Dijimos adiós al verano, una época generalmente amable con la salud, pero el otoño nos pone de nuevo las pilas y también nos baja las defensas, apareciendo enfermedades asociadas a los cambios de temperatura, humedad relativa baja, poca ventilación, frío, lluvia, retorno a la rutina... Prácticamente en cada esquina encontramos alguna amenaza para la salud, pillándonos además con las defensas más bajas que de costumbre porque venimos de una época térmicamente más amable.
Se entiende así que el sistema respiratorio, desde nuestra nariz hasta nuestros pulmones, pasando por esas autovías que son laringe, faringe y tráquea, no estén precisamente ilusionados con estas variaciones. Imposible no pensar en los resfriados y constipados, quizá la menos vehemente pero más recurrente enfermedad asociada al frío, aunque no vienen solos. Podemos hablar también de cuatro itis habituales como rinitis, bronquitis, faringitis y laringitis, a las que el frío, los cambios de temperatura y los espacios cerrados.
Por fortuna, no son patologías especialmente graves -salvo que se cronifiquen o que las sufran personas asmáticas, alérgicas o inmunodeprimidas, además de ancianos, embarazadas o menores-, pero sí son bastante molestas y, aunque en la mayoría de casos desaparecen con reposo, analgésicos y broncodilatadores, siendo solo necesarios los antibióticos si así lo considera el médico (siendo igualmente un tratamiento pautado como en el caso del resto de medicamentos).
Topamos así con una serie de cambios ambientales y de comportamiento que torpedean nuestra salud y más concretamente a todo lo que tenga que ver con las vías pulmonares. Por un lado, las variaciones térmicas. Imposible obviar que en otoño solemos necesitar un poco de abrigo a primera hora del día, pero tengamos sensación de que nos sobra a medida que el día avanza. No es casualidad que los catarros y resfriados proliferen en esta época del año, ya que la mayoría se producen por esta variabilidad climática (hasta un 57% de los casos).
A ello hay que sumar un repunte de los alérgenos, sobre todo en los domésticos, ya que la alergia al polvo o a los ácaros multiplica su relevancia durante estos meses. Los motivos son sencillos y los tenemos en casa: peor ventilación y menos humedad. Al hacer más frío, no abrimos tanto las ventanas de nuestra casa y por tanto ventilamos menos.
En ese mismo sentido y aunque resulte paradójico, tenemos casas menos húmedas porque solemos recurrir a aparatos de frío-calor o a la calefacción para templar nuestros hogares, lo cual reseca el ambiente y facilita la proliferación de virus, bacterias y también de todo tipo de microhongos que se distribuyen por alfombras, sofás, suelos, camas y muebles.
Las enfermedades del sistema respiratorio que llegan en otoño
No sabemos si decir 'llegan' es correcto, porque nunca se van, pero sí es cierto que la prevalencia de ciertas patologías aumenta de manera exponencial con el otoño. En verano dijimos adiós a los resfriados y a la gripe, pero nos aferramos a la otitis y a la cistitis, así que cada estación tiene su particular sambenito médico que se empeña en complicarnos la existencia. Como insistimos, es la salud respiratoria la que más sufre con esta aparición, ya sea por los continuos cambios o por pillarnos 'desprevenidos' después de una temporada mucho más amable.
La mayoría de enfermedades inherentes al otoño que tengan que ver con las vías respiratorias son relativamente pasajeras, pero no prestarle atención o dejarlas correr a veces puede hacer que se cronifiquen o que empeoren. Es el caso de la bronquitis, que a menudo hemos oído que es 'un catarro mal curado', pero nada más lejos de la realidad, como advierten desde Kern Pharma.
Resfriado
Podemos llamarlo también catarro o constipado (aunque aquí el false friend británico nos juega una mala pasada), pero en esencia es lo mismo. Congestión, dolor de garganta, toses y malestar corporal, acompañado de estornudos, febrícula y una sensación de incomodidad son la carta de presentación que en adultos aparece entre dos y cinco veces al año, aunque en menores puede presentarse hasta una decena de veces.
Solemos culpar al frío de su presencia, pero la realidad es que se trata de una infección vírica contagiosa provocada por el rinovirus (en la mayoría de los casos), que nos acompaña así durante aproximadamente una semana y que nos suele exigir cierto reposo, una mayor hidratación y, si fuera necesario, algunos analgésicos y antitérmicos, además de antitusivos, mucolíticos y expectorantes contra esta sintomatología si afecta a la boca, nariz y pulmones.
Gripe
Si el resfriado aparece, no podíamos dejar de hablar de su 'hermana mayor', la gripe, que si bien guarda ciertos parecidos, no es exactamente lo mismo. Es cierto que hablamos de una enfermedad vírica (en este caso producida por el virus H1N1 o influenza), pero sus síntomas y contundencia no son del todo iguales. En el caso de la gripe, hablamos de una enfermedad que aparece súbitamente (el resfriado es más gradual), caracterizada por fiebre alta, toses, fatiga, dolor muscular y por la ausencia de estornudos (al contrario que el resfriado).
Es habitual que la campaña de vacunación proteja a las personas inmunodeprimidas, que son las que más sufren la virulencia de esta patología que no todos los años es igual de vehemente. En cualquier caso, la pauta de vacunación y, en el caso de sufrirla, atajarla con analgésicos y antitérmicos suele ser el tratamiento más recurrente y práctico para sobrellevarla lo mejor que podamos durante la semana o diez días que suele durar. La ventaja es que es virtualmente imposible sufrirla dos veces al año, al contrario que los catarros, que sí son más reiterativos.
Asma bronquial
Los típicos 'pitos' son señal inequívoca de que algo no está funcionando correctamente en nuestro sistema respiratorio. Se pueden producir a cualquier altura de éste, pero son más relevantes de laringe y faringe hacia abajo, lo que les convierte en una molestia especialmente aguda para personas con EPOC o con asma, que en otoño multiplica sus efectos por el factor ambiental: menos humedad doméstica y menor ventilación, ergo, más proliferación de alérgenos.
Falta de aire, dolor u opresión en el pecho, pitidos o silbidos al exhalar y, a menudo, problemas para dormir por esa sensación de ahogo son la sintomatología derivada de esta inflamación de las vías respiratorias, comentan en el blog de QuirónSalud. Aunque hablamos de una enfermedad incurable, es subsanable con la conveniente medicación, que incluye antihistamínicos y broncodilatadores (ya sean de control o de rescate).
Faringitis, laringitis y bronquitis
Como toda 'itis', hablamos de inflamaciones, en la mayoría de los casos provocadas por diferentes virus (en la mayoría de los casos) o por bacterias (en un porcentaje menor) y que en el caso de las tres que hoy citamos suelen venir acompañadas dentro de un cuadro catarral o gripal. Su tratamiento, previo diagnóstico para comprobar que no se está solapando con otra enfermedad, incluye el reposo, una correcta hidratación y, en el caso de la farmacoterapia, el uso de analgésicos.
De ellas, la más comprometedora (en líneas generales) es la bronquitis, ya que dificulta la respiración en la mayoría de casos, mientras que la laringitis y la faringitis, más allá de su inflamación y del malestar (ya decimos que es similar al resfriado o a la gripe, a los que suelen venir asociados), no suele implicar más consecuencias. Sin embargo, no prestar atención a su aparición puede desembocar en ciertas complicaciones si están vinculadas al propio resfriado, como es el caso de la bronquitis o la sinusitis, explican desde Cinfa Salud.