El rechazo de Junts per Catalunya a la segunda victoria de Trump ha sido inequívoco. Al poco de conocerse el resultado, su líder, Carles Puigdemont, mostró ayer en X una "gran preocupación" por las consecuencias del triunfo republicano en EEUU. Y, haciendo suya una reflexión del líder francés Emmanuel Macron y el alemán Olaf Scholz, vindicó la coyuntura como una "oportunidad" para robustecer Europa. Una hora más tarde, la formación nacionalista plasmaba similares reflexiones en un comunicado, defendiendo además que, en este "nuevo escenario", Cataluña necesitaba tener su propia voz.
Sin embargo, la postura de los neoconvergentes con respecto a Donald Trump no ha sido siempre la misma, ni mucho menos. Tras la primera victoria del magnate en las urnas, uno de los ideólogos del partido, Agustí Colomines, publicó un artículo en 'El Nacional' en el que indicaba que "para el soberanismo catalán se ha abierto una ventana de oportunidad que el 'president' Carles Puigdemont tendría que explorar". A la sazón, el 'procés' se encontraba en ebullición y sus líderes andaban ávidos de un reconocimiento internacional que nunca llegó. En la actualidad, Colomines, que sigue manteniendo su ascendente sobre Junts —no en vano, es uno de los responsables de su actual hoja de ruta—, reniega sin ambages de Trump, al que tacha de "reaccionario" y "peligroso".
Pero no fue el único en Junts en interpretar como favorable el ascenso del líder norteamericano. El 'expresident' Artur Mas se grabó en un video afirmando que "parecía imposible que Trump ganara, pero ha ganado". Lo que le llevó a concluir que "aquello que a veces parece imposible" acaba "resultando posible" —en alusión al proceso separatista iniciado por él en 2011 con la consulta del 9N—. En cuanto a Puigdemont, su reacción fue más equívoca, pasando de augurar una época "complicada e incierta" tras el triunfo de Trump a dedicarle la siguiente felicitación en X: "Espero que la larga relación entre nuestras naciones continúe floreciendo en los años venideros".
Diputados trumpistas
Otros neoconvergentes que secundaron al nuevo inquilino de la Casa Blanca fueron el diputado y presidente de la Cámara de Comercio Joan Canadell o el exvicepresidente del Parlament Josep Costa. El primero pidió por "prudencia" al mundo independentista no situarse en su contra, pues "entre Cataluña y los EEUU que ha visualizado Trump hay muchos más puntos de acuerdo que con España" —mensaje que borró tras el asalto trumpista al Capitolio de 2021—. Y el segundo instó al secesionismo a "aprender muchas lecciones" del político estadounidense, en concreto sobre sus "nuevas formas de comunicación, movilización y confrontación política".
Por lo demás, no fueron pocos los analistas que en los citados sucesos del Capitolio hallaron similitudes con lo acontecido en Cataluña durante el 'procés'. A saber: asedio de manifestantes a edificios institucionales —el Parlament o la Consejería de Economía, en el caso catalán—, desprecio de la legalidad y de las resoluciones judiciales, uso sistemático de las 'fake news', etcétera. Tanto es así, que el columnista de 'El Periódico' Albert Soler suele bromear en sus artículos refiriéndose al prófugo de Waterloo como 'Trumpdemont'.
Pero el contexto actual para Junts ha variado sustancialmente desde entonces. Abandonada por el momento la vía insurreccional y centrados en aprovechar su situación ventajosa en el Congreso para obtener réditos de Sánchez, a los de Puigdemont les conviene proyectar una imagen de cierta centralidad. Algo que se compadece mal con apoyar a un líder que para muchos representa la quintaesencia del nacionalpopulismo. Además, necesitan marcar distancias con la ultra Aliança Catalana, con la que comparten buena parte de su 'target' electoral. Un ejercicio de tacticismo que recuerda al que practicaron con la Rusia de Putin, a la que cortejaron durante el 'procés' para abominar de ella tras la guerra de Ucrania.