Quienes han tenido oportunidad de saludar estos días en Madrid a Peña Nieto y a su elegante esposa, se han quedado sorprendidos. Porque el presidente de México ha hecho en la capital de España una demostración de poderío en toda regla. “Ni el presidente Obama camina rodeado de tal aparato de seguridad como el que aquí ha exhibido el mexicano”. Casi una decena de guardaespaldas protegían al mandatario cuando el lunes 9 inició su exposición en el evento “México, reformar para crecer”, celebrado en el Teatro Real ante destacadas personalidades de la política, la empresa, las finanzas y la cultura, a la cabeza de los cuales estaba el inevitable Juan Luis Cebrián, porque organizaba El País y patrocinaban, es decir, ponían la tela, Acciona, BBVA, Ferrovial, Iberdrola, Indra y Telefónica.
La historia que aquí nos ocupa ocurrió al final del seminario. Levantóse Peña Nieto y desplegando la amabilidad que hace al caso fue saludando, la sonrisa en los labios, a la muy principal gente que ocupaba las primeras filas. Sonrisa mucha, pero sin abrir la boca. Hasta que en un extremo de la tercera fila divisó la oronda figura de Antonio Navalón, y entonces todo cambio:
-Hombre, Antonio, cómo estás, ¡qué gusto verte…!
-¡Muy bien, presidente, muchas gracias!
El saludo por su nombre, en el tono de voz necesariamente alto para que el aludido le oyera, provocó la admiración, no exenta de interrogantes, de algunos de los que ocupaban los asientos próximos, y es que han pasado tantos años, tanto agua ha corrido bajos estos puentes, que muchos ya no saben o no recuerdan que Antonio Navalón, 62, fue un hombre que acaparó portadas mil de la prensa de papel durante los Gobiernos de Felipe González, como protagonista o coprotagonista de algunos de los casos, llámenle escándalos, más sonados ligados a los más notorios personajes de la época: Adolfo Suárez, Ruiz-Mateos, Luis Valls, Matías Cortés, Mario Conde, Juan Luis Cebrián y por ahí.
Navalón, un tipo inteligente donde los haya, estuvo presente en casi todos los fregados de la época con el descaro necesario para aconsejar, influir, traficar... No tuvo la fortaleza necesario, en cambio, para aguantar, para resistir los embates de unos medios de comunicación que, unos más que otros, se cebaron, a veces injustamente o en exceso, con su figura estereotipada de “conseguidor mayor del Reino”. En ese sentido, el gran Navalón fue siempre un hombre débil. De modo que, una vez culminada con éxito la operación rescate de Jesús Polanco del caso Sogecable, aceptó la oferta de Prisa para instalarse en México como delegado del grupo (al frente de América 2010), en una suerte de exilio que le ha llevado a triunfar sin paliativos allende el Atlántico.
Navalón ya vuela solo, aunque sigue manteniendo estrechos vínculos con el grupo Prisa, en general, y Cebrián, en particular. Su vida transcurre entre Monterrey (México) y Nueva York, donde se trasladó hace ya casi 20 años, porque “hay que estar en el corazón del Imperio”, con esporádicas visitas a Madrid. El hombre que se describe a sí mismo en su twitter como “Periodista, voyerista de la vida y vendedor de libros”, es también aludido como “Escritor, analista y conferenciante español afincado en México”, además de cofundador de un influyente diario en internet (“Reporte Indigo”), profesor universitario y algunas cosas más. Un triunfador alejado de su tierra, en cuya agenda están los móviles de todos los presidentes de la República que en México han sido y, lo que es mejor… serán.
En julio de 2010, con motivo de la presentación de su libro “Paren el mundo que me quiero enterar” (Debate), Navalón concedió una entrevista a Luis Marchal para la revista 'El Siglo'. Estos son los últimos párrafos de la misma:
Pregunta: ¿Se ha jubilado usted del papel de intermediario entre poderes?
Respuesta. De conseguidor, de gran conseguidor. De eso no me he jubilado.
P. No sabía que le gustara que le llamen así.
R. Me gusta lo de gran conseguidor. Es una especie de Santa Claus permanente. Es una apreciación que corresponde a un momento muy especial. No me molesta especialmente, porque conseguir cosas no está mal. Preferiría que eso no tuviera una connotación tan negativa como alguna vez lo tuvo. Pero el tiempo nos coloca a todos en nuestro lugar.
P. ¿Y en qué lugar se encuentra usted ahora?
R. En el de tratar de entender el mundo del que formo parte. Ahora escribo y doy clases en la universidad.
P. ¿Habría sido el gran conseguidor en la era de internet y de la globalización?
R. Sí. La intermediación en los negocios es una cosa y la intermediación social es otra. A lo mejor, con “Paren el mundo que me quiero enterar” estoy consiguiendo que se comprenda mejor este momento. En ese sentido, sigo siendo el gran conseguidor.