Zinedine Zidane es un jugador irrepetible. Uno de esos magos del balón que deja momentos heroicos para el recuerdo como aquella Champions que le dio al Real Madrid con el golazo al Leverkusen o aquella final del Mundial de Francia 98 donde marcó dos goles de cabeza que sirvieron para campeonar. Pero en su dilatada trayectoria también hay un momento propio de un villano e igualmente inolvidable que le acompañará siempre.
Acaban de cumplirse quince años, y por ello lo recordamos aquí, del cabezazo de Zidane al defensa italiano Marco Materazzi durante la final del Mundial de 2006 que se celebró en Alemania. En el minuto 111, en plena prórroga, cuando parecía que Francia podía desnivelar el encuentro a su favor, el astro galo perdió los nervios -algo poco habitual en alguien de su carácter- y golpeó con la cabeza en el pecho del rival, que cayó desplomado tras recibir un golpe que quizás no era tan fuerte pero que supo aprovechar en su beneficio con una dosis de teatro.
La consecuencia fue la expulsión para el emblema de aquel equipo. Y unos minutos después, los transalpinos lograron la victoria en la tanda de penaltis. Nadie recuerda, ni siquiera en Francia e Italia, quién marró o acertó desde los once metros, pero todos los aficionados de todo el mundo recuerdan la agresión de Zidane a Materazzi.
¿Por qué? ¿Qué le dijo el italiano al galo para provocar semejante reacción? Justo hace un año Materazzi desveló lo sucedido. Según su versión de los hechos, ambos futbolistas estaban picados durante el encuentro. Primero habían tenido dos choques. Y, de repente, ocurrió: “En el tercer choque le fruncí el ceño y él me dijo: ‘Te daré mi camiseta más tarde’. Yo le respondí que prefería a su hermana antes que su camiseta”.
Sea como fuere, el partido terminó con empate a uno. Y en la tanda definitiva David Trezeguet, uno de los mejores jugadores franceses, lanzó su pena máxima al larguero. Fue el único error de Francia. En cambio, Italia marcó sus cinco lanzamientos. Pero, somo se ha dicho, la imagen icónica que todos recordamos de aquel partido es un cabezazo que ya está en la historia del fútbol. Porque los magos también yerran algunas veces.