En 1859, Charles Darwin revolucionó el mundo científico y cultural con su obra El Origen de las Especies, un texto que desvelaba los misterios de la evolución y de la selección natural. Si somos el resultado de la evolución de nuestros ancestros, ¿cuál es la naturaleza y el origen de la conciencia? ¿Cómo y cuándo surgen las experiencias conscientes en los seres vivos?
El marcador de una conciencia mínima
Para determinarlo, las investigadoras Eva Jablonka y Simona Ginsburg han estudiado las propiedades o capacidades que, cuando se cumplen, pueden indicar que determinada especie animal cuenta con una conciencia mínima. O sea, que es capaz de tener experiencias subjetivas acerca del mundo y de su propio cuerpo (aunque no pueda reflexionar acerca de ellas).
Ambas autoras proponen el aprendizaje asociativo ilimitado (que abreviaremos como UAL, por sus siglas en inglés) como un marcador positivo de transición de la conciencia: si aparece, significa que esa especie posee una conciencia mínima; si no está, ignoraremos si ese animal es o no es consciente.
El UAL se puede describir como una extensión del aprendizaje asociativo simple. Todos estamos familiarizados con los experimentos del fisiólogo ruso Iván Pavlov, que observó cómo los perros que empleaba para estudiar la fisiología del sistema digestivo salivaban ya en el momento de ver la comida.
El alimento es el estímulo (incondicionado o reforzador) que produce la salivación de forma “natural”. Si emparejamos la presentación de cualquier otro estímulo con la comida (por ejemplo, el sonido de una campana), esta señal se convierte en un estímulo condicionado, provocando por sí solo la salivación.
A este fenómeno, que provoca que un estímulo neutro se condicione por su emparejamiento con un estímulo fisiológicamente relevante, se le denomina “aprendizaje asociativo”. Es una herramienta indispensable para los seres vivos, pues permite predecir acontecimientos relevantes para su supervivencia (presencia de una presa, de una pareja o de un depredador, por ejemplo) y responder ante ellos de manera adaptativa.
¡Hasta un paramecio puede hacerlo! El profesor de Biología Todd M. Hennessey y sus colaboradores demostraron, en 1979, que este microorganismo es capaz de aprender que una vibración predice la aparición de la descarga. ¿Significa esto que un paramecio posee una conciencia mínima? Este es un asunto un poco más complejo.
Capacidad para establecer asociaciones ilimitadas
No basta con poder asociar un estímulo neutro con un estímulo biológicamente relevante (esto sería aprendizaje asociativo limitado) para hablar de conciencia. Tal como proponen las autoras antes citadas, para ello es necesario constatar la existencia de UAL.
El UAL es la capacidad de establecer vinculaciones ilimitadas entre estímulos novedosos y cadenas de acciones, asociaciones que permiten al organismo desarrollar conductas complejas hacia la consecución de un objetivo determinado. En el aprendizaje tipo UAL, el estímulo condicionado puede estar compuesto por distintas características que son percibidas como un único patrón.
Por ejemplo, las aves aprenden a vincular determinados patrones de colores de las mariposas del género Heliconus con su sabor desagradable, descartándolas como posibles presas. Este mecanismo es tan efectivo que ha llevado a fenómenos de mimetismo en otras especies de mariposas que, aun no siendo tóxicas, evitan ser comidas imitando un patrón de colores similar.
Además, un organismo con capacidad de UAL aprende sobre estímulos completamente nuevos, es decir, que inicialmente no inducían esa conducta. Siguiendo con el mismo ejemplo, las aves necesitan probar las mariposas Heliconius para aprender a evitarlas.
Concatenación de respuestas
Los seres vivos con capacidad UAL también pueden formar largas cadenas de asociaciones entre estímulos sucesivos. Un ejemplo es la respuesta de miedo de las ratas. En los experimentos que lo demuestran, inicialmente se vincula un sonido neutro con una descarga eléctrica, hasta que llega el momento en que dicho sonido basta por sí solo para desencadenar el temor como respuesta. Después, si se empareja una luz con ese estímulo sonoro, la luz acabará provocando el miedo aunque no se haya emparejado nunca con la descarga inicial, mediante lo que se describe como un condicionamiento de segundo orden.
Las especies con UAL también son capaces de integrar la información presente en distintos momentos temporales. Así pueden asociar los estímulos condicionado e incondicionado, aunque transcurra un pequeño lapso de tiempo entre ellos. La memoria juega un papel fundamental en este aprendizaje, pues implica relacionar estímulos que no están físicamente presentes con estímulos que sí lo están.
También permite transmitir información acerca de acontecimientos que no están presentes en ese momento. Por ejemplo, cuando una abeja encuentra una fuente rica en néctar, regresa a la colmena y realiza una danza especial para comunicar a sus compañeras la dirección y la distancia de la fuente de alimento en relación con el sol.
Por último, se propone que los organismos con UAL pueden adaptarse rápidamente a cambios en la relevancia de los estímulos presentes en el entorno. Así, los agricultores de algunas regiones de África han observado que los elefantes, para alimentarse, tienden a evitar aquellos árboles donde las abejas construyen sus nidos. Aprenden que esos insectos defienden sus colonias a picotazos, y acaban por evitar los árboles que las albergan.
¿Qué especies tienen el “paquete” completo?
El listado de condiciones que proponen Jablonka y Ginsburg para certificar la transición hacia una conciencia mínima se corresponde con fenómenos de comportamiento bien conocidos en el campo del aprendizaje, tales como el condicionamiento clásico, el condicionamiento de segundo orden, el aprendizaje de demora y el aprendizaje discriminativo. Esto permite evaluar qué especies poseerían una conciencia mínima: aquellas en las que se pudiera demostrar este listado completo de capacidades.
Hay datos concluyentes de UAL en vertebrados, en artrópodos y en cefalópodos. En otros grupos, como el de los anélidos y los moluscos, se tiene constancia de algunos de estos fenómenos de comportamiento, pero todavía queda por determinar si poseen el “paquete” completo.
Este tipo de conocimiento, a su vez, serviría de guía para explorar los correlatos neurales entre la conciencia y el desarrollo del sistema nervioso. Una perspectiva evolucionista es fundamental para entender la evolución y el origen de la conciencia que, según parece, no está limitada a los organismos llamados “superiores”. Ginsburg y Jablonka nos proponen un “manual” para avanzar en esa dirección.
Sergio Iglesias Parro, Profesor Titular del Departamento de Psicología, Universidad de Jaén; Concepción Paredes Olay, Profesora Titular de Psicología, Universidad de Jaén y Francisco José Esteban Ruiz, Profesor Titular de Biología Celular, Universidad de Jaén.
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.