún estoy aquí (2015). Ahora, aquellas páginas llegan al cine de manos del cineasta Walter Salles, con un título homónimo que competirá la próxima semana en los premios Oscar, en las categorías de mejor película, mejor actriz protagonista (Fernanda Torres) y mejor película internacional.

El actor ha visitado Madrid para recoger el Goya a la mejor película iberoamericana de manos del presidente de la Academia de Cine, Fernando Méndez-Leite, y ha atendido a Vozpópuli para hablar sobre la actualidad de su película, los recuerdos de su infancia que se cuelan en las escenas de este filme o la polémica en torno a Karla Sofía Gascón. 

P: Usted era uno de los niños que juegan en la casa de Rubens Paiva. ¿Qué hay aquí de autobiográfico?

R: Hay muchas capas de memoria en esa película y una de ellas es personal. Cuando yo tenía 13 años conocí a esta familia, que venía de Sao Paulo y habían alquilado esa casa cerca de la playa. Eran cinco hermanos, todos con cuatro o cinco amigos, más los padres y sus amigos. Era como una comunidad casi un contracampo de lo que existía en la calle en Brasil, que era un país ocupado durante la dictadura militar. Ir a esta casa los sábados o los domingos era algo increíble porque te enamorabas de política, de cine, de la tropicalia, de Gilberto Gil, Caetano Veloso, porque hablaban de eso todo el tiempo. Lo conocí en esa casa y son recuerdos que aún están muy vivos, casi sensoriales. Me acuerdo mucho de la proximidad de los cuerpos, una forma afectiva y de conexión con el mundo que era muy diferente de lo que conocí en mi propia casa. El primer acto, sobre la luz y la intensidad de la vida de esa familia, casi como un acto de resistencia ante una dictadura militar, es lo que se roba en cierto momento en la película, así como al país se le roba un cierto futuro. 

P: Lo más llamativo es cómo ante una de las mayores torturas, como es desconocer durante años el paradero de un familiar, es una película muy luminosa. 

R: Eso lo que intentamos, pero también era algo que tiene una relación muy directa con los recuerdos que tengo, la memoria viva, y que nunca nos abandonó. Pienso que el mismo acto de resistencia de la madre, que en un momento de su vida se enfrenta a una desaparición, en primer lugar, y también tiene que convivir con la idea de pérdida y ausencia, creo que es en la luminosidad donde se inspira para tener formas de resistencia, en esa forma de vida anterior. Al final, la manera que encuentra para superar la pérdida es quizás abrazar lo que le resta de vida, para proteger a su familia y avanzar. Marcelo Rubens Pavía decide escribir sobre la trayectoria de su familia a partir del punto de vista de esa madre. Al mismo tiempo, percibe que el país está empezando a perder una memoria colectiva a causa del ascenso de la extrema derecha en 2016, con la elección de Bolsonaro en 2018. Es un libro que habla de una memoria personal, de una familia, pero de algo extremamente colectivo, que es la memoria de un país. De la misma forma que me enamoré de esa familia cuando tenía 13 años, me enamoré del libro. La película es el resultado de esa doble fascinación. 

"La manera que encuentra para superar la pérdida es quizás abrazar lo que le resta de vida, para proteger a su familia y avanzar"

P: Esta película ha tenido mucho éxito en Brasil y también en el resto del mundo. De hecho, compite por tres premios Oscar, a mejor actriz, mejor película y mejor película internacional. ¿Qué conexión cree que tiene con la actualidad?

R: Al inicio pensamos que estábamos haciendo una película para ofrecer un reflejo de un pasado que no fue suficientemente visitado por el cine brasileño, pero al preparar el guion y hacer la investigación pasaron algunos años y el Zeitgeist cambió radicalmente. Empezamos por tanto a comprender que la película hablaba también sobre nuestro presente. Era algo que adquirió una urgencia que no imaginábamos al inicio. Quizás el acto de anticipación en Marcelo en el libro sea lo que permite esa sincronización entre lo que dice la película y lo que vivimos hoy, que es un momento de fragilidad de la democracia en casi todos los países del mundo. Quizás aún más importante que eso es la trayectoria humana de los personajes, porque la clave de entrada es a través de lo humano y de lo existencial. Fernanda Montenegro me dijo cuando rodamos Estación central que no tenemos salida fuera del ser humano, y nunca me olvidé porque también creo eso. 

P: Qué bonito que sea su hija, Fernanda Torres, quien protagoniza esta película. ¿Hasta qué punto ella intervino en la preparación?

R: La invité cuando el guion ya tenía una madurez y una arquitectura bastante sólida y un desarrollo de personaje muy bien dibujado, pero ella es alguien que tiene una inteligencia emocional bastante única. Yo ya había colaborado con ella en mi primera película, Tierra extranjera, y como es también guionista y directora, ayuda muchísimo. Durante la película, un guion está siempre en transformación. En eso, Fernanda fue siempre una compañera de viaje increíble, porque a veces proponía algo o yo cambiaba para tener algo más sorprendente, intentaba reescribir y traer algo inesperado en momentos clave de la película. Su escuela es la del teatro. Nació casi en él, porque sus padres tenían una compañía que iba de ciudad en ciudad. Tiene esa ética colectiva del teatro, así que es un placer, porque reencuentras en el cine la dimensión humana del teatro. Hoy, con las tecnologías más complejas, los rodajes se han convertido en algo gigantesco, pero yo intento hacer lo opuesto. Tener una familia y no un equipo. 

Carrera a los Oscar

P: Quedan pocos días para los Oscar. ¿Ha sido esta carrera desagradable? A raíz sobre todo de las críticas de Karla Sofía Gascón. ¿Te has sentido incómodo?

R: La última vez que dirigí y llegué a los Oscar fue con Diarios de motocicleta, en 2005, hace veinte años. Hay una diferencia seminal entre aquella experiencia y de la trayectoria hoy por una razón: entonces no se hablaba de una campaña, es un vocabulario que pertenece al lenguaje de la política. La única película que podría usar ese vocabulario se llama El candidato, de Robert Redford, y no en algo hecho con la pasión del cine, con el deseo y la integridad necesaria. Percibo estos últimos meses como algo con características que pienso que deberían ser reconsideradas, porque esas campañas se distancian de lo que importa, que es el cine. Soy totalmente analógico, no tengo redes sociales, aún leo periódicos en papel, así que tomo la opción de no escuchar mucho de ese ruido, porque de una dirección contraria de lo que importa, que es el cine. Solo hago ese oficio porque el placer de construcción colectiva de una historia, de una narración, que creo que está conectada con ese gesto inaugural de representación humana que aquí está en Altamira, o en Francia en Lascaux, esa idea de dejar el reflejo de quienes somos en el momento de nuestra existencia. Cuando hay ruido vuelvo al cine. 

P: A raíz de este tema. ¿Qué dilemas cuando se conoce algo de la dimensión personal con la que no de acuerdo, o acto reprobable?

R: No veo capaz de opinar sobre lo que no conozco con verticalidad. Lo mismo con amigos muy próximos, prefiero muchas veces conocer todo para poder opinar. Vivimos en una época infelizmente en que las personas juzgan todo con mucha rapidez y eso acaba construyendo una sociedad binaria que no tiene paciencia ni una atención ni un cuidado con el entorno. Algo se está perdiendo en eso que me parece angustiante. Eso y la relativización de la verdad. Estamos en un mundo en el que hay un presidente que tiene una red que se llama Truth Social. Estamos en un mundo problemático.

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