El SIBO es uno de los problemas digestivos de los que seguramente habrás oído hablar en los últimos meses. Se ha convertido en tendencia en los contenidos de salud y bienestar de las redes sociales y en los últimos tiempos viene siendo un habitual de periódicos y portales especializados e incluso de TikTok, ya que guarda relación con una molestia frecuente: el abdomen hinchado.
El SIBO ('Small Intestine Bacterial Overgrowth') significa sobrecrecimiento bacteriano en el intestino delgado. Esas bacterias, entre las que se encontrarían algunas ajenas a la flora intestinal, serían las responsables de numerosos síntomas asociados al trastorno. Es un término que se ha vuelto prominente en los últimos tiempos debido a su creciente reconocimiento en la comunidad médica y el interés del público en general. Se refiere a un trastorno en el cual hay un exceso de bacterias en el intestino delgado, en áreas donde normalmente debería haber menos presencia bacteriana.
“Este síndrome se manifiesta principalmente a través de síntomas gastrointestinales, como hinchazón abdominal, gases, diarrea, estreñimiento y malestar estomacal. Los síntomas varían en gravedad y duración, pero, en general, indican un desequilibrio en las bacterias intestinales. Además de los síntomas digestivos, algunos pacientes experimentan fatiga, pérdida de peso no intencional y deficiencias nutricionales debido a la malabsorción de nutrientes. Es esencial que cualquier persona que sospeche de SIBO busque la evaluación de un profesional médico, ya sea de manera presencial o a través de video consulta, para un diagnóstico y tratamiento adecuados”, explica Yolanda Masa, nutricionista de bluaU de Sanitas.
En este sentido, se estima que el SIBO afecta aproximadamente al 6-15 por ciento de la población general. En pacientes con enfermedades subyacentes como la enfermedad inflamatoria intestinal, enfermedad celíaca o pacientes que se han sometido a cirugía gastrointestinal, la prevalencia puede elevarse hasta el 70 por ciento.
Respecto a quién puede afectar más, cabe mencionar que a aquellos que padecen una enfermedad relacionada con la motilidad intestinal, como la diabetes, personas con defectos anatómicos intestinales como los sometidos a cirugías, pacientes con enfermedad de Crohn o con enfermedad diverticular que afecta al intestino delgado, así como el uso crónico de omeprazol o derivados, que, al disminuir la acidez gástrica, se ha relacionado con el sobrecrecimiento bacteriano.
Cómo prevenir el SIBO
Por lo tanto, prevenir el SIBO a priori es un desafío, ya que sus causas son variadas y en algunos casos están relacionadas con condiciones médicas subyacentes. Los expertos de Sanitas nos dan una serie de pautas que contribuyen a reducir el riesgo de desarrollarlo o a controlar sus síntomas:
-Mantener una buena higiene alimentaria. Eludir alimentos crudos o mal cocidos que puedan estar contaminados con bacterias dañinas, así como lavarse las manos antes de comer y seguir las prácticas de seguridad alimentaria correctas.
-Fibra y probióticos. Una dieta rica en fibra y alimentos probióticos proporciona un equilibrio saludable de bacterias en el intestino. Como alimentos ricos en fibra se encuentran las alcachofas, los arándanos, las alubias o la avena o cereales integrales. En cuanto a probióticos, destacan el kéfir, el kimchi, el tempeh o la kombucha, chucrut.
-Control de enfermedades subyacentes. Si se ha sido diagnosticado de enfermedades que afectan al funcionamiento intestinal como la enfermedad de Crohn, celiaquía o diabetes, es de vital importancia tenerlas bajo control con ayuda médica.
-Limitar el uso de antibióticos. El uso excesivo o innecesario puede alterar la microbiota intestinal y aumentar el riesgo de SIBO. Por lo tanto, es aconsejable utilizar antibióticos solo cuando sean recetados por un experto.
