La factoría de Clesa, ubicada en el distrito de Fuencarral-El Pardo de Madrid, ha sido reconocida a nivel internacional por su innovación y aportaciones técnicas en el ámbito de la arquitectura industrial. El proyecto fue firmado en septiembre de 1958 por el arquitecto Alejandro de la Sota y el ingeniero agrónomo Manuel Ramos Amieva. Desde su apertura en 1962, la fábrica se convirtió en un punto de referencia en la zona norte de la capital española debido a su modernidad y monumentalidad. Además, desempeñó un papel crucial en la promoción del consumo de leche tratada e higienizada de forma industrial, mejorando así los hábitos alimentarios de la población.
Innovación arquitectónica en Madrid
La factoría de Clesa, que cesó su actividad en 2011, ocupa una superficie construida de más de 11.000 metros cuadrados en la avenida del Cardenal Herrera Oria. Fue construida a finales de la década de los 50 para el embotellado de leche de esta empresa de origen burgalés. El arquitecto De la Sota optó por una solución de revestimiento con aplacado de hormigón para toda la fachada, en lugar del ladrillo que era el material predominante en ese momento.
Esta elección no solo destacó por su innovación, sino que también contribuyó a la monumentalidad del edificio, que se convirtió en un referente arquitectónico. Alejandro de la Sota, nacido en Pontevedra en 1913 y fallecido en Madrid en 1996, ha sido un referente para varias generaciones de arquitectos españoles. Entre sus obras más destacadas, además de la fábrica de Clesa, se encuentra el gimnasio del colegio Maravillas de Madrid, declarado Bien de Interés Cultural (BIC) en 2017. La relevancia de su trabajo ha dejado una huella imborrable en el panorama arquitectónico español, siendo considerado uno de los pioneros en la modernización de la arquitectura del país.
¿Qué impacto tuvo la factoría en la sociedad?
La factoría de Clesa no solo fue un hito arquitectónico, sino que también tuvo un impacto significativo en la sociedad de la época. Al promover el consumo de leche tratada e higienizada de forma industrial, contribuyó a mejorar los hábitos alimentarios de la población. Esta iniciativa fue especialmente relevante en un momento en el que la modernización de los procesos industriales comenzaba a transformar la forma en que se producían y consumían los alimentos.
La fábrica se convirtió en un destino habitual para las visitas escolares, permitiendo a los jóvenes conocer de cerca el proceso de producción de la leche. El edificio se destacó por su modernidad y pulcritud, características que lo hicieron único en su género. Su diseño innovador y su monumentalidad no solo lo convirtieron en un punto de referencia en la zona norte de Madrid, sino que también atrajeron la atención de la comunidad internacional. La factoría de Clesa fue reconocida por su capacidad para combinar funcionalidad y estética, marcando un antes y un después en la arquitectura industrial de la época.
La elección de materiales y técnicas constructivas utilizadas en la factoría fue clave para su reconocimiento. El uso del aplacado de hormigón en la fachada, en lugar del tradicional ladrillo, permitió crear un edificio imponente y moderno. Esta decisión reflejó la visión innovadora de De la Sota y su capacidad para desafiar las convenciones arquitectónicas de la época. La factoría de Clesa se convirtió así en un ejemplo de cómo la arquitectura puede influir en la sociedad y transformar el entorno urbano.
A pesar de que la actividad de la factoría cesó en 2011, su legado perdura en la memoria colectiva de la ciudad. El edificio sigue siendo un símbolo de innovación y modernización, recordando a las generaciones actuales la importancia de la arquitectura en la transformación de la sociedad. La factoría de Clesa es un testimonio de la capacidad de la arquitectura para influir en la vida cotidiana y mejorar la calidad de vida de las personas.
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