La tesis doctoral de Pablo Iglesias de 2008 era algo más que “un estudio comparado de los desobedientes de Italia a Madrid (2000-2005)". Era un auténtico manual del agitador. El hoy aspirante a presidente de Gobierno describía cómo debían actuar los manifestantes ilegales para ser eficaces y ganar la partida a la policía, con la dosis justa de enfrentamiento físico (ni Gandhi ni kale borroka). Incluso analizaba con planos de situación los errores tácticos cometidos en tales batallas urbanas. El secretario general de Podemos, a lo largo de los 600 folios de su tesis, desarrollaba ampliamente la génesis de la ilegal concentración del 13M frente a la sede del PP. Pero, en contra de su reciente versión, alejaba su implicación personal de su convocatoria por sms y se limitaba a describir que "ha hablado", aparentemente al elaborar su estudio, con algunos de sus organizadores. Y proclamaba que la kale borroka de ETA, que aún no había firmado el abandono definitivo de las armas, contribuía a generar "la imagen del joven gudari".
Iglesias evidenciaba cómo el pacifismo no es buena táctica en materia de manifestaciones con un ejemplo. Narraba que en noviembre de 2000 se produjo una sentada en las escalinatas del Congreso para exigir la condonación de la deuda de los países pobres. “La técnica empleada para resistir la inmediata intervención de la policía, al ser absolutamente pasiva, tuvo consecuencias dramáticas (…) La imagen de los activistas, llevada a tal extremo de victimización, resultaba simplemente patética”.
También difundía en su tesis la identidad de un supuesto topo policial: “En diciembre de 2005 se hizo público que un antiguo militante de la extrema izquierda madrileña, David García Martín, que había pertenecido al MRG Madrid (Movimiento de Resistencia Global) al menos desde el otoño de 2000 hasta después de las manifestaciones de Génova en julio de 2001, era en realidad un agente de policía, adscrito a la Primera Unidad de Intervención Policial, los antidisturbios que operan en Madrid”. El aspirante a doctor se curaba en salud tras insertar tal dato en su tesis: “No estamos revelando nada que no sea público”.
La descalificación de la manifestaciones pacíficas venía seguida de la descripción de la protestas más agresivas que empezaron a implantar los radicales en España, que no sólo no condenaba sino que veía más eficaces. Y las describía así: “Una forma de acción colectiva que seguía un camino intermedio entre la resistencia pasiva de estilo ghandiano y los simulacros de guerrilla urbana. Se trataba de generar una forma de intervención que fuera a un mismo tiempo conflictiva, generadora de identidad, espectacular, mediática y que además pusiera en dificultades tanto los protocolos habituales de intervención policial como los dispositivos de criminalización empleados por algunos medios de comunicación”.
Ningún choque, mal sabor de boca
La puesta en práctica de tal nueva estrategia antipolicía se produjo en Madrid el 27 de enero de 2001. “En esta manifestación por primera vez se presentaron con la atrezzatura de la desobediencia italiana (cascos, armaduras de goma-espuma, protecciones frontales elaboradas con cámaras de aire..)”. Iglesias elogiaba el avance que supuso tal estrategia: “Se produjo un enfrentamiento en el que a pesar de que la policía pudo requisar algunos materiales, los activistas no retrocedieron sino que permanecieron juntos produciéndose incluso un intercambio de empujones sin que se produjeran detenciones”. En suma, como Iglesias admitía, se buscaba como un éxito la represión policial: “Para muchos activistas, el hecho de que no se produjera ningún choque con los activistas dejó mal sabor de boca”.
La kale borroka, aun cuando contribuyera a generar la imagen legendaria del joven gudari , responde a la noción de gimnasia que mencionábamos, siempre vinculada a una estrategia política y militar precisa
El líder de Podemos defendía en su tesis la existencia de un hueco por cubrir ”entre los simulacros de la violencia política (la guerrilla urbana) y las prácticas convencionales de movilización (manifestaciones legales, concentraciones, etcétera)".
Y, metido de lleno en este fangoso terreno, daba su particular opinión sobre la violencia callejera de ETA: “Respecto de la kale borroka vasca, aun cuando contribuyera a generar la imagen legendaria del joven gudari, responde más o menos a la noción de gimnasia que mencionábamos, siempre vinculada a una estrategia política y militar precisa, en una sociedad particularmente compleja, atravesada por un conflicto nacional. En el caso vasco, los disturbios en los cascos urbanos y las acciones no armadas de sabotaje (siempre conocidas como lucha callejera aunque desde hace algún tiempo hayan sido llamadas terrorismo de baja intensidad o callejero) probablemente representen una condición de existencia de la propia violencia política de ETA, inconcebible sin estadios previos de socialización pre-militar o gimnasia”.
Por tanto, a su juicio, el terrorismo etarra callejero evocaba al soldado vasco, cuya última contienda, algo omitido por el autor, no tuvo como enemigo ni cajeros ni cubos de basura, sino las tropas franquistas. Ni una frase de condena o crÍtica a ETA.
