Economía

La inversión volvió a repuntar en 2014 tras retroceder a niveles de mediados de los 80

La inversión pública cae de nuevo en 2014. Sin embargo, la privada repunta por primera vez desde el inicio de la crisis y tira del conjunto para que se sitúe en el 18,9% del PIB, unos niveles todavía tan bajos que no se daban desde 1984.

  • La construcción vuelve a aportar al crecimiento.

La inversión pública cae de nuevo en 2014 y retrocede en términos de PIB a las cotas de principios de los 80. Sin embargo, la privada repunta por primera vez desde el comienzo de la crisis y tira del conjunto de la inversión para que se sitúe en el 18,9 por ciento del PIB, unos niveles todavía históricamente bajos y que no se daban desde 1984.

Según los datos de Hacienda, la formación bruta de capital fijo del conjunto de las Administraciones Públicas descendió hasta los 21.113 millones de euros, una cifra que no se registraba desde el año 1998. En porcentaje de PIB, la cosa se puso incluso peor y disminuyó hasta el 2 por ciento del PIB, unos guarismos sólo vistos al comienzo de la década de los 80 y que según algunos expertos a duras penas suponen una cantidad suficiente para renovar el stock existente de capital.

A estos números habría que sumar también las transferencias de capital sin ayudas financieras, las cuales se destinan en su mayor parte a la inversión y ascendieron el año pasado a los 2.854 millones de euros. En total, la inversión pública se situó durante el ejercicio 2014 en el 2,3 por ciento del PIB, lejos de la cima alcanzada en el año 2009, cuando esta rúbrica llegó a los 56.279 millones de euros y acaparaba el 5,2 por ciento del PIB. No en vano, ese mismo año el déficit público se disparó al 11,2 por ciento del PIB impulsado por el Plan E.

En definitiva, este capítulo de las cuentas públicas ha menguado durante la crisis en 32.321 millones de euros y explica junto al desplome de la construcción casi toda la caída de la inversión en España. De acuerdo con las series del INE, el punto más alto se tocó en 2006, momento en el que la inversión copaba el 31,1 por ciento del PIB y el crédito crecía a tasas cercanas al 25 por ciento. Por aquel entonces, las viviendas iniciadas sumaban las 700.000 unidades al año, muy por encima de las 150.000 que se consideraría normal según las proyecciones demográficas y de reposición de stock.

Desde entonces, la suma de la inversión pública y privada ha perdido más de diez puntos de PIB. En 2013, el conjunto de la inversión encontró su suelo en el 18,5 por ciento del PIB, una ratio que como ya hemos señalado no se anotaba desde mediados de los 80 si se examina la serie histórica del INE hasta 1970.

No obstante, la buena noticia radica en que el hundimiento de la inversión se detuvo en 2014. El año pasado este apartado remontó hasta el 18,9 por ciento del PIB a pesar del lastre del sector público, cuya partida de formación bruta de capital disminuía en 0,1 puntos de PIB.

La formación bruta de capital suele responder a dos variables: las expectativas de demanda y el crédito. Una vez esos dos factores se recuperan, la inversión marcha por detrás. A juzgar por el comportamiento del consumo, de las compras de bienes de equipo y de los bancos españoles tomando liquidez del BCE, lo normal sería que en 2015 la inversión se recobre con fuerza tal y como ya se apunta en los últimos trimestres de 2014. Es más, la contabilidad del INE ha constatado que la inversión en construcción retornó al crecimiento entre julio y diciembre de 2014 después de 26 trimestres seguidos contrayéndose. 

Dicho esto, hay que observar con mucho cuidado bajo qué patrón se recupera la inversión. Y en este punto las opiniones entre los economistas divergen. Algunos miran por ejemplo a los años 1999-2000 como un punto en el que el crédito y la construcción tenían dimensiones razonables y la inversión rondaba el 25 por ciento del PIB. O lo que es lo mismo, siempre que el modelo de crecimiento no cambie, España nunca debería exceder esos 25 puntos de inversión sobre PIB porque estaría generando nuevas burbujas.

En cambio, otros expertos consideran que es importante atender al tipo de inversión que se desarrolle. Y no sólo lo dicen por fomentar más el chip que el ladrillo. También lo argumentan por la forma en que se produce. Es decir, vigilar que se haga menos con crédito y más con equity o capital, que ajusta enseguida su valor ante cualquier proceso recesivo como el vivido durante la crisis. Máxime cuando esa financiación proviene del exterior. Además, España ha sufrido un deterioro tal durante los últimos años que precisaría unas ratios de inversión más elevadas para compensarlo, señalan varios analistas.

En cualquier caso, lo ideal sería que se consiguiese ahorrar más para financiar la inversión doméstica sin generar nuevos desequilibrios con el exterior. De ahí que algunos consideren fundamental que el Estado reduzca su déficit y pueda bajar impuestos para fomentar el ahorro de los hogares y las empresas. Y ésa es la línea que por lo general defienden los alemanes, quienes acumulan años de bajas tasas de inversión pública, del orden de la mitad de lo que desembolsaba el Estado español.

Sin embargo, otros economistas sugieren que siempre que haya margen hay que aprovechar que los Estados disfrutan de unos tipos de interés ultrabajos con el fin de reactivar la economía. Y a diferencia de los alemanes, ésa es la posición que esgrimen el FMI o gurús como Larry Summers. El debate está servido. Aunque en el caso español todos coinciden en que con una deuda pública tan elevada existe muy poca capacidad para reanimar la inversión pública, a menos que ésta proceda de Europa.

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