El experimento de Ivan de Araujo y su equipo de colaboradores de la Escuela de Medicina de la Universidad de Yale podría inspirar el inicio de una película de terror. Su trabajo, publicado esta semana en la revista Cell, ha consistido en manipular el cerebro de ratas de laboratorio y convertirlas en pequeños zombis asesinos como los de la serie "The walking dead" que se lanzan a morder todo lo que encuentran a su paso, incluyendo palos de madera y tapones de botella.
Para ello han empleado una técnica llamada optogenética que consiste en programar determinadas neuronas para activarse con un estímulo de luz, lo que permite comprobar el comportamiento de grupos de células muy concretos. "Encendíamos el láser y ellas saltaban sobre el objeto, sosteniéndolo con las garras y mordiéndolo intensamente como si estuvieran intentando capturarlo y matarlo", explica De Araujo. Cuando apagaban el láser, en cambio, la rata volvía a su comportamiento normal y pacífico dentro de la jaula.
La clave está en la zona elegida por los neurocientíficos para realizar los estímulos. Mediante diferentes experimentos, los autores localizaron las poblaciones concretas del núcleo central de la amígdala donde se activan los comportamientos motores relacionados con la caza. Después, manipulando selectivamente estos grupos de neuronas descubrieron las que controlaban el comportamiento de persecución de la presa y las que controlaban los movimientos de cuello y mandíbula para matar a otro animal a dentelladas.
Las ratas se lanzaban a por todo lo que se movía, aunque no atacaban a sus compañeras de jaula
Durante las pruebas, De Araujo y su equipo ponían delante de las ratas o bien presas reales, como insectos, o bien objetos inanimados, como un palito. Y los animales se lanzaban a por todo lo que se movía, aunque no atacaban a sus compañeras de jaula. Los autores también probaron a lesionar neuronas concretas para observar el comportamiento y vieron que cuando desactivaban las células relacionadas con la mordedura, las ratas perseguían a su presa pero no la mataban. De hecho, la fuerza de su mandíbula bajaba un 50 por ciento. "Fallaban a la hora de dar la dentellada asesina", explica De Araujo. Por otro lado, el hambre también parecía intervenir en este comportamiento. Cuando las ratas estaban hambrientas sus maniobras eran más agresivas que cuando estaban saciadas. "El sistema no es solamente una agresión en general", matiza el autor principal. "Parece estar relacionado con el interés del animal en obtener comida".
Lo que los científicos intentan con todos estos experimentos es entender los mecanismos neuronales que subyacen en los comportamientos de los animales a la hora de cazar y alimentarse, cuyo papel evolutivo es muy relevante. Localizando las vías que conectan la amígdala y desatan las respuestas de ataque se conocerán mejor por qué unas especies actúan de forma más agresiva y otras tienen otras actitudes.
Referencia: Integrated Control of Predatory Hunting by the Central Nucleus of the Amygdala (Cell)