Portugal y Francia, a su manera, dos supervivientes en esta Eurocopa espesa y mediocre. Medio mundo habla del duelo Cristiano-Griezmann, esos mismos que creen en el Balón de Oro y todos esos vellocinos del fútbol moderno. Pero muy por encima de eso se miden dos equipos de fútbol que han ido creciendo con el paso de los partidos. No han sido los mejores, pero han sido los que más han crecido en el torneo.
Portugal llega propulsado por una nueva generación de futbolistas que han dado un nuevo brío a la selección. Jugadores descarados como Renato Sánchez, Adrien Silva o Joao Mario, el audaz Guerreiro o jornaleros del mediocampo como William Carvalho o Danilo. Cristiano cuenta con una nueva estirpe de colaboradores que le han permitido diluir su importancia en la construcción y centrarse más en las tareas de finalización. Ronaldo, como su selección, ha ido creciendo a lo largo de la competición. Rescató a Portugal ante Hungría para convertirse en el verdadero capitán sobre el césped. No acaba de liberarse de esa ansiedad que le acalera cuando no le salen las cosas desde el principio de partido.
Portugal, en la primera fase, no ganó ni un partido, empató los tres y se clasificó para octavos ofreciendo una pésima imagen. Contra Croacia, en octavos, ganó con un solo tiro a portería en 120 minutos. En cuartos se deshizo de Polonia en los penaltis y en semifinales acabó con Gales. Los lusos están en la final favorecidos por el ansia recaudatorio de una UEFA que no tuvo reparos en elevar el número de participantes hasta 24. Si esta Eurocopa hubiera sido cualquiera de las anteriores, Cristiano y compañías ya estarían de vacaciones. Fernando Santos ha armado un equipo gris, conservador, que se limita a defenderse ordenadamente y a esperar que Ronaldo y un resolutivo Nani desequilibren arriba. Una apuesta espartana que le entronca con la Grecia de 2004.
Tienen más fútbol en sus pies que los portugueses, mucho más despliegue físico con jugadores como Pogba, Matuidi, Kanté o Sissokho. Pero también tiene más llegada con jugadores de segunda línea como Pogba, Payet o incluso un Griezmann que trabaja entre líneas a la espalda de sus arietes, los estériles Giroud y Gignac. Francia tiene un ritmo de juego más elevado que Portugal. Juega en casa y es favorita en todas las apuestas. Solo tiene un punto débil, un problema que además coincide con una de las fortalezas de los lusos.Francia llega crecida en su Eurocopa. Con un héroe, Antoine Griezmann, pero con jugadores decisivos como su portero, Hugo Lloris, o con la aparición de Dimitri Payet, un alfila en la medular letal a balón parado. Equipo creado a imagen y semejanza de su seleccionador, Didier Deschamps, futbolista solidario e inteligente, que ha armado un conjunto que sabe sufrir y atacar las debilidades rivales. Ante Alemania fueron barridos en la primera parte, pero su fortaleza mental les mantuvo en el partido, permitiendo rentabilizar su buena actuación en ambas áreas.
Portugal en la primera fase no ganó ni un partido (empató los tres), en octavos contra Croacia ganó con un solo tiro a portería en 120 minutos y a Polonia la eliminó en los penaltis
Pepe trabajará entre líneas tapando a Griezmann, mientras Danilo o William Carvalho frenan las llegadas de Pogba. Umtiti, Koscielny o Rami se harán cargo de Cristiano y Nani, dos delanteros que se mueven con libertad por el frente de ataque. El partido promete más emoción que brillantez, más contención que atrevimiento. Fiel reflejo de una paupérrima Eurocopa que solo ha tenido un partido de cierto rango, la semifinal entre franceses y alemanes. Si los galos juegan igual, deberían ganar claramente. Pero en esta Eurocopa tumultuosa y vulgar, no sería extraño que Portugal recogiese el testigo de la Grecia del 2004.