Este jueves se ha consumado el rechazo del Parlament de Cataluña a que Miquel Iceta sea senador y, en consecuencia, no podrá presidir la Cámara Alta desde el próximo martes, como pretendía Pedro Sánchez.
La noticia, con pocos precedentes hasta ahora, supone un duro revés para el presidente del Gobierno... si bien el que se lleva la patada en su trasero es Iceta.
Precisamente fue el líder de los socialistas catalanes quien advirtió a La Moncloa hace algo más de una semana para que no se precipitasen con el anuncio de su designación como presidente del Senado, pues podría haber problemas para su elección en el Parlament. Sin embargo, nadie hizo caso y se filtró a los medios dando por hecho que todo estaba atado.
Los errores de Sánchez en esta historia han sido más que evidentes. Se precipitó al anunciar el nombre de Iceta cuando aún necesitaba el visto bueno del Parlament y no calibró el malestar que podría provocar su nombramiento como presidente cuando ni siquiera era senador.
El precedente de Marchena
Todo esto recuerda mucho al incidente que vivimos en otoño pasado, cuando el Gobierno anunció que Manuel Marchena presidiría el Consejo General del Poder Judicial en virtud de un pacto con el Partido Popular... sin esperar a que ese organismo se reuniera para decidirlo. Y al final también se frustró.
La euforia por haber conseguido mayoría absoluta en el Senado llevó a Sánchez a pensar que podía hacer lo que le diera la gana. Pero no, los hechos demuestran una vez más que hay que tener un mínimo respeto institucional y cierta prudencia.
También pensó Sánchez que la jugada de Iceta sería bien acogida por el independentismo, pero no calibró que el día 26 de mayo hay unas elecciones municipales en Cataluña que van a ser decisivas para determinar qué facción del soberanismo manda a partir de ahora: si la de Puigdemont o la de Junqueras. En plena competición entre el PDeCAT y ERC por marcar paquete ante su electorado, era difícil lograr su apoyo, sobre todo si tenía que ser a cambio de nada.