Fiel a este análisis, a Iglesias el número de asistentes a una manifestación legal y pacífica no le parecía ningún triunfo. “El gran número de manifestantes el 15 de febrero (de 2003) en Madrid, sin embargo, no ayudó demasiado al movimiento a la hora de presionar al Gobierno español, que no cambió un ápice su política. Creemos que ello, en buena medida, se debió a la ausencia de acción colectiva contenciosa aquel día (…) Los problemas para el PP sólo llegarían en marzo (…) Si tenemos en cuenta que las movilizaciones del 13 de marzo de 2004 no fueron numéricamente imponentes como las de febrero del año anterior, pero sí cualitativamente muy poderosas (..) se refuerza el leitmotiv de nuestra tesis electoral: la eficacia política de la acción colectiva postnacional cuando alcanza ciertos niveles de conflictividad”.
Legitimidad total para marchas ilegales
A juicio de Iglesias, tras iniciarse la guerra de Irak se produjo “un contexto de legitimidad total para la acción colectiva contenciosa”. ¿A qué se refería el doctorando? Las primeras protestas en Madrid tras el comienzo de los bombardeos sobre Irak afloraron valiosos hallazgos tácticos para el hoy aspirante a presidente de Gobierno: “Había elementos muy interesantes. Para empezar, las manifestaciones eran ilegales y ocuparon simultáneamente las principales vías de circulación para dirigirse, nada menos, que al Parlamento”.
Su relato cuasibélico proseguía así: “El avance de los escudos y los manifestantes hizo comprender a la policía que el bloque no iba a detenerse fácilmente. Los antidisturbios optaron entonces –y éste es un buen ejemplo de la eficacia de ciertas técnicas de la desobediencia italiana- por retirarse y apostarse en las escalinatas del Congreso”.
Iglesias destacaba que, que dado que manifestarse ante el Parlamento violaba el Código Penal, se pudo “apreciar con nitidez la dimensión del desafío político lanzado”.
“Pero el verdadero éxito político de los desobedientes estaba por llegar aquella noche (…) Los manifestantes, en lugar de retirarse ocuparon la plaza de Neptuno y empezaron a avanzar por el paseo del Prado hacia la Castellana en dirección a la calle de Génova donde se encuentra la sede nacional del Partido Popular”. Iglesias mostraba su total aprobación: “dejaron claro para miles de personas que la manifestación legal no iba a ser el mecanismo de acción colectiva adecuado en un contexto como aquel”.
¿Por qué decimos más eficaz? Tras el 15 de febrero el Gobierno felicitó a los españoles. En marzo, los dirigentes y cargos del PP del PP eran insultados y zarandeados en cada acto público
El doctorando parecía a ratos mutarse en un Rommel callejero: “Si hubo algún error táctico por parte de los desobedientes madrileños aquel día fue precisamente no forzar el avance del bloque para evitar ser rodeados. Si hubo hechizo o error paralizante fue precisamente detenerse. Haber continuado avanzando hubiera supuesto usar los escudos para tratar de minimizar la distancia con los antidisturbios y, eventualmente obligar a retirarse unos metros (como frente al Congreso dos días antes) (...) Nadie puede decir qué es lo que habría ocurrido entonces pero tácticamente hubiera sido lo más adecuado si lo que se pretendía era llegar a la Puerta del Sol”. Iglesias, como solía hacer cada vez que analizaba o criticaba el desarrollo de una manifestación en su estudio, insertaba en este caso un detallado plano con ubicación de manifestantes y policías para ilustrar tales errores tácticos.
Iglesias se felicitaba del crispado clima obtenido con tales manifestaciones ilegales frente a las convencionales, legales y pacíficas: “¿Por qué decimos que más eficaz? Recordemos que tras el 15 de febrero el Gobierno español había felicitado a los españoles. En marzo, los dirigentes y cargos públicos del PP eran insultados y zarandeados en cada acto público en el que participaban y los manifestantes tomaban espontáneamente las calles”·
Tras ponderar tal escalada de actos ilegales, Iglesias se lanzaba a explicar la concentración frente a la sede del PP convocada por sms para la jornada de reflexión electoral: “Cabe preguntarse ( y así lo hizo la derecha) si había organizadores tras los primeros mensajes de móvil. Sabemos que así fue y hemos hablado con algunos de ellos”. Esta explicación contradice su reciente confesión en su programa televisivo, donde insinuó su conexión directa con la génesis de los mensajes de convocatoria. “Este fue, guste o no, el papel de los conspiradores activistas, todos ellos de los movimientos sociales madrileños, que redactaron el sms ¿Aznar de rositas? ¿Lo llaman jornada de reflexión y Urdaci trabajando? Hoy 13M, a las 18h sede PP c/Génova, 13, sin partidos, pásalo”.
En su incendiaria tesis doctoral, amén de recordar sus contactos con los zapatistas y distintos grupos antisistema o desobedientes europeos, Iglesias lanzaba un singular piropo a Jorge Vestrynge, “ex fascista y expijo que cambió para perder”. Su estudio, agradecía Iglesias, fue posible merced a una beca del ministerio de Educación para realizar tres estancias en centros extranjeros. La ayuda definitiva le vendría de la mano de la entidad que presidía Miguel Blesa. “Los meses de retoques en la tesis los he pasado en la Universidad de Cambridge, gracias a una beca de la fundación Caja Madrid”.