Seguro que en más de una ocasión has comenzado un trabajo pensando que era el empleo de tus sueños, o al menos eso creías cuando estudiaste cinco años de carrera y un máster especializado. De hecho, pensabas que era tu gran oportunidad y que no ibas a desperdiciarla.
A veces se te pasa por la cabeza que aunque no seas la persona más inteligente o con mayor talento de la oficina no hay lugar a dudas de que tu puesto te lo has ganado gracias a tu tesón, esfuerzo y ética de trabajo. Siempre has llegado puntual, te has quedado más tiempo del que debías (fines de semana incluidos) y preocupado además de tu desempeño y futuro profesional. Lo veías como el empleo perfecto y hubieras hecho todo lo que estuviese en tu mano para realizarlo de la mejor forma posible. Pero con el paso de los años cualquier pincelada que se pareciera a tener una vida equilibrada desapareció totalmente.
Descuidaste tu salud, no tenías ganas de ver a tus amigos, cualquier cosa te pesaba demasiado y perdiste toda la ilusión por tu trabajo. Todo eso ha provocado que lleves agotado durante un largo periodo de tiempo en el que no has vuelto a rendir al máximo y en el que el estrés ha alterado tu personalidad y tu autoestima.
Este proceso progresivo en el que has perdido el interés por realizar tus tareas laborales y en el que has desarrollado una reacción psicológica muy negativa hacia tu ocupación tiene un nombre: síndrome de burntout o del trabajador quemado.
Síndrome del trabajador quemado
Resulta que tu historia no es tan rara como pensabas y sobre todo si trabajas en Europa, ya que el estrés laboral es el segundo problema de salud más frecuente relacionado con el empleo de nuestro continente. De hecho, según datos de la Agencia Europea para la Seguridad y la Salud en el Trabajo, entre el 50% y el 60% de las faltas en el trabajo se atribuyen a este problema, generado principalmente por la reorganización o la precariedad (72%), la excesiva carga de tareas laborales (66%) o el acoso en el puesto (59%).
El término burnout lo acuñó Herbert Freudenberger por primera vez en 1974 y con ello pretendía explicar una de las consecuencias de las crisis económicas y que sufre el mercado laboral: el cansancio generalizado de un trabajador cuando tiene que realizar las tareas de varios empleados que no han sido reemplazados cuando otros fueron despedidos en su puesto.
Y aunque en sus orígenes este síndrome fue identificado en mayor medida en profesiones relacionadas con la exposición al público y el trato con clientes, lo cierto es que puede producirse en cualquier profesión, ya que surge por el exceso de trabajo, la discrepancia entre jefes y empleados, tensión o acoso entre compañeros o un ambiente muy conflictivo, entre otras.
Si este estrés y agotamiento crónico no se controla puede provocar resultados desastrosos no solo en tu trabajo sino también en tu felicidad, tu salud o en tus relaciones personales. Pero para detectarlo y combatirlo a tiempo es necesario estar muy atento a una serie de factores.
Principales señales del 'burntout'
¿Cuáles son las señales que te están avisando que estás padeciendo síndrome del trabajador quemado? La primera de ellas es el cansancio, cuando estás agotado todo el tiempo tanto emocional, física como mentalmente y tienes una sensación en la que te sientes sin energía, totalmente desganado.
¿Te cuesta levantarte cada mañana para ir a la oficina y además este sentimiento viene acompañado de cierta negatividad e incluso rabia? Cuando ya no sientes nada de entusiasmo por nada o tienes una falta de motivación por tu trabajo también es un signo de que algo no está yendo como debería.
Y no solo eso: cuidado con la frustración, el cinismo y otras emociones negativas. Puedes sentir que lo que estás haciendo ya no te importa nada e incluso estar desilusionado con todo y notarte que estás más pesimista de lo normal, pero aunque estas sensaciones a veces son normales, hay que parar para darse cuenta cuándo es algo inusual en una persona como tú.
Todo lo anterior puede interferir en tu sistema cognitivo. ¿Cómo? Ralentizando tu capacidad de concentración y atención y haciéndote pensar que todo lo que te rodea, aunque sea normal, te parezca hostil y negativo. Cuando el estrés se vuelve crónico, este enfoque limitado se alarga durante mucho tiempo y provoca dificultades para prestar enfocarse en otras cosas, resolver problemas o tomar decisiones.
Por si fuera poco con lo que te pasa laboralmente, además tienes conflictos interpersonales en los que discutes mucho más con tus compañeros de trabajo y con tu familia. Y todo ello te mete en una espiral en la que tampoco te cuidas a ti mismo: te vuelves sedentario, tomas mucha comida basura, bebes demasiado alcohol, fumas más que antes (o has empezado ahora) e incluso no duermes nada, algo como ya te contamos en Vozpópuli que trae muchas consecuencias.
Si encima gastas la poca energía que te queda en pensar en tu trabajo jamás podrás salir y recuperarte de ese estrés. Además, la tendencia a sentirse menos satisfecho con tu carrera y tu vida familiar será cada vez mayor y tu cuerpo comenzará a deteriorarse con problemas digestivos, enfermedades cardíacas, depresión y obesidad.
¿Cómo tratar el estrés y el agotamiento laboral?
Para frenar el síndrome del trabajador quemado lo primero que debes hacer es analizar muy bien la situación en la que te encuentras y clasificar los valores de la vida que están influyendo en ellos. El agotamiento a veces está provocado por factores internos y en otras de externos. Tendrás que preguntarte cuál es la raíz para descubrir qué es lo que lo que te estresa y cómo mantener tus recursos para mantenerte motivado haciendo mejor tu trabajo y funcionando a la perfección.
Puedes comenzar a organizarte mejor: aclara tus ideas, haz una lista de tareas pendientes y prioriza las más importantes para evitar estar todo el día pensando en lo mismo. Además, no estaría nada mal que empezaras a considerar el acudir a un terapeuta para cuidar tu salud mental. Un especialista que te escuche y ayude con todos tus problemas es primordial para seguir adelante cada día y comenzar a gestionar todas esas emociones que te van a hacer estallar en cualquier momento.
Busca también fuera del trabajo algo que te apasione, sea atractivo y desafiante (dentro lo posible con las medidas impuestas por la pandemia), que te anime y que te haga dejar de pensar en todo lo negativo. Apúntate a esa actividad que siempre has tenido pendiente de hacer y que nunca te atreviste. Dale una oportunidad por fin a algo que verdaderamente te ilusione.
Y por último, y aunque te parezca una completa tontería, empieza a relajarte por medio de la meditación, el yoga, la música, la lectura de un buen libro o un paseo por el parque. Párate unos minutos a pensar qué es lo que realmente te va a sacar de esa espiral estresante, hazlo y dale el valor y el tiempo que necesites.