Todos sabemos ya que en el matrimonio entre el rey Juan Carlos y Sofía nunca brilló el amor y la pasión, y la noche de bodas no fue diferente. Lo que ocurrió aquel 14 de mayo de 1962, cuando se fue el sol y tras haber pasado por la iglesia, solo lo saben los protagonistas, aunque a la plebe nos han llegado detalles de lo sucedido gracias a testimonios y una carta familiar.
Aquella noche de bodas la pasaron Juan Carlos y Sofía en un velero de lujo, de 65 metros, del multimillonario Niarchos. El camarote reservado para los recién casados "estaba recubierto de moqueta blanca y alfombrillas de ciervo. Los muebles con veinte clases de madera diferentes, en las paredes cuadros impresionistas e iconos rusos… Y en medio de la suite, la cama", detalla Pilar Eyre en su columna de la revista Lecturas.
Juan Carlos y Sofía llegaron al lecho matrimonial con diferentes experiencias sexuales previas: "Él era ducho en amores, había tenido relaciones sexuales desde que era casi un niño. Tenemos constancia de que a los 18 años mantuvo sexo completo con la ardiente condesa Olghina de Robilant en el incómodo asiento trasero de un Volkswagen", aunque antes ya había probado mujer. Sofía, sin embargo, “era una especie de monja”, añade Eyre.
La noche de bodas del rey Juan Carlos y Sofía: salen a la luz íntimos detalles
Obviamente, ni Juan Carlos ni Sofía han hablado jamás de la noche de bodas, pero sí lo hizo la abuela de él, la reina Victoria Eugenia, en una carta dirigida su prima Bee, abuela de Ataúlfo de Orleans. En el escrito, la reina Victoria Eugenia cuenta que Juan Carlos se rompió la clavícula un día antes de la ceremonia haciendo kárate con su cuñado y llevaba el brazo escayolado. Así que es bastante improbable que esa noche ocurriera nada húmedo entre los recién casados.
“Cuando llegaron al barco se dieron cuenta de que el yeso se había pegado a la piel y tenía el hombro en carne viva, apenas podía moverse. Sofía se pasó la noche arrancándoselo, centímetro a centímetro. Tenía dolores horribles, daba alaridos...”, decía la abuela, según recoge la citada especialista en Casa Real.
Tras ello, se supone que los recién casados siguieron sin intimar. A los meses, de hecho, pasaron una grave crisis porque Juan Carlos se reencontró con su amor portugués. Sofía regresó a Atenas a estar con su familia y se amenazó con disolver el matrimonio y recuperar la dote si todo seguía así. Juan Carlos entonces se centro, o un poco más, en su mujer, y al año nació la infanta Elena. El resto ya, más o menos, lo conocemos.