-Evitar el estrés crónico. Suele afectar negativamente el sistema gastrointestinal. Para ello, practicar técnicas de manejo del estrés, como la meditación o el yoga, son interesantes de cara a prolongar un sistema digestivo saludable. Trabajar la gestión del estrés con un psicólogo de forma presencial o a través de video consulta también es de gran ayuda para evitar cronificar el estrés.
Dudas frecuentes sobre el SIBO
¿Cómo se detecta? “Comenzando por este punto, para detectar el SIBO no sirven los test caseros, ni mucho menos las recomendaciones de influencers y tiktokers. Es preciso realizar un conjunto de pruebas: la del aliento con lactosa o glucosa, aspiración de líquido duodenal, cultivo de aspirado duodenal y pruebas de ADN fecal”, explica Celia Gonzalo de Neolife.
¿Cuáles son los síntomas? Sólo tras el estudio de estos aspectos se podrá determinar que el SIBO está detrás de síntomas digestivos habituales y que se pueden asociar a otras enfermedades.
“Hablamos de la presencia de diarrea crónica, dolor abdominal, distensión abdominal, de meteorismo (gases), saciedad temprana, dispepsia (malestar abdominal después de comer), cambios en los hábitos intestinales, malabsorción de nutrientes (provocando cuadros de pérdida de peso y de debilidad entre otras cosas), reflujo gastroesofágico (sensación de quemazón en el esófago) y síntomas sistémicos (cansancio, dolores musculares, articulares y de cabeza)”.
¿Se parece a otras enfermedades? El SIBO comparte síntomas relevantes con otras dolencias, lo que está propiciando que muchas personas acudan a las consultas pensando que su malestar digestivo podría achacarse a esta enfermedad. La doctora Gonzalo cita las más parecidas o las que pueden llevar a confusión: “síndrome de intestino irritable, enfermedad de Crohn, colitis ulcerosa, enfermedad celíaca, gastroparesia, malabsorción de fructosa o lactosa, pancreatitis crónica y cáncer colorrectal”.
¿Cuál es el tratamiento para el SIBO? Desde Neolife apuestan por un abordaje integral a partir de un chequeo, ya que todo, asegura la doctora Gonzalo, puede influir en esta patología, desde la actividad física, el estado hormonal, las dolencias previas y la alimentación. Añade la endocrina que no hay que tratar este problema de forma aislada.
Propone así los estudios de microbiota como punto de partida y de intolerancias alimentarias. “En cuanto a medicación, el abordaje convencional emplea antibióticos. Existen también otras corrientes que apuestan por la fitoterapia o por una combinación de prebióticos, probióticos y postbióticos. Es decir, fibras, bacterias y ácidos grasos”.
¿Cómo influye la alimentación? La retirada de alimentos suele ser temporal y afecta al consumo de aquellos ricos en FODMAPS, es decir carbohidratos fermentables por bacterias. “En un primer grupo entrarían los que contienen azúcares y lácteos. También los que integran fructosa, como el mango, las manzanas, las peras y la sandía”, dice la endocrina.
Se advierte también al paciente sobre la necesidad de llevar a cabo una dieta que no incluya los polioles, azúcares de alcohol presentes, por ejemplo, en los chicles sin azúcar. A la lista de comida a retirar durante el tratamiento se suman los productos ricos en fibra insoluble (legumbres, cereales integrales) y crucíferas, como el brócoli y la col, entre otros.
Alcohol y tabaco. “Nos encontramos ante dos tóxicos que van a empeorar los síntomas en algunas personas con SIBO. El alcohol aumenta la permeabilidad intestinal, estimula el crecimiento bacteriano, incide en la malabsorción de nutrientes y favorece la deshidratación. El tabaco, por su parte, incrementa la acidez en el estómago e irrita el esófago, así como la motilidad intestinal”, explica la doctora.
¿Cuánto tarda en curarse esta dolencia? Es un proceso largo, pero si el tratamiento se realiza de forma adecuada en seis meses, o incluso antes, los resultados serán excelentes. Es un trabajo de fondo, hay que reestablecer un equilibrio en nuestra microbiota y aportar todos los elementos para que funcione adecuadamente.