Media campaña electoral después, tres conclusiones se abren paso por encima del resto para cualquier analista no enceguecido por los prejuicios: Pablo Iglesias ha radicalizado el discurso de Podemos, Albert Rivera ha generado demasiada polémica con algunas propuestas poco acertadas y Esperanza Aguirre es la estrella del PP en estas lides. Ellos tres, cada uno a su manera, han marcado la agenda de este camino hacia el 24-M. Un camino que, a falta de filtraciones que dinamiten el proceso, tampoco está siendo el más apasionante de los últimos años.
La política española ha alcanzado grados de teatralización y mediatización tan altos que puede decirse que los ciudadanos asisten a una campaña permanente
La política española ha alcanzado grados de teatralización y mediatización tan altos que puede decirse que los ciudadanos asisten a una campaña permanente. No hace falta ser un lince o un sociólogo con algún doctorado Honoris Causa para reparar en que la continua exposición de los líderes políticos en televisión asfixia y confunde a sus potenciales votantes. Parece difícil, por no decir imposible, que algún candidato pueda sorprender y cautivar al espectador (término que lo explica todo) durante estos días para lograr su apoyo en las urnas.
El exabrupto, la imagen y las propuestas
Quizás por lo antedicho, el caso es que los tiburones de la política intentan anticiparse y marcar el rumbo al resto. Se llama llevar el debate al terreno propio. Ocurre a menudo en las tertulias televisivas, cuando muchos se dedican a gritar más alto, llamar la atención con algún golpe de efecto o decir la barbaridad más brutal que se les ocurre. La táctica es común pero cada uno elige sus medios para lograr que sus oponentes hablen sobre lo que él quiere. En esta campaña, Iglesias ha elegido el exabrupto, Aguirre ha preferido las imágenes y Rivera ha optado por las propuestas.
A priori, parece que el líder de Ciudadanos ha tomado el camino más lógico en una campaña: proponer sus ideas al personal. Su problema es que ha desbarrado -al menos así lo creen sus oponentes- con la ocurrencia de excluir a los más veteranos de la política o con su promesa sobre la habitabilidad de los pisos. Esta suerte de pifias que consisten en proferir un mensaje de trazo grueso pero no explicarlo de forma clara parecían imposibles en el caso de este gran orador que es Rivera. Ese ansia por marcar la agenda de la campaña puede ser mortal. Aunque también se apuntó un tanto al tomar la iniciativa para proponer un debate a cuatro en televisión.
Más clásicos han sido los citados Iglesias y Aguirre. El primero, acaso espoleado por la marcha de su compadre Monedero, ha elevado sobremanera el tono y ya es habitual que incluya burdas descalificaciones en sus mítines. Y también eslóganes rocambolescos en sus entrevistas ("El populismo de izquierdas es clave para el cambio", afirma este domingo en El Mundo). La segunda, experta en estos quehaceres, ha conseguido que todo bicho viviente hable de su paseo en bicicleta o de los taxis con su publicidad, pero no de su incidente con los agentes de movilidad. Ella es la estrella del PP, por encima del propio Rajoy, cuyo carisma es menos fiable que el coche que pilota Fernando Alonso.
Este domingo otra vez unos cuantos políticos irán por la noche a La Sexta y Cuatro -El objetivo o Chester, ustedes eligen- para vender sus productos
Para acabar la semana, otra vez unos cuantos políticos irán por la noche a La Sexta y Cuatro -El objetivo o Chester, ustedes eligen- para vender sus productos. Además, como sucede en todos los domingos de campaña que se precien, hoy será un día propicio para las encuestas contradictorias y los mítines multitudinarios. O para abrir un libro y olvidarse de que hay elecciones, claro.