Salud mental

¡Sorpresa! Cómo reaccionamos ante la emoción más breve de todas

Una emoción no siempre va acompañada del llanto. Puede haber emociones que nos alegren, entristezcan, enfaden... y la sorpresa es la más efímera de todas

  • ¡Sorpresa! Cómo reaccionamos ante la emoción más breve de todas. -

La emoción no puede programarse ni evitarse. Una sorpresa es algo inesperado y que puede emocionarnos, alegrarnos o incluso entristecernos si no es algo positivo. La sorpresa es una emoción primaria, una alteración emocional causada por algo imprevisto, novedoso o extraño, cuya principal consecuencia es desviar toda nuestra atención hacia lo que la ha causado. 

Se clasifica como neutra o ambigua, puesto que nunca es negativa ni positiva; lo que se puede clasificar como positivas o negativas son las reacciones que surgen a partir de esta emoción. La sorpresa dura pocos segundos, pues se convierte en otra, dependiendo del hecho que la haya provocado y de cómo la interprete la persona sorprendida.

“Todos nos emocionamos. De manera irremediable, las emociones forman parte de nuestro día a día. El miedo, la alegría, la tristeza, el enfado… están presentes a todas horas y aparecen en cualquier momento”, nos explica Sonia Díaz Rois, coach y mentora especializada en Gestión de la lra y Eneagrama. “Las emociones, que pueden producirse tanto por un estímulo interno como externo, suelen decidir por nosotros y nos llevan a la acción, tal y como su propia etimología nos indica, ya que el término proviene del latín ‘emóvere’, que significa mover, remover, agitar”, añade.

No debemos confundir emocionarse con llorar. “¿Alguna vez te han dicho o has dicho: “¿tú no te emocionas?”, y la respuesta ha sido algo así como “No, a mí me cuesta mucho llorar”? Lo cierto es que tal vez, podemos tener asociado el hecho de emocionarnos con el llanto y la tristeza y no con el resto de emociones. Emocionarnos es diferente a conmoverse por algo y no poder evitar unas lágrimas afectivas”, nos explica la coach.

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Una emoción puede ser breve o más intensa por lo inesperada.Pixabay

La emoción más breve

La sorpresa, además de ser neutra, es la más breve de todas las emociones. “La sorpresa puede considerarse la verdadera emoción olvidada, aun cuando está presente en nuestro día casi de manera constante”, nos dice Sonia Díaz. “Se da cuando percibimos algo nuevo o inesperado, permitiéndonos recoger esa información y, en cuanto entendemos lo que está sucediendo da paso a otra”.

Aunque estamos recogiendo información nueva de manera constante, “no solemos darle importancia a esta emoción ya que, normalmente, asimilamos esa información casi sin darnos cuenta porque se trata de algo relativamente sencillo, parecido a algo que ya conocemos y nos resulta fácil de asimilar”, nos explica. ¿Qué hacemos con esa información que hemos recogido y que es nueva o inesperada? “Pues muchas veces no pasará ni haremos absolutamente nada. La sorpresa pasará desapercibida en caso de que consideremos que la información recibida no tiene consecuencias”.

La sorpresa aparece, recogemos esa novedad, la integramos sin darnos cuenta y damos paso a otras emociones, que pueden ser alegría, miedo, tristeza, asco o enfado, dependiendo de qué se trate y dependiendo también de nuestra propia reinterpretación de la realidad. “En cambio, si el evento es algo totalmente inesperado, si se trata de algo inusual o estamos ante algo realmente desconcertante, es más sencillo reconocer ese momento de asombro y perplejidad. Ese momento en el que se nos abre la boca y ponemos ojos como platos”, dice la experta.

Seremos más conscientes debido a la intensidad con la que experimentamos ese momento y esa emoción de sorpresa, porque es algo realmente inesperado y “necesitamos procesar datos”. Una vez procesada la información, la sorpresa dará paso a otra, dependiendo de qué se trate, y de la propia reinterpretación que uno mismo hace sobre lo que sucede. La sorpresa es una emoción neutra y de transición. Si tomamos una fiesta sorpresa de cumpleaños como ejemplo: llegas a casa, abres la puerta, luces apagadas, y de repente escuchas... ¡¡¡SORPREEEEEEEESA!!! Aunque habrá quien ni se inmute, casi con total seguridad te sorprendes. 

“Y de inmediato das paso a otra, que bien puede ser haberte llevado un susto tremendo... y dar paso al miedo, te puedes poner triste porque sientes que pierdes un año, tal vez conectas con la alegría y el jolgorio del fiestón que tienes delante, puedes enfadarte porque no te lo esperabas y no te apetece o preferías celebrarlo de otra manera, o pones cara de asco porque los globos y el pastel no te gustan o hay una persona invitada que te cae fatal y jamás se te habría ocurrido invitarla”, añade.

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La reacción ante una emoción depende también de cada experiencia personal.Pixabay

Otra cosa que puede suceder y que, aun siendo el protagonista, nos podría convertir en el aguafiestas es que, en lugar de dar paso a alguna de esas emociones o una mezcla de ellas, nos quedemos procesando datos a causa de tal asombro y debido a que ese acontecimiento repentino nos pille totalmente desprevenidos, pudiendo llegar a un estado de obnubilación, que es la carga emocional de la sorpresa”.

¿Cómo nos comportamos ante una emoción?

Cuando sentimos miedo, por ejemplo, podemos optar por una de estas tres opciones: quedarnos paralizados, huir o luchar.  “Cada vez que resolvemos el miedo con alguna de estas tres opciones, estamos generando una tendencia a reaccionar del mismo modo ante situaciones similares. Lo mismo pasa con el resto de emociones, generamos un patrón de respuesta”, añade Sonia.

Además de nuestra predisposición innata para actuar de una manera u otra, también influye la experiencia personal que nos condiciona a reaccionar de un modo determinado, ya sea de manera consciente o inconsciente, teniendo en cuenta que solemos actuar de manera casi automática. 

“En caso de no querer dar tanta rienda suelta y reaccionar en base a nuestros patrones preestablecidos y evitar que sean nuestras emociones las que elijan por nosotros, podemos tener en cuenta las emociones básicas para entrenarnos y poder llegar a reconocerlas. Si desarrollamos la capacidad de identificar en qué momento sentimos miedo, tristeza, enfado, alegría y tal vez el asco, el simple hecho de darnos cuenta de que las estamos experimentando, nos ayuda a darle sentido a cada una de las emociones para que su respuesta sea adaptativa, ya que seremos más capaces de razonarlas”. 

De este modo también seremos más capaces de reconocer los pensamientos que acompañan a esas emociones para que esta sea más o menos agradable. “Cuando empezamos a prestar atención a nuestras emociones, solemos olvidar la que puede resultar más sorprendente de todas, la sorpresa”, concluye la coach.

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