El huevo es uno de los alimentos más versátiles, nutritivos y consumidos en todo el mundo. Su historia en la dieta humana es milenaria, ya que es una fuente densa de proteínas de alta calidad, vitaminas (como las vitaminas A, D, E y varias del grupo B), minerales esenciales (como hierro, fósforo y zinc) y antioxidantes, como recoge el informe del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación.
Además, este alimento contiene ácidos grasos saludables, lo que lo convierte en un alimento completo y accesible. De hecho, la clara del huevo es un estándar de referencia para medir la calidad de otras proteínas debido a su excelente perfil de aminoácidos, esenciales para el crecimiento y la reparación celular.
Los huevos se pueden consumir de múltiples maneras: cocidos, escalfados, revueltos, fritos, en salsas, en productos horneados y más, siendo ingredientes clave tanto en la cocina casera como en la industrial. No obstante, a medida que el interés de los consumidores por una alimentación más ética y sostenible ha crecido, también lo ha hecho la preocupación sobre las condiciones en las que se crían las gallinas ponedoras y el impacto ambiental y sobre la salud de estas prácticas.
De 0 a 3: de mejor a peor
Para satisfacer estas preocupaciones, en muchos países -como en España- se implementa una codificación obligatoria en la cáscara de los huevos que informa sobre el origen y las condiciones de cría de las gallinas. Este código incluye un primer dígito que va del 0 al 3 y que indica el tipo de crianza, siendo el “0” el de la mayor calidad en cuanto a condiciones de bienestar (producción ecológica) y el “3” el menos exigente (crianza en jaulas). Estos códigos no solo influyen en la calidad nutricional del huevo, sino también en su impacto ambiental y en el bienestar de las aves.
Los expertos en alimentación y bienestar siempre hacen mucho hincapié en que debemos fijarnos bien en la enumeración que tienen 'impresa' los huevos en su cáscara, prestando especial atención al primer dígito. Ese primer dígito, como decimos, va siempre del 0 al 3, y lo más recomendable es que sea siempre del 0 o del 1.
Esto se debe a que, si el huevo tiene ese dígito, te asegura que la gallina está al aire libre, que está comiendo de lo que obtiene por el campo (aunque no siempre) y que, sobre todo recibe luz solar natural, algo que es muy importante para las composiciones vitamínicas del huevo. Por su contra, las gallinas del grupo 2 o 3 no están expuestas al sol, ya que están enjauladas, y para regular sus ritmos circadianos les ponen luz artificial, la cual carece de vitaminas o beneficios.
Por tanto, fijarse en la numeración de los huevos antes de comprarlos no solo nos orienta hacia opciones más sostenibles y éticas, sino que también nos permite tomar decisiones más informadas respecto a nuestra salud y al impacto de nuestra compra en el medio ambiente.