Cuando el pasado 11 de febrero los investigadores del observatorio LIGO anunciaron que habían detectado las ondas gravitacionales procedentes del choque de dos agujeros negros, el mundo de la ciencia sufrió una conmoción. Se abrían las puertas para un nuevo tipo de astronomía basada en la detección de las alteraciones del espaciotiempo y no de las emisiones electromagnéticas. Cuatro meses después, los miembros de LIGO, en colaboración con los integrantes del observatorio VIRGO, anuncian en la revista Physical Review Letters que han detectado otro evento similar mediante ondas gravitacionales y también mediante los inmensos interferómetros.
La observación se produjo el 26 de diciembre (tres meses después de la primera), cuando los registros indicaron una ligerísima alteración de las lecturas que indicaba la presencia de ondas gravitacionales procedentes de un gran evento cósmico. Este alteración, aseguran los autores del estudio, procede de la colisión de dos agujeros negros hace unos 1.400 millones de años luz, aunque sus masas eran considerablemente menores que las de los dos primeros agujeros detectados por LIGO. Se calcula que los nuevos agujeros tienen 8 y 14 veces la masa del Sol, mientras que los anteriores tenían 36 y 29 veces la masa del Sol. La señal detectada, además, pertenece a las 27 órbitas de los agujeros negros, uno alrededor del otro antes de fusionarse, un evento que alteró el tejido del espacio tiempo y cuya perturbación han captado nuestros instrumentos a millones de años luz. El agujero negro final, formado por la unión de ambos en la colisión, tiene unas 21 veces la masa de nuestro Sol.
"Es un comienzo prometedor para empezar a hacer un mapa de los agujeros negros en nuestro universo".
"Es muy significativo que estos agujeros negros fueran mucho menos masivos que los observados en la primera detección", asegura Gabriela González, portavoz de la colaboración LIGO y profesora de física en la Universidad del Estado de Luisiana. "Debido a sus masas más ligeras en comparación con la primera detección, se registraron durante más tiempo -alrededor de un segundo - en la banda sensible de los detectores. Es un comienzo prometedor para empezar a hacer un mapa de los agujeros negros en nuestro universo".
"Es fabuloso que nuestros modelos de ondas hayan extraído de entre el ruido una señal gravitacional tan débil pero tan increíblemente valiosa", asegura Alessandra Buonanno, una de las investigadoras principales. "GW151226 encaja perfectamente con nuestras predicciones teóricas sobre cómo dos agujeros negros se mueven uno alrededor de otro durante decenas de órbitas y finalmente se fusionan", añade. "De forma destaca, podemos también inferir que al menos uno de los dos agujeros negros de la pareja estaba rotando".
“Podemos empezar a hacer predicciones sobre la frecuencia con la que encontraremos ondas gravitacionales en el futuro”
Respecto a la posición de ambos en el cielo, todavía es difícil de determinar por la ausencia de datos de más observatorios que posibiliten triangular su posición. La puesta en marcha del observatorio europeo Virgo en los próximos meses servirá para combinar las detecciones con observaciones por telescopio y buscar la fuente de las señales en el firmamento. "Los tres interferómetros a la vez permitirán una localización mucho mejor de las señales en el cielo", asegura Fulvio Ricci, portavoz de la colaboración Virgo. "Con la detección de dos grandes eventos en los cuatro meses de nuestra primera ronda de observaciones, podemos empezar a hacer predicciones sobre la frecuencia con la que encontraremos ondas gravitacionales en el futuro", concluye Albert Lazzarini, director del observatorio estadounidense. "LIGO nos está ofreciendo la posibilidad de observar por una nueva vía algunos de los eventos más oscuros y energéticos del universo".
Referencia: GW151226: Observation of Gravitational Waves from a 22 Solar-mass Binary Black Hole Coalescence (Physical Review Letters)